Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

lunes, 13 de octubre de 2008

Capitalismo (primera parte)

¿En qué consiste el capitalismo? Yo tengo dos sospechas; la primera es que es básicamente un sistema para tener entretenida a la gente y así evitar que se mate en horribles guerras; consiste en convencer a los ricos de que pueden ser más ricos y a los pobres de que pueden dejar de ser pobres. El resultado es que, con ciertas fluctuaciones, los ricos siguen siendo igual de ricos y los pobres, pues ahí van. El problema es que, puesto que se basa en percepciones subjetivas y en sentimientos, nadie sabe realmente de qué forma controlar a la bestia, es decir, de qué forma racionalizar el mercado, comprenderlo y aprovecharlo. Desde esta perspectiva, somos reales hijos del azar, y deberíamos prepararnos para que, en cualquier momento, todo salte por los aires y tengamos que cultivar patatas en el jardín de nuestra casa para alimentar a nuestros hijos.

La segunda sospecha tiene un tufillo claramente marxista; consiste en señalar que eso que llamamos capitalismo no es tal ya que, en rigor, nunca hay una verdadera liberalización y jamás el estado deja en manos de los ciudadanos la regulación efectiva de sus intercambios. Los liberales moderados hablan de sistema mixto y los mal pensados, como yo, directamente sospechamos que es una forma refinada de estatalismo. 

La actual crisis financiera en la que estamos zambulléndonos de culo da que pensar en torno a estos dos planteamientos contrarios; no se sabe muy bien si el sistema se va de madre y nos jodemos todos, o si, al final, no se va porque “papá estado” viene a meter las narices en nuestras vidas, confirmándonos nuestra condición perenne de “siervos de la gleba”, con lo que... nos jodemos todos.

ECHAD UN VISTAZO A ESTE VIDEO Y ASÍ, AL MENOS, NOS REIMOS UN POCO... POR NO LLORAR.

6 comentarios:

  1. Un apunte: el video es del verano del 2007 y sin embargo pareciese que lo han hecho a la luz de los últimos acontecimientos... cualquiera diría que todo esto ya se sabía (es decir, que las empresas ya sabían que podían derrochar ya que el estado acudiría en su auxilio en el momento preciso)

    ResponderEliminar
  2. El video es magnífico y la interpretación de los humoristas estupenda.

    Un apunte nada más. Creo que se ha exagerado la importancia de las hipotecas subprime en la presente crisis y no digo para quitarle hierro al asunto sino para todo lo contrario. El problema es más profundo de lo que en principio pudiera parecer. Cito un extracto de un artículo de un economista, Manuel Sarachaga, aparecido en El Comercio:

    “El origen último de esta crisis, y de las que cíclicamente se vienen repitiendo, es similar. Es cierto que en cada caso se materializa de diferentes formas según el contexto histórico y las circunstancias particulares, pero la raíz se mantiene intacta. El motivo de fondo no es otro que los procesos expansivos de dinero que conducen a niveles de crédito e inversión muy superiores a los que el ahorro generado permite. En otras palabras, el mecanismo de crédito en poder de bancos centrales y entidades crediticias distorsiona el necesario equilibrio entre ambos flujos, endeudando en exceso a particulares, empresas y gobiernos sin tener como contrapartida el ahorro previo que justifique tales prácticas crediticias.
    El conocido proceso de «multiplicación del dinero» realizado por las entidades de crédito permite prestar un ahorro no generado, es decir, permite crear dinero «de la nada», hasta el punto de que el dinero en efectivo supone una parte muy pequeña del total. El resto no es más que dinero creado por dichas entidades mediante créditos, de forma que sólo mantienen una ínfima parte de sus activos en efectivo, insuficiente para hacer frente a sus compromisos a la vista si éstos realmente se ejecutaran (técnicamente están en suspensión de pagos). Todos los modernos sistemas de pago, nuevos activos e instrumentos financieros, titulizaciones fuera de balance, entidades de inversión y financiación, etcétera, tienen como principal efecto incrementar la capacidad de expansión del crédito -es decir, del dinero-, y la obtención de mayores beneficios por parte de las entidades de crédito.
    (…)
    De esta forma, existe una inherente tendencia del sistema a reducir los tipos por debajo de su tasa natural para expandir el crédito, provocando que éste sobrepase cíclicamente los niveles sostenibles, determinados por el ahorro total de los agentes participantes. Cuando esto ocurre y se presta lo que no hay, se dispone hoy del ahorro de mañana, obligando a la sociedad a generar un cautivo ahorro 'forzoso' en el futuro. Y ahí empiezan los problemas.
    Es entonces cuando se desencadena un endiablado proceso. En primer lugar, el exceso de crédito -de dinero- distorsiona los precios relativos y la estructura productiva en favor de aquellos sectores más beneficiados por la afluencia de este dinero barato y por los bajos tipos de interés, no necesariamente los sectores más productivos. Numerosos proyectos de inversión anteriormente no rentables son iniciados por las empresas, e incluso los particulares deciden acometer importantes inversiones, como la compra de vivienda, sin reducir su consumo. La economía crece y los gobiernos recaudan más. El empleo aumenta, las empresas obtienen beneficios, la Bolsa sube y los gobiernos recaudan más. Estamos de fiesta. Todo va bien.
    Los únicos síntomas de que algo ocurre es que dichos sectores productivos se sobredimensionan y los precios de los bienes de capital crecen demasiado rápido, pero eso no preocupa. Pero cuando se hace evidente que los excesivos niveles de deuda resultan incompatibles con los simultáneos crecimientos de consumo e inversión ya es demasiado tarde. El exceso de dinero provoca alzas en los precios de consumo, empujando a los bancos centrales a subir los tipos. Familias y empresas tienen dificultades para cumplir con sus compromisos de devolución de deuda y aumenta la morosidad. El consumo se frena y, por tanto, la actividad empresarial se resiente, lo que reduce la inversión. Como consecuencia, el desempleo aumenta, las empresas quiebran, las bolsas caen, el Gobierno recauda menos... es el inevitable ajuste entre ahorro e inversión. Es la crisis.
    Por su parte, las entidades de crédito, tras años de enormes beneficios, de expandir el crédito y asumir excesivos riesgos, empiezan a tener problemas. Sus clientes comienzan a fallar, lo que les genera un problema importante, pues han prestado a largo plazo pero se han endeudado a corto. Como sus reservas de efectivo son muy reducidas y sus entradas se reducen, aparecen los primeros problemas de liquidez, por lo que recurren en mayor medida a las líneas de crédito del Banco Central. A medida que la morosidad aumenta, su problema no es ya de liquidez, sino de solvencia. La desconfianza generada reduce los préstamos interbancarios, el dinero escasea, los tipos suben aún más y crédito se contrae, agravando los problemas de particulares y empresas. El Banco Central inyecta más liquidez para evitar la contracción crediticia, pero no es suficiente, porque es mucho más el crédito que dejan de generar los bancos que el que él puede proveer. Algunos bancos quiebran, otros son absorbidos, otros tienen la suerte de ser 'rescatados' por la autoridad monetaria o el Gobierno, realimentando el 'riesgo moral'... y muchos depositantes e inversores con mala suerte o arriesgados pierden todos o una buena parte de sus ahorros.
    La quiebra del sistema crediticio se traslada a la economía real, que se deprime con rapidez hasta que el ajuste se completa, dejando a su paso desempleo y destrucción de riqueza. El proceso ha llevado varios años. Es entonces cuando los bancos centrales, «con el fin de reactivar la economía», deciden que lo más conveniente es reducir los tipos de interés..."

    ResponderEliminar
  3. Estoy de acuerdo con tu idea de que el capitalismo como tal no existe -me refiero al relato ideológico que retrata la pura libertad de átomos individuales que intercambian bienes-, sino que históricamente es un modo de intervención del estado que generalmente usurpa a los individuos su papel de agentes en el espacio en el que se realizan los intercambios. No obstante, también es verdad que, seguramente, esa clase de intervención es la única que ha permitido la apertura de incontables grietas o hendiduras que hacen prudentemente posible la existencia de ámbitos donde la presencia del estado no sofoque la iniciativa y la decisión individuales.
    En ocasiones como esta crisis, sin embargo, la voluntad de poder del estado se deja sentir y amenaza de manera más aguda, porque se convierte en explícita la tendencia del estado a acumular la mayor cantidad de poder e invadir todas las esferas de la vida que ´sobreviven.
    En primer lugar, haciendo de empresas y bancos los auténticos sujetos políticos que desplazan al hombre individual y ciudadano, con lo que el poder de la sociedad se convierte en absoluto sobre el del individuo; y es que no hay que olvidar que las empresas tienden a configurarse como protoestados que, ante la debilidad del estado en relación a asegurar y proteger la vida política trazando límites firmes, amenazan del mismo modo que un estado intervencionista la esfera pública. En esta crisis asusta esa sincronía, esa complicidad entre los fines del estado y los de las grandes empresas, de manera que, más que un estado que asegure la libertad, vislumbramos uno que comparte un poder absoluto con grandes potencias económicas y comparte también con ellas el fin de reducir la esfera pública a mercancía.
    Me parece que el acuerdo es tácito, pero inequívoco -y quizás en mayor medida en España-: el estado se reserva el uso de abundantísimos fondos públicos que, en su mayor parte, sirven para crear estructuras prepolíticas de poder y para enriquecer a seres ineptos que ahora llamamos "políticos" -como si, y es significativo, hubieran despojado a los ciudadanos de su condición inesquivable de políticos- ; mientras, ese estado asume que la pervivencia de esos cuantiosos fondos depende de la bonanza de las grandes empresas, por lo que subordina sus fines específicamente políticos al éxito de éstas.
    Esta indistinción de estado y poder económico es palpable en el plan aprobado recientemente: un cheque en blanco para que el estado reparta la riqueza común entre las entidades financieras que considere oportuno.

    ResponderEliminar
  4. Oscar, un artículo interesantísimo.
    Borja, estoy de acuerdo contigo en lo que dices; no voy a ser yo quien defienda un discurso revolucionario contra la democracia liberal o la democracia social, es decir, contra el capitalismo. Sin embargo no tengo muy claras cuáles son las razones por las cuales debamos preferir este modelo de estado frente a otros.
    Es verdad lo que dices de que "el la actuación estatal capiltalista es "la única que ha permitido la apertura de incontables grietas o hendiduras que hacen prudentemente posible la existencia de ámbitos donde la presencia del estado no sofoque la iniciativa y la decisión individuales".Pero también creo que hay que considerar prudentemente esta afirmación. Ya hemos hablado tu y yo, alguna vez, que uno de los efectos de la democracia liberal es la "desactivación" del ciudadano. En la sociedad capitalista todo es considerano como un producto de consumo, incluso las ideas, y en virtud de esta condición, el hombre queda unidimensionado como bien ha señalado Marcuse. Lo que no tengo claro es que pueda existir una sociedad donde esto no suceda, aunque tengamos la experiencia, seguramente edulcorada por los historiadores, de bellos jardines epicúreos, respecto a algunas comunidades históricas.
    Lo que si parece evidente, no obstante, es el hecho de que también el capitalismo es un sistema de dominación, tal vez mucho más refinado que el socialismo, pero no muy diferente (en cuanto a la dominación). El tema de las hipotecas subprime en este asunto resulta revelador (sobre esto quería hacer otra entrada referida al capitalismo, aunque no sé si hay tema suficiente). Lo que los bancos compran y venden en "paquetes" no es deuda canjeable por dinero, como cuando un noble decimonónico vendía sus pagarés. Lo que los bancos intercambian son, por decirlo de alguna forma, "esclavos" (Marx diría "fuerzas productivas"). Los bancos que comerciaban con paquetes de subprimes, en rigor, no les interesaba si las hipotecas se pagaban o no, porque la rentabilidad de estos productos no estaban basados en los intereses que la deuda generaba, sino en la consideración de que en un paquete de estos se estaban vendiendo cienmil trabajadores. En el fondo, el sistema, es una sutil maquinaria de dominación. Y es verdad, como dice Borja que, pese a esto, la dominación no invade todas las áreas de la vida y que la libertad de expresión, por ejemplo, permite la crítica. Pero como bien señalaba Adorno, y apunté al comienzo, esta crítica queda subsumida por el sistema en el mismo momento que se convierte también en un bien de consumo (camisetas del Che en Zara a 10 euros). También esta puede ser una forma de invadir la escena privada ¿o no?
    Otro tema que es interesante es todo lo relativo a los términos en los que se genera la deuda. Imagina que acuerdas con un prestamista un crédito para comprar una casa y que acuerdas pagarlo a un interés considerable; pero lo que no te dice el prestamista es que los intereses que te va a cobrar por el crédito van a ser variables y los va a decidir él de acuerdo a como vaya desarrollándose la situación. POr ejemplo, si se entera que te suben el sueldo, entonces aumentará los intereses, con lo que, en rigor, esa mejora de tu economía no repercute sobre tí; si se entera, además, que tienes tiempo libre y que aún puedes pluriemplearte o aumentar las horas de trabajo y ganar más dinero, también aumentará la presión de los intereses forzándote a tomar "libremente" la decisión de trabajar más.
    Esta descripción, que nos parecería a todos una situación del todo intolerable, y un impedimento para la libertad individual tan cacareada por el liberalismo es, en el fondo, lo que sucede de hecho en el sistema financiero... o si no, preguntémonos quiénes son esas entidades, que parecen estar fuera del bien y del mal, por encima de los estados, que son los bancos centrales, los que deciden el precio del dinero. Son los propios banqueros.

    ResponderEliminar
  5. ¿ALguien sabe qué ocurre en el "Diario"? No me deja entrar para leer los comentarios

    ResponderEliminar
  6. La verdad es que no me he enterado de algunas cosas que decís.No entiendo eso del estado capitalista.Eso ocurre cuando el estado es empresario.Si sólo regula no lo es para nada ( de hecho sus findos dependen de la recaudacion a las empresas y trabajadores).eL ESTADO CONTEMPORÁNEO se construyó a la medida de la burguesía ( aunque reprodujo mucho de la estructura polñitica absolutista, la referente a la propia administracion del poder como tal en el territorio y sobre individuos concretos. Cuando las diversas tensiones sociales que venían adosadas al proceso de modernización económica obligaron al estado y a las clases dominantes a una mayor intervencion estatal y al engordamiento del monstruo, se creó una doble estructura publico-privada, mixta, donde se solapa el poder y donde la coyuntura marca quien lleva las riendas, a vecs el estado, otras las empresas, a vecs incluso, la fuerza de la masa
    Por supuesto que el capitalismo es un sistema de dominación, o mejor , de poder.De lo que se trata es de aprovehar sus portentosa capacidad para crear riqueza y redistribuirla en parte.Si se asignan medianamente bien los recursos y se establecen cauces para una cierta libertad de accion queda abierta una pugna de multiples intereses que lleva a un cierto liberalismo.Lo demás es cierto, es pura ficcion.
    Por ultimo me parece exagerado la unidimensionalidad del capitalismo, en nuestras sociedades hay multitud de proceso simbólicos y sentimentales que se acercan más a la vida buena que todos los mundos de YUPI QUE SOÑARON LOS UTÓPICOS

    ResponderEliminar