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sábado, 10 de diciembre de 2011

Algunas tesis para la historia (II).
Borja Lucena

Más tesis acerca de la historia, extraídas de "Historia de la revolución rusa", de Trotski.

4- Toda revolución no es otra cosa que la repetición de la protorrevolución francesa; de esta manera, todas están determinadas por un fenómeno originario que funciona como modelo al que acomodan su desenvolvimiento. Las distintas etapas que atravesó la revolución francesa han de ser recorridas por toda revolución ulterior y, es más, “auténtica”, ya que el tiempo de la revolución se entiende como el despliegue de los mismos principios lógicos. De la misma manera, los personajes que intervienen en la revolución –y, por añadidura, en la historia- no son más que nombres y caras diversos de las mismas funciones histórica, sea ésta la de impulsar hacia delante el proceso revolucionario, sea la de obstaculizar con más o menos éxito su avance.
Georgia se convirtió en la Gironda de la revolución rusa
(I, 219)
Esta analogía no es casual (…) Nicolás II y Luis XVI se presentan como dos actores que han cumplido el mismo papel. (…) Los historiadores y los biógrafos de tendencia psicológica buscan, y muchas veces encuentran, rasgos puramente personales y fortuitos allí donde sólo hay una refracción de las fuerzas históricas en una personalidad. (…) Nicolás Romanov y Luis Capeto se encontraron con sus papeles históricos trazados de antemano por el curso del drama histórico.
(I, 100)
La regularidad del proceso es completamente clara (…) en todas las antiguas revoluciones se halla el prototipo de las “jornadas de julio”.
(II, 66)
5- La historia no tiene nada que ver con la idea griega de narrar lo sucedido para salvarlo del olvido, sino con extraer de entre la aparente contingencia y desorden de lo ocurrido las leyes necesarias según las cuales todo sucede. Los hechos no son más que la manifestación fenoménica de algo que no es un hecho y opera desde la oscuridad. El conocimiento de las leyes históricas, en fin, hace a los hombres capaces de intervenir en su curso, les da la capacidad de prever y planificar, de realizar una actividad técnica donde antes parecía que sólo reinaba la contingencia o el acaso.
Si tendemos la vista por los siglos pasados, el tránsito del poder a manos de la burguesía se nos apareció como sujeto a determinadas leyes.
(I, 160)
6- La materia de la historia son las masas humanas. Como materia que espera una forma, las masas necesitan de la dirección de una vanguardia que, conociendo el curso necesario de la historia, realiza la función de mediación entre lo universal histórico y los hombres particulares. La masa es fuerza bruta, ciega; la vanguardia encauza esa fuerza dirigiéndola hacia la los fines que la historia dispone. La vanguardia, en palabras de Trotski, somete el vapor brutal de la masa al aprovechamiento realizado por la olla a presión. Los líderes capaces de percibir en la diversidad de los hechos la unidad de las leyes históricas son capaces de reconocer, de la misma manera, los auténticos intereses de las masas, porque éstas, en realidad, quieren lo que quizás no creen querer, y esto les es señalado por la vanguardia de la revolución.
El rasgo distintivo del bolchevismo consistía en que subordinaba la finalidad subjetiva –la defensa de los intereses de las masas populares- a las leyes de la revolución, como un proceso objetivamente condicionado. La deducción científica de esas leyes, ante todo las que rigen el movimiento de las masas populares, constituía la base de la estrategia bolchevique.
(II, 251) 
“Los comités revolucionarios campesinos –demostraba (Lenin) en el Congreso partidario de Estocolmo- suministran la única senda por la cual puede marchar el movimiento campesino”. El mujik no leía a Lenin. Pero, en cambio, Lenin leía muy bien en la cabeza del mujik.
(II, 309)

7- La historia, plena de sentido, es el desarrollo de un drama en el que es, a la vez, la narración y el autor. Los sucesos no afloran por azar, están ordenados por la historia misma, que, de esta manera, es a la vez quien dispone los elementos del relato y el producto de ésa disposición.
La vista no le engañaba. La continuidad era evidente: la Historia tomaba los cabos del hilo revolucionario rotos por la guerra y los volvía a empalmar.
(I, 108)

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