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domingo, 25 de mayo de 2008

Por qué dicen "hablar de música"

Como todo relato, estas líneas tienen también una genealogía, si bien humilde.

Dos corrientes confluyen en la explicación de por qué me he puesto a escribir esto. En primer lugar la difusión de la agenda musical que, vía Internet, el amigo Jorge me facilita. Pensaba en la posibilidad de que incluyera, además de las citas de interés del panorama soriano, una valoración musical de los grupos y obras citados. Creo que así sería un material de aún mayor interés; en segundo lugar, y en relación con lo anterior, una cuestión que, aunque referente a mi biografía, no deja de tener importancia cuando de lo que hablamos es del mundo (creo que nadie me negará el carácter mundano de la música… ¿o sí?); me refiero a cierto interés por la filosofía, quiere decir, por la consistencia de la realidad y su relación con el lenguaje que utilizamos para apresarla y comprenderla. 

Hay algo de lo que actualmente sucede que no puede más que llenar de profunda intranquilidad, y es que el llamado “sentido común” ha dejado de lado algo fundamental que en cierta época pudo recoger del esfuerzo filosófico.Ha olvidado que, antes de hablar sobre las cosas, es preciso preguntarse y saber qué significa hablar sobre las cosas. Por este tipo de cuestiones es por las que tantos han tildado de inútil o herética a la filosofía, pero creo que es prudente, antes de hablar sobre algo, saber qué tipo de discurso es capaz de rozar siquiera aquello de lo que se quiere hablar; saber cómo, a través del lenguaje, podemos acercarnos a la esencia de las cosas, y así poder distinguir entre el lenguaje con sentido y la hueca verborrea.

En realidad, lo que quiero decir es que a menudo aceptamos discursos fraudulentos sobre las cosas con el solo fin de no exponernos a perder el prestigio de pertenecer al grupo de los que “están al día en materia de cultura” (como si esto no fuera ya una contradicción en los términos). Veo a gente inteligente asentir de manera bovina ante las palabras y los gestos de analfabetos que sólo cuentan con la bendición de la ideología dominante, porque conocimiento no poseen ninguno; veo a muchos aplaudir cualquier cosa sólo por contar con la aquiescencia de los profetas que deciden qué es lo que hay que elogiar y qué lo que hay que denostar. Todo está lleno de discursos que no hablan de nada, pero que son universalmente vitoreados por que cuentan la mentira que, por conveniencia, todos gustan de escuchar.

El caso que aquí me interesa es el de la música. La pregunta es sencilla: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE MÚSICA? Esta pregunta se relaciona también con el estupor que me invade las pocas veces que se me ocurre acercarme a las páginas de crítica musical que invariablemente adornan los periódicos y revistillas del día. No me refiero al ámbito de publicaciones especializadas y referidas a músicas minoritarias o francamente marginales, como es hoy la música occidental de los siglos pasados, sino al de los productos de mercadotecnia vendidos por doquier bajo la denominación de etiquetas diversas y diferentes códigos de barras (rock, heavy, grunge, pop, indie, rap, hip-hop…¡Dios!).

Personalmente, mantengo que la inmensa mayoría de esa llamada música moderna es sencillamente mala, estereotipada y primitiva, de modo que si, tras horas de escucha, alguien encuentra un acorde de dominante con séptima en una pila de discos de los mamarrachos ingleses, americanos o españoles de moda, puede sentirse afortunado. Alguien pensará que yo soy el equivocado, que doy demasiado valor a las palabras, o que soy un fascista intolerante (todo eso tiene que soportar este humilde narrador), pero quien honestamente se asome a las páginas de crítica musical a las que me refiero podrá comprobarlo por sí mismo: no es posible encontrar más que muestras impecables de analfabetismo, y no sólo musical, meros ejercicios de retórica que en ningún caso se refieren a lo que supuestamente tratan de analizar, esto es, la música.

Creo que es oportuno traer un ejemplo que pueda ilustrar lo que vengo diciendo, esto es, que lo que se entiende por hablar de música consiste, básicamente, en evitar con destreza la consideración musical de las obras, si así se nos permite nombrarlas, y hablar de cualquiera de los accesorios que se asocian al glamour putrefacto de esa supuesta música.Un mero pretexto para ser reconocido como uno más por los seguidores ovejunos de lo último. La lectura que me ha trastornado hasta el punto de llegar a necesitar escribir todo esto pertenece a un suplemento de fin de semana adjuntado a un periódico de tirada nacional .

El fin, quizás vano, que persigo al hacerlo es dar la oportunidad de que, entre tanta gente apuntada a la lista de Jorge, alguien me pueda explicar el sentido de tamaño despropósito. El artículo en cuestión es una pretendida crítica sobre la carrera de alguien que se hace pasar por músico, aunque nada en el texto hace sospechar que efectivamente lo sea. El artista, quede dicho, es para mi un completo desconocido, por lo que esto no es un intento de devaluar de antemano su obra, que tampoco he tenido el placer de escuchar. Por otro lado, la lectura de la reseña no me ha empujado a desearlo. El autor del artículo dedica a este simpático personaje una página entera en la que no es capaz de decir nada sobre música. No hay más que fórmulas acuñadas y bendecidas por el uso y la costumbre, pero carentes de significado. Todo el artículo es un pesado recorrido por una nada ornamentada en base a clichés y lugares comunes. Vuelvo a insistir: ¿cómo puede pasar esto por crítica musical? ¿Es tan poderosa la connivencia de los engañados y los engañadores como para hacer pasar por buena la moneda falsa?

Sumido en mi ingenuidad, yo pensaba que el análisis musical de una obra tenía que ver con lo que aún realizan algunos carcas reaccionarios en los conservatorios; quiere decir: estudio de la armonía de la obra y consistencia de las líneas melódicas, de la figuración rítmica, de las formas compositivas e innovaciones que pueden afectarla, de la naturaleza de los timbres utilizados….No sé, pensé que hablar de algo es penetrar en la cosa misma, y no rodearla sistemáticamente sin avistar siquiera su contenido. Una lectura medio atenta del artículo aquí considerado no puede escapar al carácter de farsa, de simulacro desvergonzado, que tienen todas las expresiones que, pretendidamente dirigidas a evaluar y analizar la música, no hacen más que resbalar por la superficie sin llegar a atrapar nada que sugiera elemento musical alguno. El uso del lenguaje es repetidamente tramposo, y el uso de las metáforas se convierte en delator de una ignorancia completa de lo que a la música se refiere. A una retahíla carente de interés sobre la vida y circunstancias del artista en cuestión se le añade una serie amorfa de términos que supuestamente se dirigen a describir y calificar la música. Todo consiste en utilizar metáforas comunes y manoseadas con el fin de que el público crea comprender algo allí donde no dice nada. Así, como remedio ante la incapacidad de usar conceptos que refieran a la música en sí misma, el articulista elige una serie de adjetivos de los ámbitos más dispares y los presenta como pertenecientes a su dominio.

Afirma: Su siguiente trabajo, Mutations (1998), fue todo lo contrario: un disco pausado y orgánico que se grabó en dos semanas

¿Qué dice sobre una obra el calificarla de pausada? ¿Qué quiere decir? Como mucho, se puede admitir que, refiriéndose a los tempi, se acerque al extrarradio de lo musical. Poco más. En cuanto a lo de orgánico, parece servir tanto para un anuncio de champú como para los discos de los músicos modernos. El truco evidente es utilizar calificativos procedentes de ámbitos sensoriales, artísticos o experienciales distintos, y hacerlos pasar por propios del oído y la música:
se trata de un CD casi conceptual;

o, también: el reciente information es un compedio de Hip-hop y música electrónica con un
tono menos alocado y más reflexivo, producido por...

Etiquetas repartidas por todo el texto que no dicen nada, en general, y, por supuesto, nada de música. El resultado al que cabe enfrentarse es de una pobreza desconsoladora: el analfabetismo convertido en sistema, la apología de la ignorancia y la estafa. El lenguaje se convierte, antes que en presentación de una realidad, en camuflaje que disfraza la nada; o si no, ¿qué significado tiene decir:

Se convierte en icono de la generación x (sic.) con una estrategia de reciclaje cultural en un personal crisol de rock, Folk, hip-hop, psicodelia y mil cosas más.

Esto es la ilustración más perfecta de lo que los miembros del círculo de Viena denominaban lenguaje sin sentido, quiere decir, un conjunto de proposiciones que, aunque aparentemente significantes, no dicen nada acerca de la realidad, siendo no más que vana logomaquia. Es necesario decir que lo de personal crisol queda muy bien; el problema es que todos los periodistas repiten sin cuento lo de personal crisol cada vez que quieren hablar de un artista y no saben decir nada sobre el arte, por lo que al final queda muy impersonal: todos tienen su personal crisol. Nada diremos sobre la gramática absurda de la frase.

Dislates comparables se repiten una y otra vez, de tal modo que el artículo termina del mismo modo monotóno y vacuo con que comenzó. ¿Por qué esto pasa como crítica musical o comentario acerca de la música? ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE MÚSICA? CODA De aquí viene el que casi todos los filósofos confundan las ideas de las cosas, y hablen de las cosas corporales espiritualmente y de las espiritualescorporalmente. Porque dicen audazmente que los cuerpos tienden a bajar, aspirana su centro, huyen de su destrucción, temen el vacío, que la naturaleza tieneinclinaciones, simpatías, antipatías, todas cosas que no pertenecen más que alos espíritus. Y hablando de los espíritus los consideran como en un lugar, y les atribuyen movimientos de un lugar a otro, cosas que no pertenecen sino a loscuerpos (…).BELLEZA POÉTICA.- Al igual que se dice belleza poética, debería decirse tambiénbelleza geométrica y belleza medicinal; pero no se dice. La razón es que se sabecuál es el objeto de la geometría, que consiste en pruebas, y cuál es el objetode la medicina, que consiste en la curación; pero no se sabe en qué consiste elagrado, que es el objeto de la poesía. No se sabe lo que es este modelo naturalque hay que imitar. Y a falta de este conocimiento se han inventado algunostérminos curiosos: “siglo de oro, maravilla de nuestros días, fatal”, etc., y sellama a esta jerga belleza poética. Blaise Pascal, Pensamientos; 33, 72

Borja Lucena

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