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jueves, 14 de julio de 2011

Sobre la ideología en Marx (IX)

SER Y PENSAR, 2

Si bien es relativamente sencillo enunciar la propuesta de Marx en relación a la recuperación del pensamiento para la vida, no lo es tanto llegar a comprender, de modo que escape a la vaguedad, cómo se puede llevar a cabo esa reconciliación entre ser y pensar que el filósofo alemán señala como logro de la plenitud humana tras una historia entera de alienación, explotación y desdicha. Lo primero que salta a la vista es que la liberación del pensamiento es para Marx un efecto de la liberación de las fuerzas materiales y su productividad, a las que necesariamente responde.
La transformación de los poderes (relaciones) personales en materiales por obra de la división del trabajo no puede revocarse quitando de la cabeza la idea general acerca de ella, sino haciendo que los individuos sometan de nuevo a su mando estos poderes materiales y supriman la división del trabajo.
La ideología alemana
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El pensamiento es, según Marx, incapaz de emanciparse de sus ataduras a través de una actividad propia, y es la transformación material de las condiciones de vida la que podrá permitir que su relación con la praxis llegue a desplazarse desde la alienación al reconocimiento, desde el extrañamiento a la inserción efectiva en los procesos reales de la vida. La liberación del pensamiento sólo puede originarse a través de la liberación de la materia, de la desaparición de las múltiples trabas y separaciones artificiosas que obstaculizan el desenvolvimiento racional de las fuerzas de producción en la moderna sociedad burguesa. Esto es así porque, si es verdad que el centro del ser del hombre es la actividad productiva, es la liberación de la producción material misma la que ofrece la posibilidad de una realización de ése ser.
La producción por la producción no significa nada sino tanto como el desarrollo de la productividad humana, por tanto, el desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana como finalidad.
Teorías de la plusvalía  (citado en G. Lukàcs, Marx, ontología del ser social)
La primera de las barreras que paralizan la facultad humana de producir afecta a la condición del pensamiento de manera decisiva, y es la división del trabajo, división en la que se funda la organización social desde los balbuceos de la historia; Marx defiende que la conciencia del hombre está dividida, troceada en sí misma –lo que es lo mismo que decir que está separada de sí misma o alienada- como consecuencia del reinado de la división del trabajo.
La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etcétera.
La ideología alemana
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La conciencia, para Marx, sólo puede ser completa si la actividad del hombre es en sí misma completa; pero si en la vida práctica impera una actividad parcial o truncada –si los hombres producen de manera fragmentaria, reduciéndose a una insignificante parte del proceso productivo, a la repetición de los mismos movimientos y actividades que sólo incluyen un momento pequeñísimo de la fabricación del objeto- la conciencia ha de ser ineludiblemente parcial y truncada. Por esta razón, sólo a través de la anulación de la división del trabajo, sólo reconciliando la actividad humana con su propia totalidad, puede accederse a la reunificación del pensamiento en tanto que expresión de una actividad total que ha reencontrado su sentido originario.
Porque el trabajo, la actividad vital, la vida productiva, aparecen ahora ante el hombre únicamente como medios para la satisfacción de una necesidad, la necesidad de mantener su existencia física.
Manuscritos económico-filosóficos, I
En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, es pescador, pastor o crítico crítico, y no tiene más remedio que seguir siéndolo, si no quiere verse privado de sus medios de vida.
La ideología alemana, 1
Según se desprende de la posición de Marx, aboliendo la división del trabajo se trazará un solo movimiento en el que a su vez podrá fundarse la abolición del carácter dividido de la conciencia; por este movimiento, la nueva articulación del ámbito de la praxis ofrecerá nacimiento a una nueva articulación del campo de la conciencia que, dejando atrás su condición de extrañamiento, dejará también atrás el hecho de que en el día de hoy la conciencia universal es una abstracción de la vida real, y como abstracción se le contrapone antagónicamente (Grundrisse, citado por Prior Olmos en El problema de la libertad en el pensamiento de Marx). El reencuentro con el propio trabajo –pero un trabajo no esclavo, un trabajo que en la actividad productiva particular abraza la totalidad del proceso productivo y no sólo una parte aislada e ínfima- prestará a los hombres asociados el reencuentro con la propia conciencia y, a la vez, con el mundo circundante. En efecto, el trabajo es en Marx la mediación entre lo interno y lo externo, entre sujeto y objeto, entre yo y mundo, y, por esta razón, la actividad productiva es como tal la superación de todas las dicotomías abstractas que aquellos pares expresan; en la producción del mundo a través del trabajo la realidad interior es exterior, el pensamiento es mundo, el sujeto es objeto y el objeto es sujeto. La noción de un pensamiento cuya actividad es comprender es, por ello, ajena al pensamiento de Marx; la comprensión constituye únicamente una apropiación simulada del mundo, una fantasía que hace duradera la separación entre ambos. Sólo en el trabajo se apropia realmente el hombre del mundo, y únicamente en él reconcilia entonces su pensamiento con su realidad, porque sólo en él se da la coincidencia de la propia actividad con la vida material (La ideología alemana, 1).

En el deseo de liberarse del extrañamiento, el pensamiento da con que sólo encontrando un lugar en el proceso productivo en el que consiste la vida de las sociedades puede realmente encontrar su lugar en el seno de la vida humana; al insertarse en el trabajo, el pensamiento vuelve a ser recibido en la vida, y, a la vez, vuelve a adquirir tutela sobre su curso al reencontrarse con su totalidad. El desprecio exhibido por Marx ante la dimensión teórica del pensamiento –él, uno de los teóricos más descomunales del siglo XIX- surge de una teoría sobre la teoría, de una explicación del pensamiento que, no encontrando en éste su propio sentido, lo busca en esferas capaces de prestar asiento seguro a su frágil actividad. En su caso, es el trabajo –la actividad productiva- el que ofrece un sentido y una verdad a la actividad del pensamiento: desde la sola contemplación teórica el pensamiento sólo puede pensar que domina el transcurso de lo vivido, pero, en lo efectivo –dado que el gesto de la teoría es el de la separación con respecto a lo comprendido y, por ello, el de la pérdida misma de efectividad sobre ello- su parte sustancial ha de obedecer a los dictados de los poderes materiales de los que así se desentiende. Sólo al reencontrar su lugar en los procesos materiales de la vida, al ajustarse a ellos y cobrar presencia real en esos procesos, los hombres vuelven a hacerse dueños del intercambio, de la producción y de su mutuo comportamiento (La ideología alemana, 1).

La imagen, la sustancia misma del pensamiento sufre en Marx una revolución completa. El pensar no es ya facultad de comprensión, sino dimensión integrante de la praxis, de la vida humana productiva. No comprender, sino dominar lo real a través de su producción es su auténtico cometido. No la intelección, la teoría, sino la organización. Pensar es organizar el desarrollo de la praxis, de la producción y el trabajo. A través de ello, el hombre abolirá por fin su distanciamiento del mundo, y la naturaleza será convertida en lo que en realidad es: cuerpo inorgánico del hombre.
Así, por ejemplo, el importante problema de las relaciones entre hombre y naturaleza (…) desaparece por sí mismo ante la convicción de que la famosísima “unidad del hombre con la naturaleza” ha consistido siempre en la industria, siendo de uno u otro modo según el mayor o menor desarrollo de la industria de cada época (…)
La ideología alemana, 1

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