De un tiempo a esta parte los expertos se han convertido en componente fundamental de todo problema que se precie. De hecho, si no hay expertos implicados parece que el asunto no posee relevancia alguna. El experto se hace presente en todo momento como un observador privilegiado, como una mente sin limitación alguna para el juicio definitivo sobre lo que ocurre. Muerto Dios, el cetro vacante de la omnisciencia pasa a ser su posesión exclusiva. El único problema que tiene el experto es que necesita un contrato, porque, a diferencia del Dios cesado, su corporalidad le exige una relación constante con ciertos bienes materiales. Este ser privilegiado, esta mente preclara, no obstante, se encuentra con que nadie razonable se dejaría conducir en su vida ordinaria por sus consejos; cualquiera aplaude sus sabias decisiones, su reflexión y su pausada pantomima intelectual, pero nadie está dispuesto a arriesgar su propia vida, sus bienes y sus afectos por hacer mínimo caso a esa voz histriónica que clama en nombre del Bien. Es ahí donde se revela la función redentora del estado: como el político no repara en gastos -y es que gastar el dinero de los demás se presenta como una labor generosa y gratificante- adivina que no hay mejor propaganda que, en vez de emplearse en la arriesgada tarea de resolver problemas, publicitar la extrema preocupación que le causan; para ello contrata a un experto o a varios cientos, dependiendo del quantum de preocupación que quiera transmitir a la audiencia democrática. El experto, dotado del aura inexplicable del curandero, extirpa la mala conciencia de quien no hace nada y, al mismo tiempo, engrosa su cuenta de resultados a cargo de la riqueza común. No se hace nada, pero se piensa en qué hacer, lo que extiende un sentimiento de satisfacción casi navideño. La multitud de problemas y pseudoproblemas -mantenidos perpetuamente como tales- producen así la proliferación de una clase parasitaria que, unida a la de los políticos, se convierte a su vez en un grave problema.
Porque, ¿para qué entonces el estado? Olvidadas sus funciones auténticamente políticas, asistimos a un proceso imparable de conversión del estado en mantenedor artificial de gente inútil y, no sólo eso: nociva y pesada; gente que remedia la falta de talento exigiendo a los demás que les proporcione compensación pecuniaria; gente que se alimenta del complejo de culpa ambiente, de la falsa conciencia, de la carencia de valor para enfrentar los problemas que rodean a la sociedad contemporánea. Alrededor del estado todo se termina convirtiendo en farsa e impostura, en negocio y corruptela, en sopa pública a la que se acercan los incapaces y los listillos; el estado como medio de subsistencia de tantos cretinos, como responsable subsidiario de la mediocridad y la abulia intelectual de los aprovechados, como soporte y promoción de lo bajo y pobre; es desalentador el comprobar cómo termina por convertirse en causa de la ruina de todo lo que toca, ya que se encarga de subvencionar a todos aquellos que necesitan ser subvencionados para realizar algo. Un estado desensamblado, deconstruido, jibarizado en sus atribuciones políticas; un estado que se constituye en monumental justificación de sí mismo y de todos los mantenidos por su caprichosa Gracia. ¿Qué más decir? Nietszche: allí donde empieza el estado termina el hombre.
Este articulillo surgió de una reflexión colgada en el interesante blog de J. P. Quiñonero < http://unatemporadaen elinfierno > que recomiendo a todos los feacios que por aquí somos. Un saludo
ResponderEliminarPerdón: http://unatemporadaen elinfierno.net/ (sigo sin aclararme con esto de las direcciones y los HTML)
ResponderEliminarLos ingleses lo llamaron La Cosa por algo,por los tentáculos e intereses que iba generando. La manifestación más banal y artificiosa de esto que dices se manifiesta sobre todo en la cultura, en la que el estado se ha convertido en el mecenas de la mal llamada vanguardia.No obstante no desdeñaría los impresionantes resortes políticos que tiene todavía el estado,(para bien y para mal).Burócratas y expertos de la cosa han existido siempre,con frecuencia estaban en la inopia y pocas veces resolvían algo.Ahora simplemente el estado es más mastodóntico y hay más licenciados
ResponderEliminarQuizás sea lo que dices, Santi, esa superpoblación contemoporánea de todo tipo de excrecencias, aunque existieran siempre consejeros aúlicos de variado pelaje; no obstante, es esa presencia excesiva la que hoy se hace insoportable. De todos modos, lo que quería señalar es el creciente paternalismo del estado, que para muchos ya no e smás que un modo de consehuir lo que por capacidad propia les es imposible. El ejemplo del arte contemporáneo es, a estos efectos, revelador; de hecho, en l aprimera redacción incluí una referencia a ello: la función de "respiración asistida" que asume de manera creciente el estado se comprueba en la cantidad de "artistas" que, incapaces de la realización de obras valiosas y significativas, se sirven del mito del arte para exigir que el estado se haga cargo de su manutención. Estoy plenamente de acuerdo en ello: no hay espectáculo más lamentable que el del mercado subvencionado del arte, en el que poca cosa tiene valor artístico intrínseco. Saludos.
ResponderEliminarAdemás de todo lo que expones, Borja, me llama la atención que la “izquierda” no reflexione sobre lo poco democrático que es someterse a la voluntad del “experto”, como si su perspectiva del problema planteado fuera la única neutral mientras que el resto mantenemos posiciones interesadas, cuando en realidad es exactamente al contrario.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, Óscar, a mí me no me resulta tan sorprendente si lo pensamos desde la "izquierda real". Estamos hablando -no de otra cosa- de la prolongación de la venerable doctrina de la vanguardia del proletariado, esto es, de cómo una clase intelectual (y entiéndase en el peor sentido que pueda imaginarse) se piensa con derecho a hacerse con los resortes del estado para vivir a costa de toda una sociedad que ha de esperar impaciente la redención. La traducción política de la sanguijuela. Vampirismo social e intelectual. Nuestro amigo D. Cogita ha colgado una entrada franca y clara al respecto en su blog http://papelesdedoncogito.blogspot.com/
ResponderEliminarsaludos
Borja, muchas gracias por el bonito detalle (aunque tampoco estaría de más que no me cambiases de sexo...) lo que quería decir es que aún cuando siguen existiendo (por lo menos para mí) derechas e izquierdas, estas, cada vez más tienen -por lo menos en mí- menos y menos peso a la hora de situar ciertos parametros morales, de juicio o de lo que fuera...
ResponderEliminar... es más, si me apuras cada vez más tengo la certeza de que estas ¿ideas? (ojo tanto la derecha como la izquierda) y su posicionamiento ante ellas cumplen más la función de una "religión de sustitución" que de otra cosa.
..eso no quita que en estos momentos y en este país crea que cierta izquierda que nos gobierna y sus "mafias filantropicas" (QUiñonero dixit)sean hoy por hoy bastante más peligrosas que sus equivalentes en la derecha... tal como Borja describe muy bien en su entrada