En cierto modo era previsible: después de la primavera árabe del
2010 y sin mediar el verano, nos encontramos con lo que muy bien
pudiéramos denominar el otoño árabe. Después de la esperanza y
los aires revolucionarios, el desencanto, cuando no la tiranía, la
guerra y la muerte. Las causas son muchas, complejas y en buena
medida desconocidas por mí – y barrunto que también por la
mayoría de tertulianos y “opinadores” profesionales que, sin
embargo, pontifican con aplomo-. En cualquier caso, no es este el
tema de estas líneas. Lo que me interesa es valorar la acción
política de lo que podemos llamar izquierda radical en España y
Europa.
Da la impresión que el único criterio político que tienen
algunos es la política de EEUU – y de las democracias occidentales
en general- : si los yanquis dicen blanco, nosotros negro. Este
pseudocriterio no es más que un automatismo del pasado que operó
asidua y eficazmente entre la izquierda europea en el siglo XX. El antiimperialismo americano daba por sentado que EEUU es una potencia enemiga de la clase trabajadora y, por tanto, la
posición americana es siempre contraria a los intereses de los
trabajadores. De todas formas este criterio nunca operó de manera aislada en el pasado, era necesario coordinarlo con otros
criterios que nos permitían identificar dónde se encuentran los
intereses de la clase trabajadora en los conflictos sociales y políticos. Antes de la
caída del muro los “buenos” eran aquellos que defendían las
libertades civiles, la autodeterminación de los pueblos, la colectivización de los medios de producción,
las políticas fiscales progresivas, la igualdad de género, la educación pública, denunciaban la explotación laboral, la discriminación racial etc. La situación actual es muy diferente en la medida en que ninguno de estos criterios puede aplicarse a los conflictos
árabes contemporáneos. Cuando la lucha se establece entre los
tiranos laicos o las dictaduras militares por un lado y los
islamistas por otro ¿cómo saber qué opción tomar? ¿cómo
identificar a “los nuestros”? La perplejidad de la izquierda
sería absoluta si no fuera porque le queda un último asidero, una
última referencia: los “malos” son aquellos a quienes apoya
EEUU. Llama mi atención que en los foros radicales de la red este es
proclamado sin rubor alguno como el criterio último y definitivo que ha
de orientar la toma de partido del revolucionario europeo y español.
No hace falta profundizar mucho para comprender que estar en
contra de los EEUU no puede ser, no debiera ser, el único criterio.
Cualquiera que aspire a ser escuchado en relación a este tema
debería presentar algún argumento sobre la justicia o injusticia de
las demandas y los objetivos de las partes en conflicto al margen de
cuáles sean los intereses económicos o geoestratégicos de EEUU en
aquella parte del mundo. Se puede estar en contra de los militares
egipcios, apoyados por EEUU, y también en contra del régimen de
Bashar al Assad, objetivo, por lo que parece, de un inminente ataque
por parte de EEUU.
Es en el fondo una obviedad: para dar una opinión acerca de
cualquier conflicto político es preciso guiarse por algunos
criterios. Si, como es el caso, entramos a valorar los conflictos del
mundo árabe, la izquierda europea haría bien, a mi modo ver, tener
en consideración criterios semejantes a los siguientes:
- Deben ser apoyados los movimientos y partidos democráticos
laicos allá donde surjan aunque sean una pequeña minoría.
- Las tiranías y las dictaduras militares, aunque se cobijen bajo el
manto del laicismo, son aborrecibles.
- El islamismo, por razones obvias para un demócrata, no es una
opción política defendible.
- Cuando el conflicto se establece entre tiranos e islamistas no
debemos apoyar a ninguno -solo a los demócratas laicos, víctimas
de unos y otros-
- Cuando uno de estos bandos indeseables aprovecha su superioridad
militar y política para masacrar a su pueblo, como en el caso de
militares egipcios, Gadafi o Bashar al-Assad, merece ser castigado de
algún modo.
Si después de aplicar estos criterios, u otros semejantes,
resulta que tenemos a los americanos enfrente apoyando a “los
malos”... mejor para nuestra complaciente autoimagen de viejos
revolucionarios antiimperialistas, pero, insisto, una acción, una
postura política, no puede ser buena -o mala - por el mero hecho de
ir en contra – o a favor - de los EEUU.