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miércoles, 4 de julio de 2018

Lo que no sabía el señor Peel.
Óscar Sánchez Vega


Althusser dirige en 1965 el seminario “Lire Le Capital” donde propone una nueva forma de leer a Marx distinta y hasta opuesta a la que había sido habitual en la tradición marxista. Marx escribió mucho, pero lo hizo de forma un tanto caótica: muchos textos son inconclusos por lo que no son publicados, incluso alguno casi terminado, como los Grundisse tampoco es publicado; en cambio Marx dedica las dos últimas décadas de su vida a escribir su obra definitiva, El Capital, pero solo logra publicar el libro primero. En resumen: lo que publica no lo termina y lo que casi termina no lo publica. Ante este panorama... ¿qué hacer? ¿cómo abordar la obra de Marx? La tradición marxista había prestado especial atención a la obra de juventud de Marx, donde se abordan las cuestiones de carácter más filosófico y no había discriminado entre los textos publicados y no publicados. La propuesta de Althusser es la opuesta: interpretar a Marx partiendo de sus últimos textos, pero especialmente aquellos que él mismo consideró dignos de ser publicados, es decir, básicamente del libro primero de El Capital. ¿Qué encontramos en esta obra? Lo que llama la atención, a juicio de Althusser, es más bien lo que no encontramos: no encontramos una teoría general de la historia y el método dialéctico aparece relegado en favor de una metodología más bien analítica.

Fdez Liria, en la línea de Althusser, nos propone leer a Marx como un platónico antes que como un hegeliano. Recordemos que en los diálogos platónicos Sócrates propone a sus interlocutores la definición de una idea: ¿qué es la virtud? ¿qué es la justicia? ¿la belleza?, etc. El diálogo siempre se desarrolla de similar manera: el interlocutor pone ejemplos o se limita a enumerar las partes de lo que se busca y Sócrates le hace ver que no es eso lo que él ha preguntado. La pregunta socrático-platónica es siempre por un eidos, una forma o estructura que está oculta, pero es la esencia de aquello que estamos investigando y si no lo aprehendemos de algún modo no entenderemos nada. Pues bien el camino que sigue Marx es el mismo: ¿Qué es el capitalismo? ¿qué es el capital?

Veamos si podemos ilustrar este procedimiento mediante una pequeña historia, casi una anécdota pero, a mi juicio, muy reveladora. En el último capítulo del Libro I de El capital Marx hace referencia a una curiosa historia: un emprendedor capitalista, el señor Peel, había decido montar una empresa en tierras coloniales, en Nueva Holanda concretamente, la actual Australia, y, con este fin, había transportado en varios barcos todo lo necesario: el capital, los medios de producción y la fuerza de trabajo. Tenía el dinero necesario para empezar el proyecto (£ 50.000), transportaba las máquinas necesarias, hasta el último tornillo e incluso, como no se fiaba de la población indígena, llevaba consigo a 3000 personas, hombres, mujeres y niños en calidad de asalariados. Todos ellos habían firmado un contrato en la metrópoli en virtud del cual se comprometían a trabajar para el Sr Peel. En resumen, el Sr Peel trasladó a Nueva Holanda todas las partes de una sociedad capitalista que quería reproducir en la colonia. Sin embargo la expedición fue un fracaso. En palabras de Marx:
«Los obreros del señor Peel dejaron de serlo en cuanto desembarcaron en un continente con suficientes tierras vírgenes para transformarse en campesinos independientes. Colonizaron pedazos de tierra, se dedicaron a criar ganado y se hicieron artesanos, y algunos que tuvieron suerte en estos menesteres «se convirtieron incluso en competidores de sus ex patrones en el mercado mismo de trabajo asalariado». «¡Imagínese usted qué atrocidad! -comenta Marx-, el honesto capitalista ha importado él mismo de Europa, con su propio dinero contante y sonante, a sus propios competidores, ¡y en persona!» (MEGA. II. 6:688).
El Sr Peel había transportado a la colonia todas las partes de un sistema capitalista, pero como decía Levi-Strauss “un sistema o configuración es siempre algo más que la suma de sus partes”. Lo que no pudo exportar el Sr Peel es aquello que hace que las partes se comporten como un todo, lo que no pudo implantar en la colonia fueron las relaciones de producción capitalista. Los obreros del Sr Peel no se comportaban como obreros porque tenían a su alcance medios de producción (tierras, herramientas, semillas, ganado, etc) que les permitían vivir de una manera más digna, o dicho de otra manera: las condiciones que hacían de una persona un obrero no existían todavía en la colonia, por eso los obreros dejaron de serlo en cuanto desembarcaron; porque las personas, naturalmente, prefieren una vida libre aunque frugal a una vida de miseria y explotación.

Entonces, debemos preguntarnos, ¿por qué no ocurría lo mismo en la metrópoli? ¿por qué esos mismos obreros cuando estaban en Europa aceptaban trabajar en pésimas condiciones, interminables jornadas, por un sueldo miserable? La respuesta es obvia: porque en Europa no les quedaba más remedio, no tenían otra opción. Para instaurar relaciones de producción capitalistas, por tanto, previamente hay que aniquilar las condiciones generales de trabajo de una población, hay que expropiar violentamente a una población de sus medios de producción. Esto es justo lo que ocurrió en Gran Bretaña. El proletariado británico está compuesto, a mediados del siglo XIX, por hijos y nietos de campesinos ingleses, escoceses e irlandeses expropiados y expulsados de su tierra natal. Cientos de miles de campesinos fueron violentamente expropiados a punta de bayoneta a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Se crea así, de manera artificial, hambre en la población para que los proletarios, “de manera voluntaria” puedan elegir acudir al mercado de trabajo. Sin embargo este brutal acontecimiento ya se había olvidado en los países avanzados de Europa a mediados del siglo XIX, y este olvido, naturalmente, es aún más profundo en el siglo XXI. Pero esta es la verdad del capitalismo, el crimen original sin el cual no hubiera sido posible la instauración de las relaciones capitalistas de producción.

Esta es la principal lección que Althusser extrae de la obra de Marx: aquello que hace posible el capitalismo es invisible, una estructura que no aparece, permanece oculta, olvidada. Como el eidos platónico la estructura del sistema capitalista es invisible pero sus efectos son bien tangibles. La verdad del capitalismo, como el Sr Peel, tuvo ocasión de comprobar, no está en la revolución industrial, ni en el derecho de propiedad burgués, ni en la progresiva acumulación del capital. La verdad del capitalismo es, en palabras de Marx:
«El modo capitalista de producción y de acumulación y, por ende, también la propiedad privada capitalista, presuponen el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador» (MEGA, II, 6:692).
Esto es justo lo que no sabía el Sr Peel.

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