Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Para qué sirve la filosofía?
Oscar Sánchez Vega

Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de ésta una cosa vergonzosa. Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza del pensamiento en todas sus formas. 
Gilles Deleuze

No me cabe duda de que todos los que nos dedicamos a la enseñanza –de la filosofía, claro está- hemos tenido que hacer frente repetidas veces a este interrogante. Las posibles respuestas son muchas y no pretendo aquí hacer una recopilación o clasificación de las mismas. Yo, en ocasiones, por pereza y por salir rápido del atolladero, he recurrido con frecuencia a las ingeniosas palabras de Deleuze que encabezan este texto.

En todo caso el objetivo de las presentes líneas quiere ser más preciso: justificar, si es posible, la presencia de la filosofía en el currículo de Bachillerato.

En primer lugar deberíamos reconocer la pertinencia de la interrogación que da título a esta entrada y de la sospecha que subyace: aparentemente no sirve –no servimos- para nada. La defensa habitual pasa por dos líneas de argumentación:
  1. Reconocer la inutilidad de la filosofía, pero insistir, con Aristóteles, en que todo lo realmente valioso no “sirve” para nada. Como dice agudamente Savater, “servir” viene de “servil” y la filosofía no es una disciplina servil sino señora.
  2. Presentar la actitud crítica o el pensamiento crítico -sea esto lo que fuere- como una “competencia” que precisa de la existencia de esta asignatura para germinar en las dúctiles mentes de los adolescentes. Esta opción suele ir acompañada de “aderezos” tales como propiciar el autoconocimiento, forjar ciudadanos, enseñar a argumentar, etc.
Últimamente tiendo a pensar que defender la segunda respuesta es del todo impertinente. Es una fatua presunción reservar para nuestro gremio el privilegio del pensamiento crítico, como si los demás precisaran de nuestras agudas observaciones para curarse del dogmatismo. Lo mismo cabe decir del autoconocimiento o el arte de la argumentación. (Me resulta especialmente bochornoso –viendo como está el patio- presentar a nuestro colectivo como maestros en el arte de argumentar.)

Es preciso reconocer que la primera opción, defender la “inutilidad” de la filosofía, es una respuesta ocurrente e ingeniosa; además ofrece el consuelo de la compañía de otras disciplinas, literatura, arte, latín, historia…, que se encuentran en una situación semejante. Esta opción nos lleva a pensar la filosofía dentro de un contexto más amplio, lo que podríamos llamar una “formación humanística”, lo que, a mi modo de ver, es una forma adecuada de plantear este asunto y encaja bien con los hechos puesto que los ataques a la asignatura de filosofía han ido acompañados generalmente de otros tantos al latín o la historia, por ejemplo.

Hace algunos años, en el 2005, hemos tenido ocasión de ventilar este asunto con ocasión de la implantación de la LOE, que traía consigo, en el proyecto inicial, poco menos que la supresión de esta asignatura del currículo de Bachillerato y la implantación, en su lugar de la Educación para la Ciudadanía, lo que provocó la airada reacción del algunos humildes profesores y también la de algún prócer entre los que recuerdo a Adela Cortina y Eugenio Trías (con más tino el segundo que la primera, por cierto). La mayoría de las intervenciones, incluida en su momento la mía, incidían en la que he llamado segunda opción que hoy entiendo como desacertada. Sin embargo la defensa de la “inutilidad” de la filosofía me parece más retórica que efectiva.

Pero en esta historia falta un ingrediente fundamental, una vigorosa línea de argumentación que consiste en otorgar a la filosofía -con Ortega y Bueno- un carácter sustantivo: la filosofía es un saber peculiar que trabaja con Ideas. Intentaré presentar algún argumento dentro de esta tradición que apunte en la misma dirección.

La filosofía habría de completar un proceso que comienza en primaria con la asignatura Conocimiento del Medio. El niño encuentra en esta asignatura una primera exposición sistemática del mundo en el que vive. Obviamente tal exposición es muy elemental y somera por lo que, en etapas posteriores, la asignatura desaparece y es sustituida por otras: Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, principalmente, que dan una respuesta más diferenciada y precisa a los objetivos planteados en la asignatura de primaria. Podemos entender todo el currículo de secundaria y del Bachillerato en este contexto. Y hete aquí que llegamos al meollo del asunto: ¿qué sentido tiene la asignatura de filosofía en el Bachillerato? Pues, puede ser, profundizar y continuar ese largo proceso que ha comenzado en primaria: el conocimiento del medio. Entendiendo, claro está, que el medio no es sólo el entorno natural o social en el que nos desenvolvemos. También estamos rodeados de ideas que no son, como sostienen los platónicos, eternas e incorruptibles sino históricas y contingentes. Pero, como las meigas, haberlas haylas. Solo hay que saber mirar.

El lector seguramente ya sabe a dónde pretendo llegar, o más bien regresar: a Platón. Encontramos en Platón y en el Mito de la Caverna la mejor justificación de la filosofía en el Bachillerato. Ya sabemos que para el filósofo ateniense educar no es “infundir vista a unos ojos ciegos” sino más bien aprender a dirigir la mirada (“que no está vuelta ni mira adonde es menester”). El adolescente, como todos nosotros, está rodeado de ideas que no ve: democracia, libertad, materia, hombre, razón, bien, justicia, verdad, etc. Estas ideas, lo quiera o no, lo sepa o no, condicionan su vida (en nombre de alguna de ellas ha tenido que cursar Educación para la Ciudadanía en secundaria, por ejemplo) Aquel que no ha estudiado filosofía está capacitado para el pensamiento crítico… ¡faltaría más!; pero el que tiene un barniz de filosofía (para decirlo con Russell) puede captar mejor las ideas, está entrenado para reconocer su origen, detectar contradicciones entre ellas y obrar en consecuencia. Es tan simple como esto: la filosofía describe el mundo en que vivimos. Como el resto de disciplinas; ni más, ni menos.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Sobre la ideología en Marx (V).
Borja Lucena

Sólo en un orden de cosas en que no haya clases ni antagonismos de clases las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas.
Miseria de la filosofía


La catalogación de Marx como maestro de la sospecha es aceptable, pero sólo llegará a ser completa cuando seamos capaces de señalar al mismo tiempo sobre qué confianza fundamental está construida esa sospecha. La visión suspicaz arrojada por Marx sobre el mundo de los asuntos humanos está precisamente levantada sobre la confianza en sus propias certezas y previsiones con respecto al transcurso del tiempo, en su triple suposición de que la historia se despliega de acuerdo a una necesidad inmanente que determina todo acontecimiento, de que es posible alcanzar el conocimiento de esa necesidad -y, por lo tanto, de lo que aún está por ocurrir-, y, finalmente, de que él mismo está en posesión de ese conocimiento.

Uno de los oráculos nucleares contenidos en el anuncio de la sociedad comunista es la remodelación de todo lo que históricamente ha sido la vida común de los hombres, y, por ello, la transformación sin resto de la vida política. Una nueva política ha de nacer sobre las ruinas de la existente, un nuevo modo de relacionarse los hombres entre sí que deje atrás los trabados hasta hoy. Esta nueva política, cuyo advenimiento Marx profetiza, se presenta como la realización de un antiguo proyecto filosófico, un proyecto largamente acariciado y querido por muchos que vivieron antes de Marx –empezando seguramente por el mismo Platón-: el proyecto de una política que ya no necesite de la política. Una nueva política se inaugurará en el momento en el que los hombres tomen el control de su vida social, una política presidida por la emancipación y la reconciliación de las escisiones en las que la vida humana se venía desangrando. Lo crucial de la política de la humanidad emancipada, tal y como es representada por Marx, es que refiere un estado de lo político en el que se haya superado la política misma –todo ese magma desordenado de intereses contrapuestos, de disensiones, de equivocidad, de palabras y acciones irreductibles, de desgarros meramente aparentes que esconden y distorsionan la unidad inevitable de los intereses humanos -. La política de la liberación da cuenta de una humanidad unificada, coordinada, lo que es decir: liberada de la política.
Cuando en el curso del desarrollo hayan desaparecido los antagonismos de clase y toda la producción esté concentrada en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político (…). La antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus conflictos de clases, da paso a una asociación en la que la libre realización de cada cual es la condición que hace posible la realización de todos.
Manifiesto del Partido Comunista

En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya a las clases y su antagonismo, y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de clase dentro de la sociedad civil.
Miseria de la filosofía
Marx describe el tránsito que recorren las sociedades humanas desde un orden arcaico, simple, de carácter cuasinatural, hasta una organización compleja, nutrida de todo tipo de contradicciones y de la resolución de esas contradicciones. Sociedad asiática, esclavismo, feudalismo, capitalismo… El término de tal deambular, término en el que serán canceladas definitivamente las contraposiciones y el hombre se reencontrará consigo, es la organización racional y planificada que constituye el acta de nacimiento del auténtico sujeto de la historia –la humanidad organizada- y de defunción del aparente sujeto que era el individuo aislado, solo, desorientado y preso de lo circundante. Del orden rudimentario e inconsciente, la humanidad es conducida –a través de innumerables penurias- a un orden racional y completamente dueño de sí. La lucha ciega de la humanidad por llegar a ser sí misma alcanzará fruto en la consecución de un orden definitivo, una sociedad en la que los hombres se pertenezcan por fin a sí mismos y hayan cancelado la aparente independencia de la realidad. Sólo en este momento, afirma Marx, comenzará la verdadera historia de la humanidad. Todo el tiempo anterior, el tiempo de preparación y maduración que culmina en los antagonismos -enconados hasta el extremo- de la sociedad burguesa, es la prehistoria de la humanidad. La política –en tanto forma de aparición de conflictos pertenecientes a la base material de producción y reproducción de las sociedades, en tanto apariencia de esos conflictos- pertenece como tal a la prehistoria humana, a un estado de cosas en el que los hombres no son capaces de abolir realmente esos antagonismos. Como apariencia de conflictos que no pueden ser resueltos en su seno, la política es para Marx una ilusión, una región etérea en la que se representan intereses que toman el lugar de los auténticos enfrentamientos, estrictamente materiales y situados en la esfera de la producción, que impulsan el movimiento histórico hacia su culminación; es la representación de falsos intereses que emergen de la falsedad misma de una realidad separada de sí misma. En la política, es decir, en la toma de partido por determinados intereses particulares que enfrentan a unos y otros grupos agrietando lo que hay de unidad en la especie humana, el hombre está alienado, no se pertenece a sí mismo, así como en la ilusión religiosa cree pertenecer a otro –a Dios- como consecuencia de no pertenecerse real y materialmente a sí mismo.

El hombre es su propio mundo, Estado, sociedad; Estado y sociedad que producen la religión como conciencia tergiversada del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión es (…) la realización fantástica del ser humano, puesto que el ser humano carece de verdadera realidad. Por lo tanto, la lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra este mundo al que le da su aroma espiritual (…) La religión es el opio del pueblo. La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la exigencia de que éste sea realmente feliz. (…) La crítica del cielo se transforma así en crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho, la crítica de la teología en crítica de la política.

Introducción a la crítica de la filosofía del derecho
La imagen de la política ofrecida por Marx es la de una desfiguración, porque mientras se entregan al juego de lo político los hombres permanecen siervos de las condiciones reales de vida que los aprisionan y recluyen en la representación de la apariencia. Es por esta razón por la que, desde un punto de vista marxiano, la única política emancipatoria es la que suprime la política para dar paso a la administración técnica de las cosas.
El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción.
Engels, Anti-dühring
¿En qué consiste tal supresión de la política y cómo puede darse? La cuestión estriba en que la política supone sólo una representación de la contraposición fundamental que desgarra las sociedades, por lo que la resolución de los antagonismos reales, materiales, en que descansa esa escisión entre clases sociales ha de significar la supresión de todo antagonismo. La necesidad del todo social, su organización y planificación racionales, absorberá y articulará los intereses de la colectividad sin fragmentarlos; la miríada de intereses y aspiraciones contingentes de las agrupaciones humanas también contingentes ha de disolverse al encontrar su propia necesidad. Solamente la organización es capaz de suprimir el acaso por el que los individuos ocupan un lugar u otro en la sociedad, un lugar meramente particular y contingente al que se adhieren de forma automática intereses y voliciones particulares, contingentes y enfrentadas a las de otros. Con la unidad material –con la reconciliación real dada en el proceso de producción al que las sociedades se deben- desaparecerá toda otra fragmentación, incluida la del pensamiento; desaparecerá también el estado de la humanidad en el que la política tiene sentido, aquel estado de caída en que el poder del hombre sobre las cosas es sólo un sueño porque lo existente da cuenta del poder de las cosas sobre el hombre.
El comunismo (…) retorno total del hombre para sí en cuanto hombre social (…); es la verdadera solución del antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la verdadera solución de la lucha entre existencia y esencia, entre objetivación y afirmación de sí, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y se conoce como esta solución.
Manuscritos económico-filosóficos, III

La política ha de disolverse al disolverse el estado de cosas en que está basada su existencia –un estado de los asuntos humanos atravesado por la contingencia y la arbitrariedad, por la irracionalidad del predominio de intereses particulares y enfrentados entre sí, por el desorden de aspiraciones-. Si la política es la expresión del estar arrojado del hombre, de su aparecer fragmentado, la organización manifiesta la forma en que se restañan las discontinuidades, se curan las heridas, se reúnen las partes separadas, ya que supone la adopción del punto de vista del todo –único efectivo- frente a la desorientación propia de la multiplicidad de perspectivas parciales. El comunismo es, en este sentido, la buena nueva de una no-política, el anuncio de un tiempo en el que los hombres ingresen en una realidad que no necesite de política porque ha borrado su carácter partido y troceado, porque ha dejado atrás el dolor recurrente del conflicto y el aislamiento de los hombres, porque se ha adecuado a un transcurrir automático guiado por la nuda necesidad. La política sólo tiene sentido en relación a acciones y palabras de consecuencias imprevisibles, marcados por el hierro equívoco de la probabilidad y la contingencia; eliminado lo probable, eliminado lo eventual, la política ha de evaporarse como se disuelve lo que carece de necesidad.
La conclusión del período político de la humanidad significa en Marx el término de una de las más arraigadas mistificaciones a que los hombres se abrazan; como todas ellas, la mistificación política se sustenta sobre la ignorancia de las condiciones reales de vida y la falta de control sobre ellas; depende de que la existencia se manifieste como algo enigmático y opaco que parece escapar por completo al dominio humano. El advenimiento de la humanidad organizada, al racionalizar y colonizar todo ámbito de la realidad, suprimirá sus lugares oscuros, sus enigmas y misterios amenazadores, y prestará al mundo del que se posesionan los hombres el carácter de la transparencia y la familiaridad. En la realización práctica del mundo organizado se reunirán para Marx, por fin, el trabajo humano y el dominio de sus productos, los medios y los fines, la libertad y la máquina.

jueves, 3 de marzo de 2011

Sobre la ideología en Marx (IV).
Borja Lucena Góngora

2- El hombre es productor de la realidad y está dotado de la capacidad de someter el devenir material a planificación y ordenación racionales.

Tenemos la imagen del hombre arrojado, del hombre preso de estructuras y procesos que le gobiernan de manera independiente a su voluntad. Un hombre que cae en un mundo ya en marcha, un mundo que le reserva un lugar en el que por necesidad hace lo que tiene que hacer. Pero tenemos también la promesa de la ruptura con la contingencia del estado de caída de los hombres, la intuición de una fuerza que les permita hacerse con el mando de las relaciones sociales y mundanas, de acometer una reorganización consciente de la sociedad (El capital, III).

La dependencia total (…) se convierte, gracias a la revolución comunista, en el control y la dominación consciente sobre estos poderes que, nacidos de la acción de unos hombres sobre otros, hasta ahora han venido imponiéndose a ellos, aterrándolos y dominándolos, como potencias absolutamente extrañas.
La Ideología Alemana
, I; Sobre la producción de la conciencia.
Ahora bien, es importante notar que la promesa de liberación enunciada por Marx no se presenta como una vacía promesa utópica, como una ensoñación leve y emancipada con respecto a lo real, sino que hace valer su autenticidad en la exigencia, no de apartarse, sino de profundizar en la realidad, sumergirse más en ella, insertarse sin resto en la necesidad para que de ella surja una libertad realizada. La promesa marxiana no quiere describir movimiento alguno de separación con respecto a lo existente, sino que pretende fundarse en ello, en su desarrollo y causalidad propios. Es preciso, entonces, contemplar la forma específica que adquiere la libertad realizada, es decir, el modo en que llega a adquirir los atributos de realidad propios de lo necesario. La lectura de los diversos textos de Marx ofrece una pintura de la libertad en la que ciertas palabras-trazos se repiten insistentemente, se repiten hasta formar una constelación precisa y poderosamente significativa en la que ha sido depurado todo lo simplemente accesorio. Planificación, control, poder, consciencia, racionalidad, organización, dominio.
El poder de la relación de la oferta y la demanda se reduce a la nada y los hombres vuelven a hacerse dueños del intercambio, de la producción y del modo de su mutuo comportamiento
El comunismo (…) por primera vez aborda de un modo consciente todas las premisas naturales como creación de los hombres anteriores, despojándolas de su carácter natural y sometiéndolas al poder de los individuos asociados.
La comunidad de los proletarios revolucionarios, que toman bajo su control sus condiciones de existencia y la de todos los miembros de la sociedad.

La ideología alemana, I.

El reflejo religioso del mundo real únicamente podrá desvanecerse cuando las circunstancias de la vida práctica, cotidiana, representen para los hombres, día a día, relaciones diáfanamente racionales, entre ellos y con la naturaleza. La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia que son a su vez, ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia evolutiva.
El capital, I
El sentido de la libertad marxiana, nutrida de esos centros significativos, se ofrece como dominio de los hombres sobre el entorno natural y social, y su ejercicio concreto, entonces, no es otro que el del trabajador-técnico, el demiurgo, que se sirve de la realidad mundana como material de trabajo e instrumental operativo. La libertad realizable –no la propia de las ensoñaciones utópicas- toma la consistencia del señorío técnico sobre la naturaleza y la sociedad, lo que es la única forma en la que el objeto se pliega verdaderamente al control humano al convertirse en lo producido por su actividad. La figura del hombre libre, del hombre por fin realizado, no es ya, en suma, la del héroe griego; tampoco la del asceta cristiano. Es la del técnico.

La labor del técnico es la asimilación. La técnica pone fin a la autonomía o independencia del mundo –fin al carácter no dominado de la naturaleza que se presenta como una constante amenaza- haciendo de la realidad entera momento de un proyecto. El hombre es libre cuando se realiza en el mundo, cuando ha suprimido la resistencia que éste presenta a la voluntad racional humana, cuando ha eliminado su carácter extraño, ajeno, y ha hecho de él medio de su propia realización. Marx lo dice, y como un eco resuena Hegel: la naturaleza es, en rigor, obra humana, aunque durante la historia transcurrida sólo lo haya sido en sí, sin aparecer como tal y sí más bien como un poder opuesto. La naturaleza, que siempre se ha presentado como potencia indócil e indoblegable, aparece ahora como lo que verdaderamente es: cuerpo inorgánico del hombre (Manuscritos económico-filosóficos), prolongación de su existencia, material de realización de su libertad. La abolición de la otredad de la naturaleza a través de la elaboración y la previsión técnicas redescubre para el hombre organizado su sí mismo, pues la naturaleza llega a revelársele también como sí mismo. En el acceso a su realización, los hombres organizados técnicamente cancelan todo afuera, toda realidad externa, lo que quiere decir que suprimen la alienación en que vaciaban sus vidas.
Lo que crea el comunismo es precisamente la base real para hacer imposible cuanto existe independientemente de los individuos.
La ideología alemana
, I
El ojo se ha convertido en ojo humano, lo mismo que su objeto es un objeto social, humano, que proviene del hombre para el hombre (…) la cosa misma es un comportamiento objetivo del hombre consigo mismo y con los hombres y viceversa.
Esta producción es su vida activa como especie; mediante ella, la naturaleza aparece como su obra y su realidad (…) porque él no se reproduce ya sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activamente y en un sentido real, y contempla su propio reflejo en un mundo que él ha construido.
Manuscritos económico-filosóficos, I

Con el fin de que nada de lo existente escape al círculo existencial del dominio y la voluntad, para hacer desaparecer para siempre cualquier poder alienante capaz de subyugar la vida de los hombres bajo la ley de lo ajeno, la relación de éstos con el mundo ha de darse en la forma de la planificación atenida a las categorías del cálculo. En el plan el hombre organizado es único dueño de su destino, pues ni siquiera el futuro escapa a su designio. Únicamente la previsión racional –capaz de ordenar el movimiento de lo real- permitirá alcanzar un estado de la humanidad que verdaderamente haya dejado atrás la servidumbre que significa la autonomía alienante del mundo; la técnica, la organización, el plan proyectado a la realidad presente y futura, manifiesta al hombre como completa creación de sí mismo que a nada ajeno debe su ser. Tras la liberación de lo ajeno en su forma espiritual –los dioses-, acometida por el ateísmo, el poder de la organización liberará al hombre de toda dependencia real.
Un ser no se considera independiente mientras depende de otro; y sólo deja de depender cuando se debe su existencia (Dasein) a sí mismo.
Manuscritos económico-filosóficos, I
Marx ha contemplado el mundo de los hombres, ahora arrojado y caído, y ha descubierto en él un poder capaz de convertirlos en dueños de su existencia. La prueba de este poder –ante el cual no resiste límite alguno; ante el cual no hay barrera que impida el paso- es, según el mismo Marx constata, que no lo ha extraído de su imaginación ni del deseo; la prueba de la efectividad de este poder es su existencia real en el mundo capitalista, que ha demostrado que los hombres pueden producir su mundo sin someterse a leyes extrañas a las de su propia producción, que ha puesto en claro que es posible borrar –a través del trabajo industrial organizado racionalmente- cualquier potencia o dimensión del mundo que pretendiera mantenerse, como realidad autónoma u otra, a salvo del dominio humano. El problema presente en el capitalismo no es el industrialismo o el hecho de la producción fabril; el problema es que en él los hombres no han llegado aún a asumir en la práctica ese poder que tienen, de modo que no han accedido a extenderlo de forma exhaustiva a toda parcela de lo real, recluyéndolo forzadamente en el ámbito cerrado de la fábrica. La lógica de la organización exige que todo esté organizado, que nada escape a previsión o sea dejado en manos del azar incontrolable, que es lo que sucede en el capitalismo –dado que, según la lógica de la alienación, todo lo que no está dominado está dominando-. El hombre desorganizado, el individuo que habita un mundo ajeno, ilimitado, incierto y amenazador, está condenado a pertenecer a las circunstancias y ser conducido por ellas a donde lleve el acaso. Está condenado a recibir sus golpes, a luchar sin esperanza contra fuerzas ciegas, a obtener sufrimiento y dolor, a vaciarse en una existencia carente de sentido o finalidad… No otra cosa significa en Marx el mercado, esa forma de distribución social de los bienes que no responde a regulación consciente o plan racional alguno, sino a una suerte de potencia aleatoria en la que se pierden los individuos aislados.
La sociedad civil actual es el principio consumado del individualismo; la existencia individual es el último fin: actividad trabajo, contenido, etc., sólo son medios (…) se trata de una división en masas de existencia efímera y cuya misma formación es arbitraria, carente de organización.

Crítica de la filosofía del Estado de Hegel
El mercado es, en Marx, el lugar privilegiado que señala la preeminencia de la contingente sobre la vida humana; pero la contingencia no es, a su vez, más que un tránsito histórico y circunstancial, un traje que pesa sobre los hombros de la humanidad, pero del que puede –y necesariamente debe- despojarse para reencontrar su auténtica carne. Y sólo cuando el sujeto de la historia deje de ser ficticiamente el individuo –ya que en rigor nunca ha sido sujeto- y lo sea la humanidad organizada y consciente de sí, será posible la consecución de ese mundo propiamente humano. Será posible el nacimiento de una nueva política.