Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

jueves, 14 de abril de 2011

Sobre la ideología en Marx (VI).
Tiempo y dialéctica.
Borja Lucena Góngora


"Contemplando su propio reflejo en un mundo que él ha construido."

Manuscritos económico-filosóficos.

La inversión de la filosofía operada por Marx es también una inversión de todas las categorías y jerarquías que gobernaron el mundo occidental desde la constitución de la filosofía y su conflictiva reunión con el cristianismo. Es también el trastocamiento de los supuestos que soportaron el pensamiento religioso y la noción de Dios. El texto que encabeza estas líneas, por señalar sólo un ejemplo, habla de la humanidad en los mismos términos en los que la tradición pudo hablar de un Dios forjador de la realidad. En este sentido, podemos comprender cómo una inversión radical del pensamiento occidental como la operada por Marx puede seguir siendo fiel a las mismas categorías con que se definió aquél, sólo que vueltas del revés. Siendo esto así, Marx enfrenta el mismo problema que la tradición filosófica medieval tuvo que afrontar al tratar de comprender la labor productiva de Dios, que no es otro que el problema que en entregas anteriores se me apareció como el crucial a la hora de comprender su filosofía entera: ¿es Dios (la humanidad) libre al producir lo real o está compelido por una necesidad que le exige sometimiento y obediencia? Comprender esto, tan crucial para comprender todo el sistema de las ideas marxianas, nos tiene que conducir de manera casi inevitable a intentar entender en qué consiste el tiempo en el que esa producción humana –o divina- de la realidad tiene lugar.

Comprender el tiempo desde la perspectiva de la producción, desde la convicción de que la realidad es producción de la realidad -tal y como procura Marx- quiere decir entenderlo como un proceso en el que llega a constituirse como real aquello que existía ya anteriormente en un estado de latencia pendiente de desarrollo; consiste entonces en tomar el tiempo como la realización efectiva de un programa en el que la libertad del productor y la necesidad inherente al material de la producción se entremezclan y copertenecen, mostrándose en última instancia como lo mismo. El pasado de la producción consiste en la aspiración a un futuro que ya está en él inscrito, como para el artesano están ya presentes en la aparentemente caótica masa de la arcilla los trazos y proporciones exactos de la vasija. De esta manera, Althusser tiene razón cuando habla de la imagen marxiana del pasado como un futuro anterior, ya que refiere a un aún no, algo que está pero necesita ser desplegado.
Un tiempo movido desde dentro por una fuerza irresistible y que produce él mismo su contenido (…) Un tiempo dialéctico empujado por su contradicción interna a producir su futura evolución y su resultado.
Althusser, L., La revolución teórica de Marx
La concepción dialéctica del tiempo se resuelve en la irrelevancia de la distinción entre lo pasado y lo por venir, puesto que su centro no es el simple transcurrir, sin más, sino la necesidad que lleva a la luz a aquello que ya estaba operando desde un principio. El tiempo dialéctico no es la mera medida del movimiento, no es un simple sucederse de momentos que se pierden en el pasado y sólo conservan la consistencia del recuerdo; en todo momento, según esta visión, se contienen por igual la totalidad del pasado y del futuro, porque es la totalidad la que ya desde siempre está actuando. El futuro ya actuaba desde siempre porque no es otra cosa que la aspiración desde la que emergió lo pasado, como claramente señala el siguiente texto:
La sociedad burguesa es la más compleja y desarrollada organización histórica de la producción. Las categorías que expresan sus condiciones y la comprensión de su organización permiten al mismo tiempo comprender la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas, sobre cuyas ruinas y elementos ella fue edificada y cuyos vestigios, aún no superados, continúa arrastrando, a la vez que meros indicios previos han desarrollado en ella su significación, etc. La anatomía del hombre es una clave para la anatomía del mono. Por el contrario, los indicios de las formas superiores en las especies animales inferiores pueden ser comprendidos sólo cuando se conoce la forma superior. La economía burguesa suministra así la clave de la economía antigua, etc.
Grundrisse, introducción.
El tiempo dialéctico es el despliegue de un contenido que antecede a todo despliegue, un despliegue atenido a lógica propia que lo conforma como realización de un sentido. En este preciso darse, la ontología del devenir temporal se aleja irremediablemente de la contingencia y es capaz de mostrar un mundo en el que cada momento se manifiesta con la necesidad que le otorga el ser parte de un proceso inevitable. Todo fragmento de tiempo –cada avatar transitorio en que se conforma un estado de cosas determinado- se inscribe en el curso necesario del desarrollo de lo real, y se despoja de su aparente contingencia al dotarse de la significación de la totalidad que realiza. El punto de vista de la filosofía consiste en la eliminación de la contingencia
Hegel, Lecciones de filosofía de la historia
El tiempo dialéctico, este tiempo que vuelve sobre sí mismo en cada uno de sus instantes, pierde así su condición aparente de yuxtaposición de fragmentos inconexos y casuales, y se presenta como una potencia única que está presente en todo cambio y actúa desde él; este tiempo deviene para Marx uno consigo en la historia humana –que es realización de un sentido- y su acabamiento. La historia no es una masa desordenada de acontecimientos, sino una ley inevitable y omnicomprensiva: la ley de afloramiento de las contradicciones y de su resolución. El tiempo histórico, que se escribe como gran epopeya de la humanidad, es el itinerario que lleva a los hombres de la pérdida total de sí mismos al reencuentro total consigo y con el mundo. La historia humana es la historia de la alienación humana y la de la recuperación de todas alienaciones.

miércoles, 6 de abril de 2011

Mentiras y gordas

Leer periódicos y libros de texto tiene el riesgo de hacer a uno tolerante a cualquier mala prosa, a la desgana en la narración, al descuido de las palabras y del ritmo en las frases. Esas lecturas nos enfrenta a la desolación de un lenguaje malvendido, desesperanzador y, como todo lenguaje carente de voluntad de estilo, profundamente mentiroso. Si, además, tenemos en cuenta que ambos medios pretenden aparecer -y con mucho éxito- como soporte de lo que realmente sucede, revelarse como esa verdad que hoy denominan "actualidad", deberíamos recomendar no leerlos más que en casos extremos de necesidad, y no sin las debidas precauciones. Y, sobre todo, mantener apartados a nuestros hijos de la mayor parte de manuales y material escolar como si de material radiactivo se tratara, hasta que hayan desarrollado los anticuerpos necesarios para hacer frente a epidemias enteras de intoxicación lingüística, fealdad contagiosa y mentira conveniente. Por poner dos ejemplos que me han salido al paso en los últimos días:

El primero:

"La quema de un Corán en EEUU causa otros diez muertos en Afganistán", en El País del pasado domingo.

Me causó bastante sorpresa la utilización casi surrealista de la categoría de "causa", que a estas alturas parece servir para todo. De hecho, así expresado queda muy progre, mucho más que decir, pongo por caso, "unos fanáticos terroristas asesinan a 10 personas con la excusa de vengar la quema del Corán por un payaso". Este tipo de titulares deben ser tenidos en cuenta para la redacción del libro de estilo del periódico, con lo que podríamos tener otros de esta naturaleza: "El aleteo de una mariposa en Pekín causa la invasión de Irak", o "La ojeriza de un palestino hacia los colores de la bandera de Israel causa un bombardeo en Gaza"...¿Estaría el redactor progresista dispuesto a firmarlos?

El segundo:

En el libro de "Educación para la ciudadanía" que a veces tienen que soportar mis alumnos en clase, escrito por José Antonio Marina, dice (y cito de memoria): "los partidos políticos son los encargados de facilitar y canalizar la participación política de los ciudadanos". A mis tiernos alumnos de segundo de la ESO les obligan a aprender -contra toda evidencia empírica- que los encargados de privatizar el poder, de alejar de su cercanía a todo aquel que no cuente con carné y visto bueno, de hacerlo propiedad de un estamento de profesionales del impuesto, la simonía y el clientelismo, favorecen la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Esta sí que es gorda.