Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

domingo, 26 de noviembre de 2023

Fascismo y democracia.
Slavoj Žižek


 «Si la democracia apuesta a integrar la lucha antagónica dentro del espacio institucional diferenciado, convirtiéndola en un combate regulado, el fascismo procede en sentido opuesto. En su manera de actuar, el fascismo lleva al extremo la lógica del antagonismo (planteando una “lucha a muerte” con sus enemigos y alegando siempre —si no implementándola— una cuota de amenaza extrainstitucional de violencia, de presión popular directa que se salta los complejos canales institucionales y legales), mientras que, respecto de su objetivo político, postula justamente lo contrario, un cuerpo social jerárquico sumamente ordenado (por lo que no nos sorprende que el fascismo suela recurrir a metáforas orgánicas y corporativas). [...] La democracia asume la lucha antagónica como su objetivo, mientras que en su manera de proceder es regulada y sistemática; el fascismo, por el contrario, pretende imponer por meta una armonía jerárquicamente estructurada a la que se llega tras un enfrentamiento sin riendas».

Slavoj Žižek, Contra la tentación populista


2 comentarios:

  1. Estupenda entrada Edu. Muy de acuerdo, pero con un matiz. Quién hace hincapié en que el antagonismo fluya por cauces institucionales es la República, no la Democracia. Naturalmente la República puede (y hasta debe) ser democrática. Pero cabe una República sin Democracia y una Democracia sin República. Saludos

    ResponderEliminar
  2. Puede que tengas razón, Zizek entiende democracia como "República", pero lo justifica: «La democracia - tal como se emplea en la actualidad el término- tiene que ver, por encima de todo, con el legalismo formal: su definición mínima es la adhesión incondicional a cierto conjunto de reglas formales que garantizan que todos los antagonismos se dirimen en el juego agonista. «Democracia» significa que, con independencia de las manipulaciones electorales que se produzcan, todos los agentes políticos respetarán de forma incondicional los resultados. En este sentido, las presidenciales estadounidenses del año 2000 fueron efectivamente «democráticas»: a pesar de la evidente manipulación electoral y la patente falta de sentido de que un par de cientos de voces de Florida decidieran quién sería el presidente, el candidato demócrata aceptó su derrota. En las semanas de incertidumbre que siguieron a las elecciones, Bill Clinton hizo un comentario cáustico y muy apropiado: «El pueblo americano ha hablado, pero no sabemos lo que ha dicho». Habría que tomarse el comentario más en serio de lo que Clinton pretendía: ni siquiera hoy día lo sabemos, tal vez porque detrás del resultado no había ningún «mensaje» sustancial... Jacques-Alain Miller ha demostrado que la democracia entraña al Otro «barrado»; sin embargo, el ejemplo de Florida demuestra que, a pesar de todo, hay un «Otro» que continúa existiendo en la democracia: el «Otro» procedimental de las reglas electorales que se deben acatar, sea cual sea el resultado» (En defensa de causas perdidas, 271)

    ResponderEliminar