Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

martes, 20 de abril de 2010

Pederastia e ironía.
Borja Lucena

La pasada semana a un cardenal se le ocurrió decir una gran chorrada. Con el fin de hacer frente a las acusaciones contra la Iglesia, el cardenal Bertone señaló algunas investigaciones que vinculan pederastia y homosexualidad. Lo que más me llamó la atención de todo esto no es la existencia de investigaciones de este tenor -pues ya se sabe que, en cuanto a "investigaciones científicas" se refiere, escoja usted la que más le convenga-, ni la piadosa sustitución de la creencia en la palabra de Dios por la fe en la Psicología. No, lo que me maravilló de todo esto fue la capacidad que tienen ciertas chorradas para permitir detectar otras de uso cotidiano. El cardenal, al decir esa imbecilidad, hizo a su vez evidente que el usual argumento que relaciona el celibato de los sacerdotes y la pederastia está a la misma altura majadera.

Aquí todo el mundo se contradice, y yo estoy con Sócrates en que lo peor que uno puede hacer, peor que llevar la contraria a todos los demás, es estar en desacuerdo consigo mismo. En primer lugar, uno de los fundamentales centros del cristianismo es la libertad y la responsabilidad personal que la acompaña. Las acciones no las cometen los sistemas, ni "la sociedad", ni fantasmales entes caracterológicos como "la homosexualidad"; los actos los llevan a cabo los individuos, y son ellos los que han de responder por lo que hacen. Evitar el núcleo libre del alma humana y otorgar responsabilidad a poderes misteriosos que operan a su espalda es tan poco cristiano como estúpido pretender que "la Iglesia" es la culpable de violar y abusar, como si una institución tuviera manos y ojos viciosos.

Al otro lado, en ese frente de límites difusos que suele denominarse progresismo, las cosas son también muy poco socráticas. El domingo leí, como hago habitualmente, el diario "Público" y encontré un clamor escandalizado contra las palabras del cardenal; en la fraseología habitual, los columnistas progresistas se revolvían contra ese ataque desmesurado a la dignidad humana, contra la discriminación referida a la opción sexual; se revolvían contra las fuerzas reaccionarias, el fascismo y la inquisición rediviva... bueno, más o menos lo de siempre. No obstante, sin el menor cargo de inconsistencia, el mantra mil veces repetido seguía siendo el domingo el de los últimos tiempos: el celibato es responsable de la pedofilia de los curas y la iglesia ha de convertirse en una ONG como otra cualquiera....... Sócrates, repentinamente sorprendido, preguntó: "Pero, si aceptamos que esa cosa cursi de la opción sexual no tiene nada que ver con la pederastia cuando a la homosexualidad se refiere, ¿ por qué el celibato sí? ¿ Es que no es una opción sexual?"

sábado, 3 de abril de 2010

Cuatro aforismos.
Borja Lucena

1. La naturaleza es la potencia de crecer, y eso es lo que deja ver el arte como su falta. El arte es incapaz de ser desnuda naturaleza porque en última instancia no puede dejar de ser cosa. Existe ese gran abismo que intenta ser salvado a través de las imágenes, los significados y las metáforas; la metáfora, por ejemplo, hace crecer las cosas, pero nunca tiene raíces que la alimenten y la agarren al suelo. Sustituye las raíces por el suelo fértil de la fantasía, pero eso exige ya el concurso de un alma que morirá. El arte que más se acerca a la potencia natural de crecer es la música. Pero la música también muere.

2. Lo sospechoso de tantos poemas dedicados a la muerte es que están escritos para que los lean los vivos.

3. Lo fraudulento del discurso dirigido contra la política de guerra sin cuartel al terrorismo: donde el pacifismo fundamentalista ve una obsesión por la seguridad no está más que contemplando la proyección de sus propias fijaciones, pues no hay nadie más enfermizamente aferrado a la seguridad que aquel que desiste incluso de luchar por lo que legítimamente le pertenece.

4. El trabajo del psicólogo es injustamente denostado, cuando es quizás el más difícil que nadie pueda afrontar: procurar hacer soportable una vida sin Dios.