Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

domingo, 1 de febrero de 2009

Ideología y Revolución cubana.
Borja Lucena

Hemos debatido durante mucho tiempo -y seguro seguiremos haciéndolo- sobre el esquivo concepto de "ideología". Es difícil apresar conceptualmente su contenido, dado que su objeto goza de una naturaleza proteica y, a menudo contradictoria; no obstante, ya he señalado otras veces que es posible indicar, al menos, dos constantes monótonamente repetidas en todo relato ideológico: por una parte, la obstinada sustitución de la existencia del mundo y las cosas por ficciones alternativas que, lejos de la inocencia, pretenden negar resueltamente la consistencia y subsistencia de lo real; frente a la realidad, frente a sus problemáticas fugacidad y permanencia, se erige una lógica que se blinda frente a todo aquello que pueda invalidar los axiomas que pretenden re-fundar el mundo. Por otro lado, una partición gnóstica del mundo que separa y delimita inequívocamente dos principios cosmogónicos absolutos: el Bien y el Mal, y adscribe a su respectiva potencia generadora todo lo que acaece, estableciendo un universo regentado, ante todo, por la claridad y la confianza.

Como en todo ámbito, hay piezas maestras de la producción ideológica. Aquí os dejo una, extraída de un artículo que hoy conmemora los 50 años de existencia del gran mito de la "Revolución Cubana" (sic.):

Bolivia, Venezuela, Brasil, ecuador, Paraguay, Nicaragua: todos los gobiernos transformadores que consolidan el llamado "giro a la izquierda latinoamericano" de los últimos años, han señalado su admiración por Cuba y por sus exitosos logros sociales y económicos para la mayoría de la población, frente a un neoliberalismo y sus privatizaciones que había sumido durante décadas a sus países en la pobreza, la desigualdad y la exclusión.


Francisco Pérez, secretario de Solidadridad Internacional y Derechos Humanos de IU.

El Mundo, 1-II-2009

(Las negritas son mías)


7 comentarios:

  1. Como dijo un poeta malicioso: "Haz crecer una mentira de un granito de verdad. No seas de los que mienten olvidando la realidad"

    En el caso de Cuba el granito es tan pequeño que creo que ya casi ni se ve...

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  2. Y por cierto, enhorabuena por el nuevo diseño de la página...ha quedado muy, muy bien

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  3. La verdad Borja es que las negritas son estupendasn y, sobra decirlo, no me estoy refiriendo a ninguna jovencita de estos países que nombra la reseña. A veces resulta increible ver cómo el lenguaje parece expresar cosas que nuestros ojos niegan una y otra vez...
    No obstante, estoy de acuerdo contigo en señalar que el debate en torno a la ideología va a ser eterno entre nosotros ya que, aunque entiendo el estupor que sientes al leer cosas como esta, que es sin duda el mismo que siento yo, no coincido en el análisis que haces del mismo discurso. Tu te centras en el caracter falsario del discurso, en su vocación tergiversadora, en la manipulación en un sentido negativo y yo lo concibo, como sabes, desde una perspectiva muy diferente. Aunque ya hemos tenido este debate muchas veces, creo que nunca está de más arrojarnos unas cuantas palabras más...
    Voy a añadir a todo lo dicho algo que leí el otro día acerca de la definición de "comunicación" para los etólogos, que creo que me ayuda a clarificar mi postura. La etología define la comunicación como una transmisión de información por parte de un emisor que tiene como objetivo un cambio de conducta en el receptor de esta información. Me gusta esta definición porque ayuda a hacer un uso del conocimiento que no obliga a usar palabras de la filosofía moderna-racionalista como son "verdad", "saber" "teoría" o "praxis". Visto de este modo podemos tratar a todo el conocimiento, ya sea 'ideológico' en el sentido que tu apuntas, o 'verdadero' en el que apuntaría la filosofía racionalista desde una misma categoría, la de la transmisión de información. Esto nos obligaría a preguntarnos que es lo que distinguiría una transmisión de otra y la respuesta se me antoja muy complicada. Las llamadas ideologías no difieren de cuanquier otra comunicación, dado que pretenden lo mismo: producir una modificación de la conducta en el receptor. Teniendo en cuenta esto, no podríamos considerar unos discursos como más ideológicos que otros dado que esta no sería una propiedad exclusiva de unas comunicaciones frente a otras.
    En mi opinión, como ya he apuntado alguna vez, este rechazo del totalitarismo que tanto se pone de manifiesto en esta página, no debería ser del 'estilo', las propiedades o las características de los discursos que hacen los estados totalitarios, caracterización que, al fin y al cabo, resulta demasiado vaporosa y, como es en tu caso, buena literatura. Deberíamos considerar algo mucho más concreto: no la información en sí (que al fin y al cabo no difiere mucho de cualquier otra información), sino el control de los mecanismos para transmitir información.


    PD. Gracias Joaquin, me alegro de que te haya gustado el cambio. Ya os mandé un correo avisando de los cambios aunque Borja se ha adelantado colgando un archivo nuevo antes de que traspasara todos los demás aquí (lo digo porque ahora cuando haga el traspaso, este nuevo post de Borja desaparecerá de la portada). Intentaré hacerlo lo antes posible
    para causar los menos trastornos posibles.
    A partir de ahora ya no escribais ni en la 'Academia' ni en 'Polis', esos tres antiguos blogs se centralizan aquí. Lo único que debeis hacer es introducir en las etiquetas el apartado para el que va: 'Polis feacia', 'academia feacia', o 'diario de feacia'. Ya no pongais etiquetas temáticas aludiendo al contenido del artículo.
    Quedan fuera de este blog "peliculas, libros... musica" e "historias, gestos evocaciones" (donde colgaremos historias, relatos... lo que se nos ocurra); este último apartado ya está convertido en blog y os he mandado la invitación, así que no teneis que mandarme a mi el archivo para que lo cuelgue. Usadlo.

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  4. Ya sabía que tu comentario iría en este sentido, Edu, pero, como ves, ninguno de los dos nops cansamos de insistir....
    Sabes que no me convence lo que me parece una neutralización del lenguaje en lo referente a uno de sus usos, creo, fundamentales: el testimonio de lo que existe. No niego el interés de la especulación en torno al control totalitario de la información, pero creo que en lo concerniente al concepto de verdad te equivocas en un punto nuclear: no es cierto que los movimientos totalitarios refieran a un uso del lenguaje dirigido al desvelamiento de lo que es, sino que, precisamente, vacían el lenguaje de todo contenido de verdad para instituir un absolutismo de la verdad caprichosa: "verdadero es lo que el partido considera verdadero en cada momento". Este capricho de la verdad, que en realidad es la negación terminante de toda existencia subsistente y de toda verdad en sentido propio, es sólo posible desde la asunción de que lo real es lo que uno -el que más poder atesora- decide que es.
    En este sentido, el del vaciado de todo vínculo con la existencia subsistente y su sustitución por el mero comportamiento etológico del "rebaño humano" o la voluntad arbitraria del caudillo, me queda una duda sobre tu posición: ¿Por qué es entonces manifiestamente ridículo afirmar que en Cuba se dan "existosos logros sociales y económicos para la mayoría de la población".
    Saludos

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  5. No nos cansamos de insistir Borja, tienes razón, pero ahí está lo bueno, como también sabes.
    Creo que buena parte de las dificultades que tenemos para coincidir provienen precisamente de que te niegas a abandonar el léxico moderno-racionalista y hablar por unos instantes en los términos que yo planteo. Usando esas palabras tu, y estas yo, es dificil que nos entendamos dado que es dificil plantear lo que pretendo decir desde la terminología que tu usas.
    Cuando hablas de que uno de los usos fundamentales del lenguaje es dar "testimonio de lo que existe" muestras claramente de qué forma es complicada las traducciones entre lo que dices tu y lo que digo yo. Si consideramos en lengguaje no en términos de "representación" sino en términos de "acción", resulta problemático describir este "testimoniar" en el sentido que tu pretendes. La preguntas serían:
    -"¿testimoniar para qué?",
    -"¿qué propósito puede tener el animal humano cuando testimonia?",
    -"¿qué función social acarrea esta construcción de 'testimonios'?",
    ....
    -"¿en qué condiciones podríamos hablar de una codificación fiel de los testimonios?",
    -"¿es posible una codificación de esta naturaleza?"
    -"¿En qué sentido podemos hablar de una transmisión fiel de los testimonios?,
    - "¿qué significa 'fidelidad' en este juego le lenguaje?"

    Cómo verás hay dos géneros de preguntas y la respuesta a ambos grupos presentarían consideraciones difíciles de admitir para un léxico moderno que conceda tanta importancia a la referencia. En el primer caso estamos frente a la objeción de Nietzsche acerca de la imposibilidad de un conocimiento desprejuiciado: toda verdad es una verdad construida para hacer algo con ella. No existe el conocimiento puro y verdadero que ansiaban los ilustrados-racionalistas. "Verdadero" según Nietzsche, como sabes, no es más que una etiqueta moral que se le pone a algunos discursos sobre lo real. La conclusión es, claro está, la que extrae por ejemplo la Escuela de Frankfurt: también la Ilustración es un mecanismo de dominio.
    La segunda objeción corresponde con la objeción que hace la filosofía analítica que parte de Wittgenstein y desemboca en tipos como Davidson: ¿cuando hablas en términos referencialistas dónde está el límite de lo que se puede decir y lo que no se puede decir? ¿en qué condiciones se puede hablar de una descripción verdadera de los hechos? Wittgenstein muestra que esto es posible pero, como ya he señalado alguna vez, en un sentido tan limitado que no tiene ninguna utilidad cuando estamos jugando a filosofía, a política o a historia. La referencia es útil para usar con sentido la comunicación "está lloviendo y hace frio" pero resulta problemática e inaplicable a otras comunicaciones como "Cuba es un ejemplo de justicia y prosperidad". La razónd e esto es que, cuando usamos un lenguaje, lo estamos haciendo dentro de un juego determinado y las palabras que utilizamos sólo tienen sentido dentro de las reglas aceptadas por los participantes de ese juago; no existen reglas "universales" para delimitar un buen uso de un mal uso en lo que atañe a diferentes juegos: es como si pretendieramos que un árbitro universal pudiera arbitrar todos los partidos de cualquier deporte en una olimpiada.
    Por todo esto, puesto que ese "dar testimonio" plantea tantas objeciones dentro de el léxico en que me muevo y tan pocos beneficios lo más adecuado es no tenerlo en cuenta. Pero entendiendo que eso que la filosofía moderna llama "saber" y yo lo tomo en términos mucho más seculares como "información" que un emisor produce a fin de conseguir una reacción predecible en un receptor, el problema queda superado dado que desaparece.
    Tu misma referencia a los nazis y a su intento de "vaciar" el lenguaje para usarlo a conveniencia puede ser convertida en un ejemplo clarificador de mi postura, más que en un reproche. El hecho de que los Nazis puedan hacer eso, puedan usar el lenguaje precisamente en el sentido en que yo vengo a describir, a algunos como tu les parece un modo perverso y falseador de una actividad digna, la pasión del conocimiento, y a mi me parece un ejemplo vivo de lo que es el lenguaje, una acción destinada a producir respuestas predecibles en los receptores. Los nazis lo trataron así, pero no sólo ellos, también lo hace la Rusia de Stalin, la Cuba de castro o las democracias americanas o europeas. Lo que es terrible no es el falseamiento, sino lo que se pretende conseguir del receptor cuando se transmiten ciertas informaciones. El criterio de "ideología" es, por tanto, completamente inútil.
    Y tienes razón cuando me reprochas el hecho de que sienta como ridículas las afirmaciones de FP sobre el régimen cubano pero en mi defensa podría usar dos argumentos distintos (me debato entre cual es más sincero): podría decir que aunque juego a un juego que tiene unas reglas, también puedo jugar a otro que tiene otras. O podría decir que lo que me parece ridículo es el mantenimiento de un léxico que tiene tan poca utilidad.
    También tu tendrás que contestar, si como creo vas a reiterarte en la defensa del léxico moderno-racionalista varias cosas:
    - ¿cómo es posible "testimoniar"? ¿en qué consiste? (siempre defiendes la referencialidad del lenguaje pero hasta el día de hoy sólo te he visto usar la poesía-retórica para hacerlo, nunca el léxico racionalista. Quede claro que señalar esto no constituye un reproche; al contrario tengo en alta estima el discurso poetizado, o lo que es lo mismo, creo en una distinción muy laxa entre poesía y filosofía)
    - ¿es posible un testimonio verdadero que incorpore intencionalidad? (¿se puede hablar de un conocimiento meramente "teórico"?
    - ¿existen criterios para distinguir un testimonio verdadero del que no lo es? ¿cuáles son? (¿existe un árbitro universal?)

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  6. Edu, evidentemente no estamos de acuerdo, pero no por ello nos dejamos dar por vencidos.


    En primer lugar, creo que el mismo achaque que tú me haces a mi podría ser dirigido a tu postura: me haces respoonsable de no hablar tu mismo lenguaje y, por ello, de que no podamos entendernos en este punto...¡claro! ¡es precisamente en esto en lo que descansa nuestro desacuerdo! Sería más fácil que estuviéramos de acuerdo, pero no lo estamos. Según tu misma postura, si tú hablaras mi lenguaje tampoco habría problema.
    En segundo lugar: aceptas una multiplicidad de "juegos de lenguaje" dotados cada uno de ellos de usos distintos pero -corrígeme si no te entiendo- de valor equivalente. Según tu postura, no hay un lenguaje o un uso de él privilegiado, sino que todos se caracterizan por una función operatoria definida y válida para su ámbito. Lo que me fascina es que, aceptando la equivalencia de usos del lenguaje, de tus palabras parece seguirse que únicamente lo que llamas lenguaje "racionalista" se configura como un "error". Dado que de tu teoría se sigue que conceptos como "error" y "falsedad" han de ser completamente absurdos -o eso entiendo yo- ¿cómo justificar su uso - aunque sea implícito- en este caso? SI bien aceptas que el lenguaje pueda tener una dimensión referencialista, dices que sólo en una medida casi insignificante, pero, ¿no estás tú, precisamente, haciendo referencia con tu lenguaje a ese lenguaje que criticas por referencialista?
    Ya sé que el lenguaje no se vacía en la referencia, y que no todo "uso" se vuelca en lo que llamé el "testimonio", pero sólo defiendo que eliminar dicha función lo convierte en una realidad amputada y, para mi parecer, inservible. No soy tan ingenuo como para pensar que existe un conocimiento puro y virginal, lejos de los intereses y el ruido del mundo, pero eso no quiere decir que el conocimiento no exista. Lo mismo podría decirse sobre la verdad. Si el lenguaje no se dirige a desvelar lo que existe creo que se convierte en una vana logomaquia. Un juego, sí, pero un juego vacío. Sé que esto exige un desarrollo muchísimo más amplio, pero, para eso, este espacio es insuficiente; tus preguntas son muy pertinentes, pero vienen a coincidir con ese cúmulo de cuestiones que reunimos bajo la denomi9nación de "historia de la filosofía" y que me veo incapaz de responder ahora. QUizás podamos empezar por Platón.


    En tercer lugar, no me convence tu concepción etológica por que me parece lastrada por cierto ánimo reduccionista de, como decían los clásicos, "explicar lo superior por lo inferior". Explicar el lenguaje por lo que tiene en común con otros tipos de comportamiento supone, creo, dejar inexplicado todo aquello que lo distingue y caracteriza como una realidad peculiar y reconocible. Creo que supones de entrada que el lenguaje se identifica con el genérico "comportamiento", pero habría que explicar también qué diferencias específicas fundan que sea, precisamente, un tipo distinto y distinguible de comportamiento.

    Cuarto (creo): Afirmas que lo terrible del lenguaje nazi o soviético no es la falsedad, sino las consecuencias de su uso. Yo creo que esas consecuencias son fruto de la elusión en el lenguaje de la distinción entre "verdad" y "falsedad", o, más bien, la refundación de tales categorías sustituyendo la centralidad de la relación con respecto al mundo por una relación con respecto al poder. El triunfo de estos lenguajes no prueba, creo, que estos regímenes hayan dado con la "auténtica función del lenguaje", sino sólo que el lenguaje es, como todas, una realidad susceptiblñe de manipulación, y que la manipulación del lenguaje termina siempre refiriendo a una manipulación de la realidad, es decir, a una referencia necesaria.

    (tengo que dejarlo... no me da siquiera tiempo a leer lo que he escrito, así que, quizás, no sea fácil entender qué quiero decir.... ¿lo sé yo mismo?.. proseguiremos)

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  7. Bueno... planteas objeciones serias a lo que digo, pero creo que algo puedo decir para aclarar mi postura y, de paso, defenderme.
    1º. De mis palabras deduces que yo afirmo que el lenguaje racionalista es un error, lo que se contradice con mi decisión de afirmar que no existe un uso privilegiado del lenguaje. En realidad esta aparente contradicción se disuelve cuando se utilizan otras palabras. Por ejemplo, me parece poco adecuado usar en los términos que me achacas el término "error". Este término parece hacer alusión a que hay un lenguaje que acierta frente a uno que no lo hace. Por supuesto este acierto supongo que tu lo entiendes en términos representacionales: es más acertado un lenguaje que describe más verazmente la realidad. Pero está claro que mis pretensiones no van por aquí. Yo concibo el lenguaje al modo como lo hace Davidson, como una herramienta que nos permite hacer algo; diferentes lenguajes se pueden comprender como herramientas con distintos usos. En estos términos hablar de una herramienta más verdadera que otra resulta absurdo, pero no el hecho de concebir que algunas herramientas son más provechosas según para qué cosas. Si quiero establecer un sistema de dominio que anule en lo posible las diferencias individuales, el discurso nazi es mucho más útil que, por ejemplo, el léxico socialdemócrata. Es en este sentido cuando afirmo que el lenguaje moderno-racionalista resulta poco útil cuando tratamos de resolver problemas MUY REALES, como es el caso de la política o la ética. Sin embargo fue muy útil cuando se trató de liberar a la sociedad del dogmatismo religioso por cuanto implicaba un uso autónomo de lo que, modernamente, podemos llamar “razón”. Ahora bien, algunos productos de este mismo léxico, como puede ser el concepto marxista de “ideología” que es precisamente el que tu manejas, entorpecen precisamente un modelo político y social preferido por ti y por mi.
    2º. Me reitero en considerar que el lenguaje es un tipo más de comportamiento. Tal vez, como dices, esta consideración es reduccionista por cuanto reduce el lenguaje a la pura contingencia. Sin embargo, lo que a ti te parece un reproche, a mi me parece una virtud: el lenguaje/conocimiento, es un producto contingente y humano (demasiado humano) que en modo alguno puede levantarse por encima de si mismo y convertirse en un producto que va más allá de su propia contingencia. No hay un conocimiento verdadero de nada, sino un producto y una acción humanas, motivadas por unas circunstancias concretas, unas necesidades también bien concretas y MUY REALES. Esto que reconoces en mis palabras como “reduccionismo” yo lo entiendo, más bien, como un “reconocimiento de los propios límites”. Y añado como reproche que si bien yo “reduzco” tu actúas de forma acrítica, tratando al lenguaje como hacía la filosofía griega o la religión cristiana: una vía privilegiada de acceso a la verdad. El mío es un pensamiento ateo, pero el tuyo no.
    3ª Tu cuarta objeción no me parece de peso, supongo que debido a las prisas con que respondes; es habitual, respecto de una realidad como el lenguaje, la música, la sexualidad, la política o lo que se nos antoje, actuar de moralistas que prescriben un buen uso y un uso desviado; pero hasta donde yo creo, incluso la mala música es música y establecer los criterios por los cuales distinguimos una de otra nos lleva a unas inevitables y eternas tablas. Decir que los Nazis fueron unos maestros en el uso de la propaganda, el falseamiento y el adoctrinamiento, es decir muy poco cuando encuentras esas mismas prácticas en una democracia liberal, es más, en cualquier democracia. En esto, como he señalado, dan en el blanco los teóricos de Frankfurt al “desvelar” que también las democracias se pueden comprender como mecanismos de dominio. Al respecto me remito a Rorty cuando afirma que en una democracia liberal nos compensa el hecho de la dominación con la disminución real del dolor, algo que, por ejemplo no estarían dispuestos a admitir ni Foucault ni la misma escuela frankfurtiana.

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