“El mundo no existe” o, dicho de una manera más precisa: “ninguna imagen del mundo”. Es esta, sin duda, la tesis más chocante y hasta extravagante de la ontología de Gabriel. ¿Qué quiere decir con ella?
Primero aclaremos que entiende Gabriel por “mundo” y a continuación resumimos y sintetizamos lo que llevamos diciendo en las dos entradas anteriores sobre la existencia.
Gabriel distingue “mundo” y “universo”. Llama “mundo” a la noción que totaliza y unifica todo cuanto existe, mientras que “universo” designa la totalidad de cuerpos que existen en el espacio- tiempo. El naturalismo es la posición filosófica que identifica mundo y universo y afirma que todo cuanto existe (objetos físicos, energía, partículas elementales, funciones de onda, campos gravitatorios o magnéticos, etc.), existe en el universo. Pero, sin ir más lejos, las ciencias que estudian el universo (la física y la cosmología) existen de manera diferente a como existe su objeto de estudio. Naturalmente, la física no podría existir sin los soportes materiales (libros, papel, laboratorios, máquinas, pantallas, etc.) que la sustentan, pero es evidente que cuando hablamos de “la física” no nos referimos a estos objetos sino, principalmente, a las leyes y teorías de la ciencia. ¿Los conceptos (no solo de la física, sino del resto de disciplinas científicas, artísticas, tecnológicas, etc.) existen realmente o son meras ficciones? Por supuesto que existen, afirma Gabriel, pero no existen en el universo, (puesto que el universo consta solo de cuerpos en el espacio-tiempo). Existen de otro modo. Podríamos decir que existen en el mundo… si esa afirmación tuviera algún sentido.
Lo que podemos admitir, siguiendo a Gabriel, es que el universo no agota todo cuanto existe y que la noción de mundo es más abarcadora y general que la de universo. Se trata ahora de elucidar ¿qué es el mundo?, de determinar -en términos de Frege- si la totalidad de lo que existe cae bajo el concepto “mundo” y si, por lo tanto, podemos utilizar este concepto como cualquier otro cuya extensión no sea nula.
En primer lugar, debemos considerar que “mundo” designa siempre una totalidad, un Todo, pero... ¿de qué tipo? Gabriel distingue mundo como totalidad aditiva (lo que Gustavo Bueno llama totalidad distributiva) o como cosmos, es decir, como totalidad cualitativa (lo que Gustavo Bueno llama totalidad atributiva).
Si el mundo fuera una totalidad aditiva, es decir, una mera suma de elementos disímiles, la noción de mundo coexistiría con el resto de conceptos o, en términos de Gabriel, campos de sentido. Pero la cuestión es que una totalidad aditiva no es una verdadera totalidad: el mundo no puede existir sin más entre otros conceptos, como mera adicción, sino que -por ser “mundo”- ha de englobar el resto de conceptos y objetos; en otras palabras: ha de ser el campo de sentido donde existen el resto de campos de sentido. Por ello siempre se ha concebido el mundo como cosmos, es decir, como una totalidad cualitativa o atributiva. El mundo se distingue del resto de cosas y conceptos porque todo lo demás está integrado en él. El mundo es el Todo desde el cual las partes tienen sentido como “partes”; en otras palabras: el mundo ha de ser el campo de sentido de todos los campos de sentido.
Ahora bien, este es el punto clave, si existir es caer bajo un concepto o aparecer en un campo de sentido… ¿en qué campo de sentido aparece el mundo mismo? Parece que aquí solo se dan dos posibilidades: o bien el mundo aparece en otro campo de sentido, o bien aparece en sí mismo. Pero el mundo no puede aparecer en otro campo de sentido porque si así fuera este segundo campo de sentido sería el verdadero “mundo” y no el primero (y para afirmar la existencia de este segundo mundo tendríamos que repetir el procedimiento y así ad infinitum). Por otro lado, una totalidad cualitativa no puede aparecer dentro de sí misma junto con otros campos de sentido, pues entonces no sería una totalidad, o sea, el mundo no puede incluirse a sí mismo. En esto precisamente consiste la famosa paradoja de Russell.
Así pues, no hay forma de pensar la noción de “mundo”, se trata de un pseudoconcepto. Dice Gabriel:
“El concepto de mundo tiene un origen mitológico y se basa en la representación de que hay un todo donde están inmersas personas y cosas sin excepción; esa representación estuvo referida en primer lugar al escenario entre el cielo y la tierra. Según Blumenberg, el espacio ocupado por el escenario y todo lo que acontece en él está presentado en Hesíodo mediante la metáfora absoluta de un bostezo que se abre, de un caos (χάος). El puesto que asume el mundo en conjunto es un bostezo absoluto, que, por supuesto, no puede ser un bostezo de nadie, pues si fuera de alguien se platearía la pregunta de dónde está la divinidad cuyo bostezo da el marco de todo lo que acontece en ese mundo.” M. Gabriel, Sentido y Existencia, p 219.
Entonces la noción de “mundo” es lo que Blumenberg llama una metáfora absoluta, es decir, un mito que sirve de marco al resto de las representaciones. Pero cuando queremos conceptualizar este marco último incurrimos en contradicciones inevitables. Este es el problema de la ontoteología que nos conduce a un callejón sin salida. De ahí el lema de que el mundo no existe. Pero esta tampoco una afirmación exacta: sobre el mundo no se puede decir nada, ni siquiera que no existe. El nihilismo metafísico no es la postura que defiende Gabriel. Los nihilistas dicen que la Nada es el Todo y niegan los ámbitos. De este modo la posición nihilista sigue siendo monista. En cambio, la propuesta de Gabriel consiste en abandonar toda esperanza de responder a la naturaleza última de la realidad pues sea cual sea la respuesta, de un modo u otro, se sigue en el monismo. En la línea de Wittgenstein, Gabriel sostiene que cualquier enunciado sobre el mundo es un sinsentido mejor o peor escondido. Por eso el lema que defiende Gabriel es “ninguna imagen (intuición) del mundo”. Esta es una posición similar a la de Badiou que comparte un mismo objetivo: una ontología más allá de la metafísica, una pluralidad sin Uno. El error de Badiou, a juicio de Gabriel, es el formalismo, la pretensión de reducir la ontología a teoría de conjuntos, pero hay realidades que no se dejan formalizar... como el amor.
En la segunda parte de su libro Gabriel elabora una ontología positiva, una teoría de las modalidades (necesidad, contingencia, realidad y posibilidad) que gira en torno a una tesis central: existen indefinidos campos de sentido que no comparten una misma estructura o forma lógica. Para Gabriel lo que existe siempre es un objeto que aparece en un campo de sentido. Esta es la definición de existir: aparecer en un campo de sentido. Y un campo de sentido solo existe en la medida en que es un objeto, es decir, en la medida en que aparece individuado en otro campo de sentido. Por ello la diferencia entre objetos y campos de sentido es funcional, no sustancial (en contra de la distinción de Frege entre objetos y conceptos). Pero no podemos operar un cierre ontológico en este sistema postulando un campo de sentido último -un mundo- que englobe y unifique todos los demás. La relación entre los campos de sentido responde a lo que Gustavo Bueno llamaba el principio de symploké, es decir, algunos campos de sentido están relacionados con otros, pero no ocurre que todos estén relacionados entre sí, pues ello nos conduciría directamente a la idea de mundo con todas las contradicciones que acarrea, ni que no haya relaciones entre ellos (el conocimiento entonces sería imposible, pues conocer significa relacionar conceptos). (Sigue)
Creo que Markus, según cuentas, hace un desarrollo argumentativo que incurre en lo que quiere evitar. Por un lado rechaza la noción de noúmeno, pero por otro recupera este ámbito cuando convierte el mundo en un pseudoconcepto. Se trata de una operación que incurre inevitablemente en el dualismo kantiano: primero establezco un límite, ya sea que hable de fenómeno en Kant, de concepto en Frege o de «campo de sentido» en Markus. Y después, armado con el escudo de las fronteras (completamente arbitrarias) que le he puesto a lo real, excluyo todo lo que no acepta mis normas. De este modo, el «mundo» no existe, no tiene sentido, es el noúmeno…
ResponderEliminar¿Qué objetivo tiene este desarrollo argumentativo? Pues mucho me temo que se trata de limitar el pensamiento para evitarle afrontar el propio riesgo de pensar. Se trata, al fin y al cabo, de no caer en el delirio, ese mundo en que todos los gatos son grises y las contradicciones campan a sus anchas. Da vértigo, sí, pero ahí está lo que merece la pena pensarse.
Por eso creo que esto que hace Markus es un nuevo intento de evitar a Hegel, y lo interesante es precisamente volver a Hegel. El de Stutgart dio el paso que no se atrevió a dar Kant: en lugar de pensar el límite como un «alto el paso», pensarlo como parte misma de lo limitado. Ontologizar el límite: entender que el colapso, el fracaso, el desequilibrio, el límite, no coincide con el mal funcionamiento de nuestra conciencia o las limitaciones propias de lo humano, sino que es la misma realidad colapsando. Por eso, no tiene sentido decir que las ciencias no son parte del mundo, igual que no tiene sentido decir que el mundo no existe porque me hagan incurrir en contradicciones. La ciencia existe como parte del mundo, de la misma forma que lo es la conciencia. Precisamente tomar el serio el concepto de mundo y acabar llevando al pensamiento a su colapso, es la prueba inapelable de que el concepto de mundo, el pensamiento (la conciencia) y el mundo mismo, son reales. Lo que no tiene tanta «realidad» son aquellos conceptos que puedes aislar de sus propias insuficiencias. Eso sólo lo puedes hacer a base de poner límites por aquí y por allá, límites interminables. Precisamente lo que nos enseña Hegel es que la ciencia no es una «perspectiva» del mundo, una «mirada» del mundo, sino más bien, «el mundo que mira». Y por eso Žižek ha invertido tan hábilmente la pregunta habitual sobre la conciencia: en lugar de preguntar «¿Cómo una conciencia puede conocer el mundo?», mejor preguntar «¿cómo un mundo puede contener una conciencia?»
Gracias por el comentario Edu. Voy por partes.
ResponderEliminara. Es cierto que en ocasiones Gabriel parece caer en un argumento circular: niega el noumeno, para después establecer un límite al conocimiento que (como poco) tiene un aire “nouménico”: hasta aquí se puede conocer y más allá no. En su favor diría que el parece consciente de este problema y que intenta solventarlo como puede. De ahí la preferencia por el lema “ninguna imagen del mundo” antes que “el mundo no existe”.
b. Noumeno es ante todo “cosa en sí”. Gabriel es realista, no niega que podamos conocer las cosas en sí, al contrario. Simplemente admite que el conocimiento es parcial, nunca es completo.
c. El problema de Gabriel, que lo enfrenta a Hegel, es con el Todo, con la totalidad. Para Hegel no hay un ser más allá del concepto, el entramado conceptual que se expone en la ciencia de la lógica agota el ser, es Todo lo que hay y es un todo en conexión, aunque, como insistes muchas veces, contradictorio, abismático, delirante…lo que quieras.
d. Dices que pensar es adentrase en ese territorio (el de la totalidad), al estilo de Hegel y Heidegger. Te diría lo que expuse en otra entrada: ese es un camino peligroso que conduce al nihilismo y el misticismo. Hay otra forma de filosofar, que es lo que practica Gabriel: la cartografía.
e. Gabriel tiene un interesante libro a medias con Graham Priest (Todo Y Nada) donde, en parte, se ve obligado a matizar sus conclusiones. Priest desarrolla una lógica paraconsistente (que admite la contradicción) y en base a ella (me parece a mí) obliga a retractarse a Gabriel.
f. Sea como fuera, creo que es interesante el proyecto de Gabriel: indagar lo que puede pensarse…sin incurrir en contradicción. Si queremos “pensar a fondo” como dices hay que traspasar este límite. Puede ser. Pero creo que es una contribución nada despreciable pensar lo que puede ser pensado sin caer en contradicciones (no sé si me explico) Y en ese sentido Gabriel señala tesis interesantes: que el mundo no puede ser pensado, que la existencia es relativa a un trasfondo (campo de sentido, etc)
Se me quedan más cosas en el tintero, pero ahora no tengo tiempo… para otra. Saludos
Un último apunte sobre tu comentario, Edu.
ResponderEliminarPensando de nuevo en lo que dices creo que quizá tengas razón …igual que Gabriel. Es posible que el problema sea de este reseñista que considera que el noúmeno como idea límite es perfectamente legítimo. Pero ahora que vuelvo al texto de Gabriel creo entender que el problema con el mundo es esencialmente ontológico (no epistemológico), es decir, no se trata de una incapacidad de nuestra psique para hacerse cargo del Todo, sino que el mundo concebido como totalidad colapsa, como si se autodestruyera. Sin embargo, la realidad puede ser coherente si se aborda de manera parcial (los campos de sentido). Si esto es así la posición de Gabriel no parece muy distinta a la de Hegel o Zizek. Es el mundo en sí el que es absurdo y contradictorio, no nuestra imagen de él.
De todas formas, no lo acabo de ver claro, encuentro fragmentos compatibles con ambas interpretaciones y hasta opuestos.
Saludos.