Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

martes, 19 de junio de 2012

"Los renacuajos se convierten en sapos y los políticos construyen Estados".
Transcripción de Carlos Rodriguez Braun en el programa "La brújula" de Ondacero

El otro día escuché en la radio, en el programa de Ondacero "La brújula de la economía" una interesante reflexión que pienso es apta para el debate entre los feacios. Transcribo* aquí la argumentación del economista Carlos Rodriguez Braun: 

“Se me ocurre una hipótesis: juntar dos ideas de las que se habla mucho pero que se las mantiene separadas. Una es la importancia política del Euro, y otra la debilidad del Euro por ser una moneda sin estado.

Es verdad que el euro es importante para los políticos. Quizá no ponderamos hasta qué punto es importante. Un colapso del Euro sería un enorme daño para los políticos europeos . Y no estoy hablando del colapso de Grecia, que también, pero el colapso del euro, el famoso efecto contagio y la caída de la moneda, es decir, el gran “despiporre” tiene un enorme coste político. Y esto hay que recordarlo: las monedas son fenómenos políticos. Fueron creadas por los mercados, los mercaderes y las personas libres, pero desde hace muchísimo tiempo fueron usurpadas por el poder político, que las controla, las domina y hace lo que quiera con ellas. El problema es que esto [el euro] es la gran apuesta de la política europea. Como es muy importante para los políticos, harán cualquier cosa para mantenerlo.

Ahora vamos al punto dos. Estamos oyendo a economistas muy destacados, de las tendencias más variopintas, alegar que hay un defecto de fondo en el Euro, y es que es una moneda, con su banco central, con su curso forzoso, pero que no tiene un Estado. Tiene una cosa que se llama “Europa”. Esto es compartido desde Krugman, que lo sostiene todo el tiempo, hasta un economista liberal que se llama Gerald o'driscoll, que presentaba un argumento prácticamente idéntico al de Krugman: el euro no puede subsistir porque no tiene un estado.

Si estas dos hipótesis son verdaderas ¿por qué no las juntamos? ¿por qué si el Euro no tiene un estado y los políticos están haciendo cualquier cosa para mantenerlo, no pensar que igual van y hacen ese Estado? Si os fijáis, eso es lo que los políticos europeos han estado haciendo durante décadas. La Unión Europea nació como un mercado y punto; se llamaba así, “Mercado Común Europeo”. Y los políticos dejaron atrás esta idea, con la idea de ir construyendo una cosa distinta, que no fuera una unión económica, que no fuera un mercado común, sino que fuera un proyecto político. El euro es una parte esencial de este proyecto. Como lo fue la Constitución europea, que era tan importante para los políticos europeos, que cuando fracasó porque los pueblos europeos no la aceptaron, la colaron igual mediante el Tratado de Lisboa.

Yo recuerdo que cuando empezaron estos movimientos se hablaba de que tenemos que impedir la Europa de los mercaderes; ya no se habla más porque ya no es la Europa de los mercaderes, es la Europa de los políticos. Se decía: “bueno, tampoco pasa nada con Europa, porque es una cosa muy pequeñita, tienen un porcentaje muy pequeño del PIB europeo, no pueden cobrar impuestos, viven de cuotas, todo es como muy chiquitito”, y me acuerdo de que Anthony de Jasay, un economista al que yo admiro mucho, dijo: “esta gente me hace recordar a las personas que mirando un renacuajo dicen que esto no puede convertirse en un sapo”. Pues bien, los renacuajos se convierten en sapos y los políticos construyen Estados.

* La transcripción no es estrictamente literal. He alterado algunos pasajes con el fin de captar en el papel los matices de la oralidad. Podéis escuchar el programa completo en http://www.ivoox.com/brujula-economia-el-fmi-urge-audios-mp3_rf_1289240_1.html

lunes, 11 de junio de 2012

Arte en Soria.
Borja Lucena Góngora

Aparte de campo y de pinos, la pequeña ciudad vieja, y algún que otro pueblo minúsculo, en Soria también hay arte, y arte de verdad. Mi amigo Javier Arribas es una buena muestra de ello. Cualquiera diría que, cada vez que pinta algo, se la juega: tal es el arrojo que pone en los trazos con que apresa fragmentos de eso indecible que el arte quiere decir y, a veces, llega al menos a mostrar. Como la seriedad con la que el niño de Nietzsche se entrega al juego. Os traigo aquí alguna de sus imagenes del proyecto integrado en el colectivo "Latidos del olvido", cuya última expresión ha sido restituir a las sombras como propietarias de una industria cárnica abandonada. O mejor llamémoslo por su nombre: un matadero.

Un domingo cualquiera de primavera, de esa primavera soriana que te hiela los huesos, fuí con Javi y otros amigos a visitar la fábrica y las pinturas que había repartido por las paredes. Lo que encontré fue tremendamente asombroso y concreto. En medio de la solemnidad del abandono, al silencio de los tabiques y los azulejos opacos se adherían las pinturas, las figuras lanzadas con violencia sobre las paredes y recogidas en sus límites precisos. Una inmensa sombra negra, ocupando un ángulo inevitable de una especie de sala de despiece, se me antojó el coloso de Goya emergiendo de su batalla. La experiencia, verdaderamente, sacudiría a cualquiera, y Javi me propuso escribir algo para un libro que pensaban editar con todo lo que él y sus compañeros habían reunido en ese espacio enigmático. Esto que aquí os dejo es lo que escribí, y también los enlaces para poder acceder al libro en cuestión y a todo lo que han reunido en su página web:

http://www.javierarribas.com/

http://www.latidosdelolvido.com/

Publicación "CARNE: MATERIA PRIMA"

Arte y fábrica.

El arte puede servir a propósitos variados. Puede aspirar a construir refugios y defensas contra una realidad a menudo amenazante, a ensamblar un cielo protector en el que sea posible olvidarse de lo oscuro. Tenemos así un arte tranquilizador, como un medio amable y suave en el que abandonarnos a la ensoñación o la ternura. Sí, la realidad es siempre excesiva. Pero, tarde o temprano, el arte tiene que empeñarse en lo indecible, es decir, en la tentativa de mirar realmente cómo aparecen las cosas ante nosotros, cómo se reúnen en constelaciones que comúnmente evitamos atender, y cómo cada una de ellas  desafía realmente nuestra capacidad de soportar. En este sentido, el arte no construye paraísos artificiales, sino que más bien es capaz de arruinarlos para arrojarnos la oportunidad de mantener la mirada ante lo que siempre esta ahí, ante el mundo en su materialidad escandalosa, ante nuestra vida siempre frágil en él, nuestra vida siempre inferior a la que las teorías filosóficas, las promesas políticas o las películas de Hollywood a menudo quieren darnos. La vida del más mundano de todos los seres –porque eso somos al fin y al cabo- ambiciona en el arte más mundo. La aportación del proyecto coral “latidos del olvido” ha de entenderse de esta manera, como una plasmación de la ambición por sumergirse en lo real, aunque sea a veces insoportable; una intervención que, lejos de debilitar la presencia del mundo, nos ofrece  la experiencia del arte como una intensificación de la realidad, tal y como gustaba de decir  Nietzsche.




El paisaje de abandono en el que nos introducimos es el escenario de una batalla hace tiempo entablada y perdida. Es la fábrica, el lugar por antonomasia de lo moderno. El marco en el que el trabajo se transformó en una guerra, en una llamada desesperada a la movilización total de todas las fuerzas y todas las vidas, en la epifanía de una economía que en el siglo XX tomó el casi exclusivo avatar de economía de guerra y se apoderó de todos los recursos con el único imperativo de la producción. Todo es procesado en la automática actividad fabril. En este espacio casi solemne, el de una industria cárnica  abandonada, los azulejos blancuzcos despiden un breve fulgor entre la inmundicia; por todas partes, restos indistintos de instrumentos, de herramientas, de albaranes y anotaciones escrupulosas,  de cosas que se usaron en una lucha en ocasiones atroz, en ocasiones monótona y tediosa. En el desamparo se esparce desordenado todo lo que un ejército empleó, todo lo que gastó, todo lo que dejó precipitadamente atrás en su retirada inesperada y caótica. Queda el paisaje de una batalla, el marco en el que ya sólo es posible adivinar sombras terroríficas, o dolientes, o gestos desesperados de espectros que siguen trabajando, que siguen siendo reclutados por las mañanas en un llamamiento que no termina ni siquiera con la muerte y se repite como la muerte. Las figuras arrancadas al silencio de los azulejos están trazadas con sobriedad, con contención, con la disciplina de no deslizarse hacia el sentimentalismo, sólo apuntando lo que no puede callarse ni ocultarse; sobre el pálido soporte de lo que fue un matadero se esbozan cuerpos en tensión detenida, contorsiones y movimientos cristalizados, acciones corporales atrapadas en su sola ejecución y sin la esperanza de llegar ya nunca a fin alguno. Esas imágenes convocadas en negro tienen el poder y la memoria de una belleza, pero de una belleza desolada, sin azúcares, como la evocada por Rilke al comenzar sus “Elegías de Duino”: una belleza que es anuncio de lo terrible. 

domingo, 3 de junio de 2012

El sujeto cartesiano en el psicoanálisis freudiano.
Eduardo Abril Acero

 El “yo” que descubre Freud no es otra cosa que el sujeto cartesiano llevado al paroxismo, y a éste, no hace sino proponerle un contrapeso, el del “extranjero interior”, un sujeto –ello- que supone una ampliación de la subjetividad que resquebraja la conciencia cartesiana, sin romperla. Podemos seguir siendo cartesianos, cree Freud, pero porque el sujeto racional, autoconsciente, el sujeto que planea y lleva a cabo sus proyectos, el que introduce modificaciones en la realidad para hacerla más benigna, resquebrajado por todas partes, es capaz de apuntalarse usando telas de araña.

 En la primera tópica freudiana, el primer modelo de psiquismo que propone en el capítulo séptimo de La interpretación de los sueños, Freud nos habla de un sujeto que funciona de acuerdo a sistemas diferentes, los denominados sistema Prec-cons, y sistema Ics; no son otros que los sistemas consciente e inconsciente. El sistema inconsciente funciona de acuerdo con el proceso primario, lo que significa que la energía psíquica, a la que más tarde llamará libido se mueve de forma libre de una representación a otra. El resultado de este modo de funcionamiento es que, puesto que las representaciones -ideas, recuerdos, imágenes- pueden ser cargadas de una manera absolutamente libre, a modo de la fantasía o, más propiamente de la poesía, el resultado es que este sistema genera todo tipo de representaciones alucinatorias que le sirven al sujeto para descargar esta energía. Hablamos, evidentemente del principio del placer y de los sueños. De acuerdo con el principio del placer, que es el principio según el cual funciona el sistema primario, lo que se persigue es una descarga rápida del sistema, disminuyendo la tensión del sistema y generando placer. La manera más rápida de todas es la de generar representaciones alucinatorias a través de las cuales descargar estas tensiones. Esto se pone de manifiesto en las representaciones oníricas que suponen básicamente una realización de los deseos a través de alucinaciones.

El sistema prec-cc, en cambio, funciona de acuerdo con el llamado “proceso secundario” que consiste en una distribución de la energía psíquica siempre controlada y cuantificada. El proceso ya no es libre de generar todo tipo de representaciones y variar las cargas sobre unas y otras, sino que de lo que se trata de de controlar qué representaciones se cargan y cuales no. Esto equivale al pensamiento y especialmente al razonamiento. Razonar consiste en un proceso en el que se trata, no de hacer surgir representaciones de forma libre, sino controlarlas y dominarlas de tal forma que podamos disponer de ellas de forma voluntaria. En este caso se trata, precisamente, con el tipo de procesos que Descartes incluía dentro del sujeto, y que la posterior psicología ha tratado de explicar y articular. La subjetividad se identifica con aquellos aspectos del pensamiento de los que soy consciente y, fundamentalmente, puedo dominar. En este sentido, el sistema prec-cc está dirigido por el llamado “principio de realidad”, puesto de lo que se trata es de controlar las representaciones con el fin de hacerlas compatibles con representaciones procedentes del “mundo real”.

Freud nos dice, además, que el sistema inconsciente es anterior al sistema consciente, que sólo se genera al constatar las dificultades de descargar la energía libremente mediante las fantasías y alucinaciones. Este será la base del concepto, que desarrollará más adelante, de castración. Es la renuncia a la satisfacción plena de los deseos, es decir, a la descarga fácil y completa de las cargas energéticas, lo que lleva a generar un sistema, el consciente, que trata de controlar esas cargas para descargarlas de forma limitada pero más segura.

En el fondo, en esta primera tópica freudiana, ya se prefigura lo esencial del posterior desarrollo del Edipo. El niño, de manera primaria, en su primer encuentro con lo real, construye una fantasía de totalidad destinada a la satisfacción plena, la fantasía edípica. Sin tener aún una subjetividad yoica, su percepción de la realidad es limitada y se confunde con la fantasía; esta fantasía consiste en ocupar el trono edípico, un lugar imaginario en el cual la satisfacción y el goce ilimitado está garantizado. Pronto constata que esta fantasía se aleja irremediablemente –Freud nos dice que muchas veces por el nacimiento de un hermano que le aparta del lugar central de la familia, o por la acción del padre que le relega a un segundo plano– y se ve en la obligación de buscar una segunda opción, surgiendo así la subjetividad yoica, el sujeto cartesiano, que trata de armonizar a través del razonamiento la satisfacción de sus deseos y las oposiciones de la realidad. Es por esto que podemos considerar al principio de realidad como una modificación del primitivo principio del placer. Ahora, el psiquismo continua buscando la satisfacción, pero para ello aprende a dar rodeos, a sopesar situaciones, a calcular resultados, a aplazar satisfacciones e incluso a admitir insatisfacciones presentes en función de futuros goces. No obstante el principio de realidad no suprime el principio del placer, únicamente lo modifica en función de las imposiciones de lo real; éste continua operando a nivel inconsciente. Ahora bien, es este un modo ya castrado de funcionamiento, puesto que hay una renuncia a la fantasía edípica de totalidad, y en su lugar se opone una satisfacción parcial siempre inacabada.

Pero dando una vuelta de tuerca más, y leyendo en los márgenes de la tópica freudiana, podemos suponer que también el sistema consciente puede tener sus propias fantasías de totalidad, o lo que es lo mismo, sus propias fantasías edípicas. Esta fantasía sería consciente y, de acuerdo con el proceso secundario, no sería el resultado de la energía libre, o lo que es lo mismo, no se generaría de forma poética, sino que resultaría de un proceso controlado, es decir, racional. Seguiría siendo una fantasía edípica, eso sí, por cuanto no hace sino proponer un estado de satisfacción total, un retorno al trono del rey fantaseado en la infancia, en el que uno no termina jamás de gozar. Y por ser el resultado de un “proceso ligado”, esto es, controlado y racional, bien podría ser una fantasía colectiva, por cuanto los elementos del “ensueño” son fácilmente compartibles por todos, por tratarse de la conclusión de procedimientos mecánicos y reglas públicas (conceptualizables), cosa que no ocurre con las fantasías oníricas.
          
Pues bien, esta fantasía racional, este sueño del cálculo, no es otro que el ideal tecnificado de la sociedad capitalista, en el que, ya no se trata de modificar las representaciones cargadas para adecuarlas a las exigencias de lo real, sino en disponer de lo real de tal modo que éste se adecue a las exigencias de la fantasía edípica-racional. Lo real se convierte así en algo que está a disposición y puede exigírsele cualquier transformación que garantice un goce totalitario. En este sentido, el sujeto yoico, el sujeto que calcula para evitar ser arrasado por las contingencias de lo real, deviene sujeto cartesiano, por cuanto la realidad no es más que el producto dúctil de su actividad racional. Freud no hace sino mostrar que este sujeto totalitario de la hipermodernidad se sostiene sobre andamios enfangados, siempre a punto de derrumbe. La función del psicoanálisis, en cierto modo, es avisar que el “aviso de derrumbe” no es una contingencia salvable de la existencia humana, sino un hecho estructural.