¿Cómo damos peso a la vida interior sin volverla perversa y fanática contra los que piensan distinto? La fe religiosa decrece y el hombre aprende a comprenderse como fugaz y como inesencial, de esta forma se vuelve finalmente débil: no se ejercita tanto en el empeño y el aguante, quiere el goce presente, se hace las cosas fáciles y ligeras - y emplea quizá mucho ingenio en ello.
Friedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos 11[172]
Leyendo a Nietszche siempre he identificado al hombre posmoderno con.....
ResponderEliminar"¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.
¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella? -así pregunta el último hombre, y parpadea.
La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive.
Nosotros hemos inventado la felicidad -dicen los últimos hombres, y parpadean.
Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino, y se restriega contra él: pues necesita calor.
Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!
Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.
La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse.
La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.
¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.
En otro tiempo todo el mundo desvariaba -dicen los más sutiles, y parpadean.
Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia -de lo contrario, ello estropea el estómago.
La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud.
Nosotros hemos inventado la felicidad" -dicen los últimos hombres, y parpadean ."
Un saludo
A mi me convence un poco esto que leí de un tal Ernesto Castañeda Flores:
ResponderEliminar"Se perfectamente lo que debo hacer. Me levanto, voy a trabajar, descanso, y después duermo. No necesito nadie que me diga como he de hacer las cosas, soy totalmente independiente, y aún así dejo que otros se me acerquen porque me gusta estar acompañado. Prefiero que los ilusos que viven con migo piensen que son como yo. En realidad si que son iguales que yo; o ¿es esta afirmación derivada de un miedo a sentirme superior? No, se bien que no soy del montón. ¿Pero entonces? Mientras que haya quien no piense con la lucidez con que yo lo hago, no se podrá considerar a la humanidad con todos sus vicios y complejos superados. ¿No caeré quizá yo en esos mismos vicios? No, yo ya superé eso hace mucho, Yo no necesito citas de grandes hombres para saber que soy mayor de edad... De todas formas se que me queda mucho por aprender, y que no lograré conocer todo, ¿Quién puede dudar eso? Me río de tanto iluso que sigue creyendo en supercherías. Yo ya lo tengo superado; no necesito mostrar mi genio; mejor ser uno más para no molestar a los pobres ilusos, aunque podría ayudar en la erradicación de lo ilusorio... ¿y si es eso lo que necesitamos? No, yo soy feliz siendo consciente de mi extraordinaria capacidad cognitiva. Me voy al bar."
Un saludo
Vuelvo de unas minivacaciones en Palma y encuentro que Don Cógito y Don Perucha han continuado mi propuesta de texto con otras dos falanges... ¡igual llegamos a construir una mano!
ResponderEliminarY veo sin demasiada sorpresa que, mientras ue Joaquín comprendió el texto como un reproche a la pos-modernidad, Daniel nos trae aquí una visión mucho más positiva y amable. No os sorprenderá seguro que en este caso siga al buen amigo Perucha.
Hay dos aspectos en el texto que he colgado que llaman poderosamente mi atención: Nietzsche ve cómo la desaparición de la fe religiosa permite comprenderse al hombre como "inesencial", como "finito" y "fugaz". Y este reconocimiento cabe interpretarlo en dos caminos que se cruzan:
En primer lugar esto convierte al hombre en un ser débil y como señala Joaquín con su texto (supongo que del Zarathustra) un ser ocioso, borreguil y sin sentido.
Y en segundo lugar cabe pensar que esta finitud que nos entrega a un goce ligero de la vida, a una jovialidad cargada de ingenio e ironía, como también se puede leer en el texto de Peru.
De estas dos formas de leer el texto creo que me quedo con la segunda ya que creo que se leen desde disposiciones afectivas diferentes. La segunda lectura de de hombres felices y joviales que no esperan de la vida mucho más que "una buena vida". La primera lectura es la de un nostálgico que añora otras épocas repletas de grandes hombres.
Nietzsche ve con claridad que la pérdida de lo sagrado, de lo sublime, de la grandeza, es el coste que pagamos por la finitud, la jovialidad y la felicidad. En sus últimos textos se ve cómo pendulea de un lado a otro no sabiendo si quedarse con la música profunda de Wagner, a la que nunca dejó de admirar, o el tranquilo sol sin dios de Sils- Maria.
Un saludo Rik. Espero que tu padre esté bien.
Un abrazo Peru y un placer verte por aquí.
Yo creo que el hombre postmoderno es aquel que sacraliza lo que le sale de los cojones, no lo que le dicen otros.Ha descubierto el Significado y se lo pasa bomba señalando con el dedo.Y pude ser grande, ( de hecho, lo es), sólo que hay mucho mediocre que niega su grandeza, ya sea por mezquindad, ya porque también está lleno de Significado y todo está muy visto.Porque antes, en el reino de los tuertos cualquiera era guapo
ResponderEliminarNo sé, quizás la etiqueta oculta al hombre; no sé muy bien qué es eso de posmoderno, más allá de una imprecisa situación en el tiempo. No 9obstante, creo que entiendo vagamente lo que quiere decir la expresión. Aquí, como en otros muchos sentidos, la filosofía de Nietzsche ofrece la posibilidad de servirse al gusto, de elegir qué cita utilizar para dar peso a cualquier opinión (bueno, no t6a nto como cualquiera). EN este caso, Nietzsche vive en la confusión de lo ético y lo político, y, en su amor por lo oscuro y equívoco, no se encarga especialmente de despejarla.
ResponderEliminarPor mi parte, pienso que la figura del "superhombre" es esp'ecialmente nociva en el ámbito político, donde sólo es capaz de erigir algún tipo de despotismo -ya sea el de los sabios, los expeertos, los buenos, los fuertes....-; Por otro lado, el hombre "amante de los pequeños placeres", vinculado a las cosas por el solo deseo de consumirlas, alérgico a todo aquello que signifique reconocimiento de lo distinguido y valioso... me parece un tipo ético lamentable y aburrido. En este sentido ético, Nietzsche también dio nombre a este hombre adocenado y conformista: un ideal propio de vacas (y añadió: "inglesas")
Vaya, Borja... por una vez estoy completamente acorde con el texto que escribes; Nietzsche es un gran referente de citas y vale para casi cualquier cosa, como bien dices "casi". Y completamente de acuerdo que son tan nocivos el "ubermench" en lo político, como la "vaca inglesa" del "Crepúsculo de los ídolos", uno de los textos que más he disfrutado en mi vida. Este último es aburrido, como bien dices, y tiene poco que aportar y vi vida posee poco valor.
ResponderEliminarPero Nietzsche también describe en (creo que Aurora), a los "aeronautas del espíritu", pájaros que vuelan por encima de un océano sin seguridad de hayar tierra firme y bastante seguros de naufragar. Estos pájaros sólo son posibles desde la comprensión de la propia vida como "fugaz e inesencial", porque sólo desde esta comprensión cabe darle un verdadero peso a la voluntad. Esto también lo supo ver Unamuno que describió con brillantez a un hombre trágico que, tras toparse con su finitud, se niega a bas de golpes de voluntad a ser un "relámpago entre dos eternidades de tinieblas".
Este es el tema de la posmodernidad: cómo crear algo valioso sabiéndose finito e inesencial; Niezsche se lo pregunta y no sabe muy bien por dónde tirar: si dejarse arrastrar por el demonio melancólico (los días anteriores a su internamiento no dejó de interpretar la música de Wagner al piano) o ser el nuevo "Cristo dionisiaco", creador de una nueva sacralidad (Lou Salomé lo describe en sus memorias como un hombre con un espíritu profúndamente religioso); seguramente este desgarro lo volvió loco.
Fue Heidegger quién se inventó la mejor de las telarañas, una verdadera ontología de la finitud, pero las consecuencias éticas de dicha ontología son cuando menos peligrosas, como todos ya sabemos.
Me gustó el fragmento porque Nietzsche le otorga una carta a ese hombre posmoderno que goza de las cosas "fáciles y ligeras": mucho ingenio. Y es que tal vez, entre todas esas vacas inglesas, también puede crecer algún ingenioso cabrón... y éste merece ser considerado. Se me ocurre uno que hace unos días disfruté intensamente en el museo del prado: Francis Bacon. También el hombre posmoderno, después de descubrir la frágil relación entre significante y significado, puede ser grande señalando con el dedo, como dice Santi.
He de opinar de rodillas pues desconozco la mayoría de las cosas de las que habláis.
ResponderEliminarAdivino que para que exista ese hombre posmoderno ha tenido que existir uno moderno; y asegurar esto es caer, a mi parecer, en el mismo error que se cae en la interpretación política del "superhombre" que anota Borja. Probablemente la multipolarización del hombre contemporaneo haga imposible que se pueda hablar de un canon de hombre posmoderno. El hombre posmoderno pertenece a las minorías de vanguardia como también lo hace el hombre moderno y otro hombre que podría haber superado esa difícilmente definible posmodernidad. Pero hay que seguir cayendo en ese error de individualizar la palabra hombre para poder hablar de un hombre posmoderno, Porque el hombre (como humanidad, o más fácil, como sociedad occidental) sigue siendo el de siempre, no sabe ser de otra forma. El hombre posmoderno podría reírse de sí mismo y asegurar su superioridad (cosa que puede parecer extraña si analizamos ese hombre dentro de una sociedad de hombres posmodernos); el hombre contemporáneo se divide, contra esa polipolarización que antes he dicho, en dos polos: el hombre que sabe reírse de sí mismo y el que se afirma superior. ¿O tal vez si pueda el hombre hacer las dos cosas?
Tiene razón D. Perucha en sospechar de la etiqueta de "posmoderno"; a eso me refería yo en mi anterior comentario, a la irrelevancia de algunos adjetivos que terminan adquiriendo solidez y creciendo como monstruos hasta ocultar aquello que adjetivan. Eso ocurre con el término "Posmoderno": parece que estamos hablando de otra cosa, pero seguimos hablando de lo mismo, desde hace miles de años. Seguimos hablando de hombres, tan frágiles y arrogantes, tan peqwueños y capaces a veces de lo extraordinario. Creo que ese es uno de los problemas de la filosofía contemporánea: se niega la posibilidad de hablar de lo sustantivo -recordemos que el concepto de "sustancia" es casi blasfemo- para sólo tratar de lo adjetivo; se deja de hablar de los hombres -en sus circunstancias siempre novedosas- para hablar únicamente de sus máscaras.
ResponderEliminarCreo que Edu tendrá aquí algo que decir, y seguramente no en mi dirección: ¿cómo hablar si las cosas o los hombres han desaparecido bajo un cúmulo de másccaras y disfraces superpuestos? ¿Cómo hablar si lo único que nos permitimos es manosear los adjetivos sin alcanzar nunca aquello que los soporta y otorga significado? ¿Cómo hablar del hombre postergando el problema de la condición humana como tal? No sé si se me entiende.
La última frase: "no sé si me entiendo"
ResponderEliminarMe vais a perdonar pero la frase en litigio me parece poesía mala de un resentido. Poesía de aquel que se rebela contra un mundo que no es como el que el diseñaría.
ResponderEliminarNo desdeño cosas estimables en Nietzsche, sobre todo aquello que entronca con el valor que otorga a la verdad aunque sea a costa de ponerse en el papel de su archienemigo.
Imposta la verdad como recurso recurrente para salir a flote de su impotencia.
Necesitaba a Dios como yo necesito , el beso de una madre, el abrazo de un hermano, la cercanía de un amigo, un libro, una cerveza fresca y un vino bien criado.
"El Eclipse de la fraternidad" de Domenech, aquí veréis grandes perlas del maestro del desamor.
Casualmente todos sus hijos son posmodernos.
No creo que haya un Nitzscheano que haya entendido a Nitzsche.
Respecto al tema de la finitud, caray, ya los trágicos griegos se dieron de bruces con ello y lo confrontaron con la necesidad de la ley.
Antígona luchando contra las eternas disposiciones que impedían que el cuerpo mortal de su hermano reposara en la eterna tierra de sus padres.
Donde estuvo este muchacho cuando en Europa se jugaban muchos estomagos hambrientos su finitud.
" Aquí, como en otros muchos sentidos, la filosofía de Nietzsche ofrece la posibilidad de servirse al gusto, de elegir qué cita utilizar para dar peso a cualquier opinión "(Borja Lucena)
Este ya se ha casado y se ha ablandado
" También el hombre posmoderno, después de descubrir la frágil relación entre significante y significado, puede ser grande señalando con el dedo, como dice Santi."
Que descubrimiento.
Se sabe cual es el significante y significado de “hombre posmoderno”?
Viva la Filosofía del lenguaje. "en el principio fue el verbo......"
Bien anticipas mi respuesta Borja.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo al señalarnos el asunto de la máscara. La palabra "posmoderno" es una etiqueta que oculta lo que trata de describir. Aquií no te pongo ni una coma.
El problema es que este "etiquetado" se lo reservas sólo a algunas palabras. Apuntas a "la irrelevancia de algunos adjetivos que terminan adquiriendo solidez y creciendo como monstruos hasta ocultar aquello que adjetivan" y entiendo que defiendes que algunos otros adjetivos no son irrelevantes porque no "ocultan" sino que "describen". Si tu sabes cuáles son estos adjetivos, por favor compártelos con nosotros, porque la filosofía lleva siglos buscándolos y no termina de dar con ellos.
Que la llamada filosofía posmoderna ha descubierto que el conocimiento es un juego de máscaras (y precísamente fue Nietzsche quién sugirió esta posibilidad) no creo que tenga las implicaciones que tu señalas y ya otras veces hemos discutido. Dices que la filosofía se niega la posibilidad de hablar de lo sustantivo a lo que me opongo completamente si por "sustantivo" entiendes lo real, la vida y los aspectos más concretos e, incluso esenciales de nuestra existencia. Lo que ocurre que de estas cosas la filosofía contemporánea habla utilizando otras palabras, lo las mismas que pueda usar la filosofía moderna o la escoláctica medieval. No es que la palabra "sustancia" sea "blasfema" (la utilización de un término religioso es aquí muy revelador), sencillamente es que es una palabra que ya no usamos por muchas razones. Tu analogía por esa razón me parece injusta. Es como si yo afirmase que la física cuántica no hace más que construir un discurso irreal y enmascarador por el simple hecho de que los físicos del Instituto Tecnológico de Massachusets no quieren ni oir hablar del "ímpetu".
Si algo hace la filosofía posmoderna es iluminar aspectos de la realidad que no estaban presentes en las filosofías "sustancialistas" medievales o modernas. Cosas como la finitud, la precariedad, el dolor, la sinrazón forman parte de nuestras vidas de una forma tan presente que merecía la pena elaborar un léxico que nos permitiese hablar de estas cosas de forma contundente. Desde luego el concepto medieval de "sustancia" ignora todos estos aspectos de forma tan evidente que cabría preguntarse dónde está la máscara.
Alf, mi referencia a Nietzsche no dejaba de guardar cierta carga de ironía, como he hablado contigo esta tarde. ¿Quizás me ablando? No lo descarto.
ResponderEliminarEdu: creo que lo que decía no iba del todo por allí; por supuesto no estoy en condiciones de hacer una lista de esos adjetivos. Lo que intentaba decir es que esa dialéctica dada entre lo sustantivo y lo adjetivo entraña una copertenencia íntima entre ambos polos, lo que hace vano el encontrar una solución por el simple medio de eliminar alguno de ellos: eso "sustantivo" que nombraba no puede pensarse sin el paso a lo "adjetivo", así como éste pierde toda significación sin referirse a aquéllo. La solución de eliminar lo que llamaba "sustantivo" me parece una mala solución, porque sólo solidifica uno de los polos. La máscara sin el hombre que la porta es una entelequia, así como no hay hombre sin máscara. Eliminar la sustancia (y no pretendía un uso técnico del término, en este caso me refiero al hombre-individuo que, seguramente, no puede ser comprendido en términos de "sustancia") que nombras lleva a la peligrosa conversión de la máscara en "auténtica" sustancia, lo que no deja de ser un trastocamiento que sigue pensando en los mismos términos de la oposición. Creo que este tipo de inversiones no dejan de plantear lo mismo pero, quizás, volviéndolo del revés. Precisamente esta operación fue advertida pr Nietzsche, que también pretendió la inversión. EN su parábola sobre el mundo real reconoció propiamente que no basta con eliminar la realidad esencial de las ideas preconizada por la tradición platónica para quedarse únicamente entonces con el mundo de los sentidos y la afirmación completa de la apariencia: esta apariencia, este mundo riquísimo de los sentidos y la existencia terrena, sólo tenía sentido en la oposición al mundo intemporal y "ficticio" de las ideas; eliminado éste, desaparece también la apariencia misma. Uno de los textos más enigmáticos de Nietzsche que puede adivinarse como el reconocimiento de un fracaso.
Por otro lado, no niego que la filosofía contemporánea se haya aventurado a explorar regiones del dolor y la finitud antes ignoradas. Tu misma afirmación me sirve para señalar que no se trata simplemente de un "léxico", sino de un léxico que revela, que revela realidades, realidades dotadas de una consistencia quizás antes desconocida y, seguramente, postergada. No quiere eso decir que antes no se dijera el dolor o la precariedad, sino que responden en todo caso a la novedad de acontecimientos inéditos en otras épocas, pero hoy bien presentes. No creo que la imagen de una filoosfía medieval "sustancialista" sin más sea adecuada: ¿no hay dolor y precariedad, por ejemplo, en un S. Agustín? Sí los hay, y no creo que en menor intensidad que en los existencialistas, aunque estén modulados de acuerdo a experiencias radicalmente diversas. La filosofía contemporánea no ha descubierto el dolor, o la precariedad o la finitud: eso es tan viejo como el ser humano; lo que sí ha hecho es asumir las formas específicamente epocales de un dolor y una precariedad cuya potencial de figuras es inagotable.
Borja, Yo tampoco creo haberme hecho entender pues no creo que de lo que se trate en esto que a modo de etiqueta (algo siempre impostor) llamamos "pensamiento posmoderno" sea eliminar, sin más, lo sustantivo quedando huérfana la máscara. Evidentemente si plandeamos el debate modernamente y giramos, una vez más, alrededor de la relación sujeto-objeto no podemos pensar la posmodernidad más que como un reduccionismo que anula, como bien dices, uno de los polos. Cuando introducía más arriba la comparación entre la palabra “substancia” y la palabra “ímpetus” quería subrayar precisamente que la posmodernidad no ha dejado de referirse una y otra vez a lo mismo que Tomás de Aquino llama Substancia, pero que para ello usa palabras distintas, lo que no significa que sean mejores ni peores, más verdaderas o más impostoras. La substitución de unos léxicos por otros apuntan no a una superación dialéctica o a un progreso, ni mucho menos, apuntan más bien a que las viejas palabras ya no nos sirven para hacer las cosas que ahora queremos hacer. Y el universo tomista, por ejemplo, tiene mucho valor y como has mostrado en muchas ocasiones, te ha prestado palabras para que tu puedas ilustrarnos tus paseos bajo el tibio sol soriano, pero seguramente se queda corto -como por otra parte se queda corta cualquier máscara- para describir muchas experiencias reales, muy reales, de los hombres contemporáneos; es el caso por ejemplo de la finitud, la precariedad, el sinsentido... seguramente por todo esto las contraposiciones sujeto-objeto o substancia-apariencia, a las que no les niego su importancia, en otras ocasiones muestran su nulidad.
ResponderEliminarComo bien dices “no se trata solo de un léxico”; nunca he creído que comamos y bebamos léxicos. Al revés, no dejo de insistir en la idea wittgensteniana de que las palabras no son muy diferentes de cualquier otro instrumento que nos vale para hacer algo en el mundo; y desde luego nadie se apuntaría a comprarse una llave inglesa sin una tuerca para apretar. El hombre, contrariamente a lo que afirmas en tu primera entrada, no ha desaparecido bajo un cúmulo de máscaras y disfraces; el hombre, como señala Perucha y tu le aplaudes, “siempre ha estado ahí”. Pero tu y yo, y muchos otros también (sino todos), necesitamos palabras para referirnos a nuestras vidas (“poeticamente habita el hombre la tierra que decía el rector de Friburgo) y para esto Nietzsche ha sido uno de los grandes genios contemporáneos, diga lo que diga Alfred, regalándonos “poéticamente” muchas de las palabras con las que ahora hablamos.
Pero no sólo esto; ¿recuerdas lo que nos decía nuestro insigne profesor (ahora ministro de educación)? “tened cuidado con lo que decís, porque no sabéis a dónde os conducirá”. O lo que es lo mismo: las palabras, los léxicos, como también defiende Rorty, son una clase especial de herramientas dado que no somos capaces de predecir para qué servirán. Algunos tipos como Nietzsche parecían tener una visión mucho más profunda de estos usos futuros y el alemán no ha hecho sino escribir en sus obras colecciones de sospechas que luego se han mostrado tan reales como terribles. Y en esta línea va el texto planteado, con los dioses huidos¿Cómo damos peso a la vida interior sin volverla perversa y fanática? Tu mismo has hablado en ocasiones de este asunto refiriéndote al nihilismo y voluntarismo nazi; también cabe una lectura del übermench perversa y fanática. Pues bien creo que Nietzsche en el texto ofrece otra alternativa, mucho más sugerente y que a mí particularmente me gusta: el ingenioso que ama una vida fácil y ligera. Tal vez ese sea el precio de la democracia.
Edu: llevab media hora escribiendo cuando se me ha escapado todo. Estoy desolado e intentaré resumir:
ResponderEliminar1- Creo que nos encontramos en un lenguaje común en tu último comentario: las palabras no son entes autónomos sólo referidas a sí mismas, sino que poseen la aptitud de revelar la realidad en torno; esta claro que existen muy distintos modos de referirse a lo circundante, y que la acción de los hombres (sus hechos y palabras) tiene la capacidad de iniciar procesos novedosos que configuran de modos muy diversos lo real. Tanto el lenguaje como la realidad no pueden ser los mismos hoy que en los siglos de la vida monástica, aunque eso no quiere decir que no exista la coincidencia en el carácter mismo de mundo: habitamos un mundo, y ese mundo posee propiesdades ajenas a nuestra voluntad que exigen atención, así como se revela como un mundo por definición común a los hombres que lo habitan, tanto en el siglo XIII como en el XXI. Esto queda muy corto y sin explicar, pero no puedo más,
2- Por otro lado, la caracterización de las palabras como "instrumentos" me parece la reducción de su carácter a una sola de sus dimensiones (lo que tú me achacabas a mí con lo de la "referencia"). Creo que existe aquí un grave equívoco basado en un abuso de la analogía de la fabricación: reduces toda actividad a la de producción de objetos, cuando el campo de la acción es mucho más amplio. Tu mismo uso del término "hacer" parece participar de la indiferencia entre "acción" y "fabricación", cuando son actividades no sólo diversas, sino en muchos sentidos opuestas. Hannah Arendt tiene páginas muy interesante sobre la fiferenciación necesaria entre ambos tipos de actividad, y critica agudamente la reducción de la acción a los procesos de fabrticación, lo que posee implicaciones políticas fundamentales.
Básicamente, hacer de las palabras "instrumentos" es amoldarlas a un tipo de actividad humana existente por sí y claramente diferenciado del ámbito en el que el lenguaje opera. El lenguaje puede ser instrumento en un sentido analógico y en ciertos respectos, pero convertir esa analogía metafórica en identidad puede llevar a desconocer la diferencia evidente entre palabras e instrumentos de fabricación.
Pues si, Borja.
ResponderEliminarCon respecto al primer punto que señalas, no hay nada que añadir, tu lo describes mejor que yo. Si esto es lo que piensas, entonces vamos por el mismo camino.
Con respecto a lo que añades en segundo lugar, algo que ya de más de matiz, no me veo reflejado en tu descripción de mis palabras. Me achacas de reducir el lenguaje a un mero instrumento de fabricación y no creo haber dicho nada parecido en ninguna parte; a menos que le des un sentido amplísimo a la la palabra "fabricación". Creo que en ete sentido deberías aclarar un poco a qué te refieres por "fabricación" distinguiéndolo de "acción". Yo creo entender, también por lo que sé de Arendt que "fabricación" afecta al trabajo mecánico de la manufactura, mientras que la "acción" tendría más que ver con la intervención racional en el mundo. Si es esto, puedo entender por dónde va tu crítica y en cierta forma (solo "en cierta forma") te daré la razón.
Cuando señalo que el lenguaje es un instrumento para hacer cosas con el mundo, quiero darle a esta afirmación el sentido más amplio posible. Muchas de las palabras que usamos, como ya he señalado muchas veces, sólo tienen sentido dentro de un uso referencialista; sin embargo este uso es muy limitado como mostró Wittgenstein en su TRactatus. En la mayoría de los casos, los usos que le damos a las palabras va por otro sitio: generalmente conseguir un cambio en el mundo, es decir, en la conducta de quienes nos rodean (en realidad el uso referencialista puede ser facilmente asimilado por esta descripción). Muchas veces (también la mayoría) el uso de los instrumentos es mecánico, es decir, conocemos su uso y lo empleamos como quien utiliza una pala para hacer un agujero; es empleado en un "juego lingüistico" que carece por completo de creatividad y simplemente desarrolla una acción pautada, como es el caso de la acción manufacturera en una fábrica. Pero esto no significa que toda la acción que nos permite el lenguaje sea de esta clase. Como ya he dicho, el lenguaje es un conjunto de herramientas muy especiales ya que no nos permiten saber mucho sobre qué uso real van a tener antes de comenzar a usarlas y una vez ocurre esto pueden mostrar aspectos sorprendentes y espontáneos imprevistos. Esta característica no la tienen las máuinas de las fabricas manufactureras en las que no es posible nada "nuevo", pero sí lo tiene el lenguaje.
Claro, aqui desaparece, como igual ya has advertido, el concepto moderno de libertad (que tal vez es el que maneja Hanna Arendt) entendido como "cálculo racional": es libre quien puede diseñar sus acciones de a cuerdo con un plan racional preestablecido por sí mismo. Quizá por eso tu has interpretado que yo estoy igualando la máquina manufacturera al instrumento lingüístico, sin ser esa mi intención.
POr eso, dado que una vez estamos sumergidos en un léxico resulta tan dificil librarnos de las consecuencias que acarrea, es importantísima la "función irónica": tener la posibilidad de movernos en varios registros y ser, cuando lo requiere, un poco cínicos si cabe.