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jueves, 10 de abril de 2008

Dos modelos

Estos días he estado contemplando, sólo a ratos, el debate de investidura. En ese hemiciclo ajado por la solemnidad y el vacío, las tardes se desenvuelven interminables y previsibles, como representaciones mil veces repetidas. En realidad, el órgano de representación del pueblo español se muestra, cada vez más, como el decorado de una pantomima de efectos menguantes, ya que todas sus competencias le son sucesivamente arrebatadas por parlamentos regionales voraces. El poder soberano, que nominalmente reside en el parlamento español, ha sido troceado y deconstruido, con lo que el principio moderno básico de indivisibilidad de la soberanía es de hecho inexistente. Poco falta para que el congreso sea sólo un símbolo en el que nada puede decidirse.

Durante la sesión de investidura se ha mostrado de forma patente el modelo de política que se impone a marchas forzadas: la política como reparto de privilegios y mercedes, como defensa de los intereses gremiales, estamentales, territoriales. Los pacientes espectadores que intentaban adivinar la dirección que ha de tomar la política española tuvieron que soportar largas horas de "¿qué hay de lo mío?"; catalanes, vascos, gallegos, canarios, todos acudieron al parlamento a exigir, clamar, amenazar, chantajear, con el fin de conseguir prebendas máximas para sus respectivos gobiernos. Lo que debiera advertirse como un sentido unitario, aunque complejo, se convierte, de esta manera, en la suma interminable de reivindicaciones desordenadas y contradictorias. Existe una confusión nefasta en todo esto: las elecciones generales sirven para elegir diputados que representan al pueblo español, según afirma la constitución todavía vigente, pero una cuidada indefinición permite que esto sea interpretado como que el diputado representa al territorio por el que sale elegido; de este modo, se mezclan dos principios políticos tan contradictorios como irreducibles entre sí: el del individuo y el del territorio. Una reforma del papel del congreso debería dejar claro que los diputados representan al conjunto de la soberanía, porque de lo contrario estamos remontando a la concepción medieval de las cortes, aquella en la que cada estamento y cada territorio se representaban sólo a sí mismos y a sus intereses, no contemplándose la idea de un espacio político compartido del que todos son partícipes. Para establecer una definición clara en este respecto es de primaria necesidad una reforma de la ley electoral que, frente a la equivocidad de las circunscripciones territoriales, establezca una única que reúna a la totalidad los ciudadanos. Sólo así, concibiendo al individuo como sujeto político único, será posible el fin de un desvarío fundamental. Las elecciones generales han de situarse en el marco de un espacio único de perfecta simetría entre sujetos políticos, mientras que es en las elecciones y las cámaras regionales donde es dado representar y reivindicar los intereses particulares de las comunidades autónomas.

Dos modelos de política, dos concepciones del derecho, dos paradigmas de la organización social. Uno es el de la polis ordenada geométricamente en torno a un poder del que todo ciudadano participa de forma simétrica. Es el modelo jurídico de la circunferencia; el otro es el de la desproporción entre sujetos políticos, desproporción proveniente de factores extrapolíticos; es el modelo religioso, ajeno a lo geométrico, más vertical que horizontal, más aferrado al mito del origen de la gens que a la igualdad de la condición política entre ciudadanos; es la condición prerromana del derecho, es decir, la del derecho como privilegio particular y no como norma general. Entre estos modelos es preciso, y ahora, elegir.

8 comentarios:

  1. Edu: Una vez publicado esto me he dado cuenta de que estabas preparando otro post. No sé si lo ibas a publicar ya o sólo estaba en preparación, así que perdona si te lo he pisado. En cuanto a lo del último comentario de la entrada anterior, por supuesto que mi intención era provocar. ¡La duda ofende!

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  2. Entiendo tu hastío del panorama político español pero no puedo estar de acuerdo con lo que planteas, Borja; pero ahora solo puedo hacer una caricatura de réplica.

    A mi modo de ver planteas un falso dilema: de un lado, lo que hay; del otro una circunscripción electoral única que garantice la igualdad de los ciudadanos.

    Las críticas al actual sistema ya son bien conocidas en esta tierra de Feacia, la crítica al sistema que propones solo la voy a esbozar:

    1. El sistema político que planteas en cierto modo me sorprende porque entiendo que es de clara inspiración roussoniana y pensaba que no era santo de tu devoción. Una cámara de diputados tal sería la más clara expresión de la voluntad general con toda la mitología que ello acarrea y los peligros para la libertad individual que tú conoces y alguna vez has expuesto.

    2. Por otro lado, en una sociedad menos polarizada que la actual sociedad española, lo que muy bien pudiera ocurrir en el futuro, un modelo como el que propones podría favorecer una “italianización” de la política pues en una circunscripción única que elige unos350 diputados tendrían representación parlamentaria opciones políticas que representan a un porcentaje muy bajo de la población: fascistas, troskistas, ecologistas, anti-sistema varios etc lo que complicaría innecesariamente la formación de un gobierno estable y fuerte

    3. Pero el principal problema de un modelo como el que planteas es que deja irresuelto o incluso agravado el principal problema del actual modelo: el déficit de representatividad ¿A quién representan nuestros “representantes”? En Polis feacia he desarrollado más esta cuestión que considero capital. E insisto en algo ya apuntado: no hay que comerse demasiado la cabeza, bastaría con copiar. Los modelos de Francia, Gran Bretaña y EEUU son mucho más racionales y justos que el actual modelo español.

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  3. No te preocupes Borja, sólo es una idea que tengo que dotar de un poco más de enjundia.
    No estoy de acuerdo del todo con este último artículo que nos presentas hoy aquí, Borja, aunque comprendo de dónde procede tu prurito. A mí también me repugna el mercadeo en el que, muchas veces, se convierten las sesiones parlamentarias. Ver como, por turnos, van pasando los distintos emisarios autonómicos a reivindicar su parte de pastel no es un espectáculo agradable. Sin embargo el concepto del que hablas que debería ser fuente de la representación política, el que cada político sea representante del total del pueblo español, en la práctica me parece una premisa vacía.
    En Estados Unidos, por ejemplo, un modelo que me gusta bastante, los congresistas representan a sus electores de forma mucho más concreta; tanto que algunos de ellos se vanaglorian de poder recitar de memoria hasta el último nombre de sus representados. Los ciudadanos, a su vez, conocen el nombre del tipo que actua en su nombre en la cámara pública. cada congresista tiene claro, por tanto, a quién representa y no debe hacer una tarea de exégesis para averiguar cuáles son las peticiones, necesidades y problemas de la ciudadanía. Cuando la representación se refiere a una entidad como el "pueblo", entonces es cuando realmente damos paso a todas las suspicacias. Esto es jústamente lo que les permite a los nacionalistas erigirses representantes del "pueblo vasco" o "Cataluña" y convertirse en verdaderos intérpretes de una palabra pseudodivina que, rara vez coincide con voluntades particulares, sino más bien las genera. Esta idea del pueblo, ya sea el "pueblo español", "Catalunya" o los "hijos de Breogán" es una idea muy roussoniana y, en la práctica, justifica cualquier discurso, ya que la "voluntad general" o "pueblo" siempre es algo difuso.
    Lo que propones surge de una incomodidad con el actual estado parlamentario, pero a mi modo de ver, ahonda en él.
    Al hilo de esto que digo, Rajoy últimamente, lo dice de forma muy clara: "yo represento a diez millones de españoles que han confiado en mí". Desconfiaría de políticos que, independiéntemente de los apoyos recibidos en las urnas, se sintieran representantes del pueblo español, del mismo modo que desconfío de los políticos que, independientemente de los votos, se sienten representantes del "pueblo vasco" o de "Cataluña".
    Y dicho esto, añadir que estoy completamente de acuerdo contigo en la necesidad de un cambio en la forma de elegir a nuestros diputados; seguramente en la línea de lo que apunta Rosa Díez: que en la cámara legislativa pesen lo mismo todos los votos (algo que, de todas formas no cambiaría de manera drástica el actual reparto de poder). Pero al mismo tiempo creo que es absolutamente necesaria, por la idiosincrasia propia de este país, una cámara de representación territorial, vamos, lo que siempre se está diciendo del senado.
    Como de todas todas el mercadeo no desaparecería, prefiero sin duda que los diputados y senadores estuvieran avalados por individuos concretos, con nombres y apellidos, lo que impediría a ninguno de nuestros padres patrios erigirse representante de ningún pueblo ficticio.

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  4. Vaya... por segundos Oscar me ha quitado las palabras.
    Tu lo has expresado mejos que yo, sin duda. Completamente de acuerdo.
    Por cierto ahora mismo te habilito en los otros blogs... perdón por la tardanza.

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  5. Ultimamente coincidimos mucho Edu. Me preocupa. Echo de menos tus ramalazos heideggarianos.
    Un abrazo

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  6. Entiendo vuestras críticas, pero quizás lo sustantivo de esto sea la inviabilidad del modelo actual. Mañana intentaré expresarme con mayor fundamento, ahora no puedo. Saludos.

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  7. Bueno, brevemente: Como os digo, la propuesta de circunscripción única no carece de deficiencias o inconvenientes, y puede haber otras que atiendan a lo mismo sin caer en ellas. Creo que el núcleo del asunto es que exista una proporcionalidad entre el ámbito de representación y las condiciones de elegibilidad; lo que me parece absurdo es que la limitación de circunscripciones se convierta en diferencia entre unos votos y otros, de tal manera que los votos de uno u otro partido, dependiendo del lugar de donde los obtengan, se traduzcan en un número muy distinto y desproporcionado de escaños. No creo que tenga que ver -aunque a lo mejor no me expliqué correctamente- con hipostasiar una "voluntad general" al estilo rousseauniano, ni con esencializar una construcción ideológica como "el alma de la nación"; por supuesto, cuando hablo de indivisibilidad de la soberanía no me refiero a una entidad metafísica, sino a una construcción jurídica; no a la esencia, sino a la función, si queréis que lo diga de otra manera. Que la soberanía sea indivisible se refiere al ámbito de validez de la legislación, que ha de ser de carácter universal ., no a la reivindicación de un espíritu metafísico casi extramundano, como quería Rousseau; quizás me expliqué mal, porque la unidad de la voluntad general nada tiene que ver con esto, empezando por el hecho de que Rousseau rechaza la separación de poderes al estilo inglés, ya que, según él, la voluntad general es, digamos metafísicamente, indivisible. Por ello no admite ningún poder ajeno aque limite la expresión de esa voluntad hipostasiada. Yo sólo hablo del poder legislativo, lo que, por supuesto, debe ir acompañado de una distinción clara conr especto a los poderes ejecutivo y, sobre todo, judicial (lo que, por otra parte, en España apenas existe).
    Tampoco creo que debamos caer en la consideración del problema desde la perspectiva que afirma Óscar: la cuestión no es pergeñar una reforma "ad hoc" para que los nacionalistas no obtengan representación; la cuestión es lograr que la representación de cada uno sea justa. Si eso significa que troskistas o ultraderechistas lo estén, y siempre con la condición de que cumplan las leyes vigentes, me parece preferible que así sea. ¿Italianización? Bueno, prefiero una proliferación (por otro lado no tan clara ni determinante) de pequeños partidos débiles que la existencia actual de pequeños partidos muy fuertes y capaces de condicionar la poítica de toda la nación.
    Por último: estoy completamente de acuerdo con vuestra preferencia con los modelos americano o inglés.... pero el problema es evidente: esto no es EEUU ni Inglatewrra, por lo que dudo de que funcionara como allí. Ya me gustaría que así fuera. Aquí todo seguiría maniatado por la voluntad suprema de los partidos, y, lo que es peor, la aquiesciencia explícita y rebañuna de los electores. Un paso inexcusable en esa dirección es la configuración de listas abiertas, cosa que los partidos, ni por asomo, por ahora van a permitir. Pues nada, feliz fin de semana.

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  8. Hombre yo estoy con Borja en la circunscripción única para el congreso y al mismo tiempo una representación territorial que articule federalmente la política de cada territorio, que no tiene soberanía,pero que es central en la`política: se actúa sobre él.
    Por otra parte me parece que teneis una concepción de la política anglosajona muy optimista.Lo que hacen los lobbys en Usa no tiene nombre, es casi caciquismo puro y duro( el cual fue muy común en la historia americana y británica, que no lo inventó Canovas).En England, si bien la maquinaria no está tan engrasada la corrupción de los honorables representantes está a la orden del día. La universidad de Granada ha propuesto un método interesante con sucesivas circuscripciones que permitían ala vez más representatividad proporcional al tiempo que favorecía la creación de mayorías.Para que luego digan que Ciencias políticas no sirve para nada.Yo pido un poco de justicia y racionalidad, algo de eficacia y poco más.Tampoco se puede conseguir mucho más de la democracia representativa

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