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domingo, 7 de enero de 2018

Las ventajas de ser un marginado.
Eduardo Abril Acero


«The Perks of Being a Wallflower» es una película de Stephen Chbosky que en España se tradujo como «Las ventajas de ser un marginado» y en América Latina «Las ventajas de ser invisible». En ambos casos la traducción no está mal dirigida aunque no termina de captar el significado de «wallflower» en inglés. Un «wallflower» es alguien que va a un baile y como nadie le pide bailar se queda por las esquinas del salón, cerca de la pared, como una solitaria flor que crece en las grietas de un muro. La película ciertamente va un poco de eso, de cómo esos chicos «invisibles» o «marginados» son flores raras que, a pesar de todo, florecen. Lo interesante de la historia es que Chbosky es capaz de relatar con cuidado, sinceridad y mucha delicadeza, esas grietas de la adolescencia, esos espacios oscuros y solitarios donde, otra vez «a pesar de todo», la vida es capaz de crecer, fortalecerse y salir adelante.

Es a estos espacios raros a los que los sistemas educativos le tienen verdadero terror. Ecosistemas efímeros que aparecen y desaparecen ofreciendo durante un momento una coartada a sus habitantes para poder seguir. Los colegios e institutos  y las modas pedagógicas hablan con obsesiva insistencia de «inclusión» o «integración», como si fuera una ley divina la obligatoriedad de sentirse y verse incluido en el grupo de los Otros, en la banda de los demás. Incluso cuando los Otros son a menudo unos imbéciles y los Demás poco tienen que ver conmigo, con esta flor rara que últimamente vengo siendo. Los profesores, adalides de la inclusión, del trabajo por proyectos, de la gamificación, de las dinámicas de grupo, se proponen con sistemática insistencia dinamitar estos ecosistemas y cegar estas grietas, obsesionados por «destimidificar» al tímido, «desrarificar» al raro, «incluir» al excluido. Olvidan, llevados en volandas por modas pedagógicas, que la educación es, ante todo, una relación entre personas y que sustituir «relaciones» por «dinámicas» a menudo colabora con la ruptura de los lazos sociales que mantienen viva una sociedad; cosas tales como la amistad, la admiración o el respeto. Todos esos «wallflowers», seguramente, ya tienen sus espacios de inclusión desde donde, con suerte, voluntad y en compañía, se abrirán al mundo de los Demás, un mundo en el que estar perfectamente adaptado, integrado, incluido, no dice nada bueno de uno mismo. Pensaba  Sartre que «el infierno son los otros» y visto así, la adolescencia es para algunos, una última resistencia en ese mandato ineludible de formar parte de una comunidad de demonios. Con un poco de suerte, tanta «inclusión» no agotará esa resistencia.

PD. Propongo ver esta película desde la siguiente sinopsis: «Un grupo de activistas se resiste con uñas y dientes a la ruptura de los lazos sociales en un mundo distópico en el que las relaciones entre personas tienen cada vez menos valor y son sustituidas por dinámicas perversas y roles administrados»

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