Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

martes, 3 de mayo de 2011

Sobre la ideología en Marx (VII).
Tiempo y alienación.
Borja Lucena Góngora

En la reflexión neoplatónica –y en el cristianismo de la misma procedencia- encontramos la noción de un recorrido temporal de la realidad en el que Dios o el Uno se pierde en el mundo que ha construido y sólo completa su historia cuando es capaz de recuperar su ser disperso en la diversidad de las cosas conduciéndose de nuevo a unidad; al final del transcurso temporal, el Uno-Dios se reconoce a sí mismo suprimiendo la aparente independencia de las cosas del mundo. Dios se aliena en el mundo al producirlo, y cancela su alienación al reconocer como sí mismo todo aquello que ha producido. En las palabras de Nicolás de Cusa, el mundo, la creación, es la explicatio de Dios. Para Marx, el tiempo tiene el mismo carácter, sólo que el sujeto ya no es Dios-Uno, sino la humanidad que, en el proceso de su historia, se pierde a sí misma, se aliena en el mundo de objetos que produce para, finalmente, tomar posesión de él y llegar a la completa reconciliación con todas las manifestaciones de su propio ser. En esto consiste el célebre análisis de la alienación ofrecido por Marx, un análisis consecuentemente centrado en el trabajo productivo como actividad que caracteriza al hombre: creador de un mundo de objetos a través de su trabajo, estos objetos se constituyen ante el hombre como poderes extraños y dotados de autonomía, como cosas de un mundo que se enfrenta a los artífices que lo originaron y dan la espalda a sus aspiraciones. Perdidos los hombres en un mundo ajeno, aparentemente comandado por leyes indiferentes, la vuelta del tiempo sobre sí mismo se realiza en la exigencia de que reconozcan el mundo como creación suya, que supriman su supuesta independencia y extrañeza, que disuelvan su carácter aparente de sustantividad y consistencia propias a través de la apropiación práctica llevada a cabo en el trabajo y la técnica.

Ya hemos visto que en relación con el trabajador que se apropia de la naturaleza mediante su trabajo, la apropiación aparece como alienación, la actividad personal como actividad para otro y de otro, la vida como el sacrificio de la vida y la producción del objeto como la pérdida del objeto a un poder ajeno (…).
Manuscritos económico-filosóficos, I
(…) es sólo cuando el objeto se convierte en objeto humano, o humanidad objetiva, cuando el hombre no se pierde en él. Esto sólo es posible cuando el objeto se convierte en objeto social y cuando él mismo se convierte en un ser social y la sociedad se convierte en ser, para él, en este objeto.
Manuscritos económico-filosóficos, III
Suprimir la alienación quiere decir cancelar la otredad del mundo, anular su carácter de cosa para reintegrarlo en el proceso constante de producción de la realidad en el que el hombre –en su labor productiva, en su trabajo volcado en la modelación de un mundo- se reúne otra vez consigo y con la realidad mundana al sumergirse en el proceso en el que ésta se constituye; entonces es verdaderamente parte de esa realidad, porque es capaz de borrar la separación entre sujeto y objeto a través de un trabajo cuyo fin es precisamente la desaparición del objeto en el sujeto y del sujeto en el objeto.

El tiempo dialéctico, pautado por la aparición de las alienaciones y su recuperación progresiva, se demuestra para Marx como motor de toda transformación histórica –ya sea el declive de la civilización griega o romana, el lento ascenso de la burguesía en las ciudades italianas, la toma del poder de esa burguesía en las revoluciones modernas…- mostrando cómo el mundo y su constante cambio poseen una lógica estricta e inmanente. Frente a la amenaza presentada a los hombres por una realidad mundana inestable y en continuo devenir, la amenaza de perderse en lo que se presenta como heterogéneo y abigarrado, como un paisaje que se transforma sin cesar, Marx descubre que no es preciso fijarse en la infinidad inabarcable de los cambios, sino más bien en la unidad de la ley que los rige.

(…) en las relaciones de intercambio entre sus productos, fortuitas y siempre fluctuantes, el tiempo de trabajo socialmente necesario para los producción de los mismos se impone de modo irresistible como ley natural reguladora, tal como por ejemplo se impone la ley de la gravedad cuando a uno se le cae la casa encima.
El capital, I

Escondida en el seno de toda manifestación se encuentra la norma que rige el manifestarse de las cosas, y esta norma es, según apuesta el pensador alemán, la lógica dialéctica que avanza a través de contradicciones, que exige la floración de todos los antagonismos latentes desde un principio para poder alcanzar la última plenitud de la reunificación. Esta lógica que dirige el fluir de los acontecimientos exige el completo perderse a sí mismos de los hombres –su completa alienación en la realidad capitalista que evoca la del Dios-Uno en el mundo por él creado- como realización anterior de su definitivo reencuentro consigo y con la entera realidad. El tiempo es, por lo tanto, el tiempo de la epopeya en que la humanidad se reencuentra a sí misma tras un largo período de extravío y ceguera, pero de tal manera que el resultado final de la historia humana obedece al desarrollo de una trama argumental y poética, de modo que todo ese estar perdida y arrojada era necesario para completar la reconciliación de la humanidad con el mundo y consigo. El tiempo dialéctico –el tiempo de la epopeya- está dotado de una dirección y un ímpetu capaz de hacer aparecer pacientemente todas las contradicciones en las distintas sociedades humanas –en los modos de producción asiático, esclavista, feudal, burgués…- para después cancelar a su vez todas esas formas de alienación dando paso a un modo de producción superior en el que las contradicciones se hacen más complejas y exigen una resolución aún más avanzada.

Del curso real del desarrollo (…) se desprende la victoria del capitalista, es decir, de la propiedad privada desarrollada sobre la propiedad privada subdesarrollada, inmatura, el terrateniente. En general, el movimiento debe triunfar sobre la inmovilidad, la vulgaridad abierta y consciente sobre la vulgaridad oculta, inconsciente, la avaricia sobre la intemperancia, el egoísmo abiertamente mudable de la razón sobre el egoísmo local, prudente, simple, ocioso y fantástico de la superstición, y el dinero sobre las demás formas de propiedad privada.
Manuscritos económico-filosóficos, I
Sólo el desarrollo exhaustivo de la gran industria capitalista hace posible la abolición de la propiedad privada.
La ideología alemana
A mi modo de ver, y como se hace manifiesto en los fragmentos anteriores, es fundamental percibir cómo en Marx la lógica –la necesidad de aparición de las contradicciones y su resolución- actúa en la historia, cómo comanda el devenir de lo real, cómo se presenta como una potencia real que causa las transformaciones acontecidas y por acontecer; la realidad mundana, desde esta comprensión dialéctica, posee una esencia conceptual y lógica que el que pretende adivinar su secreto debe llegar a conocer. En relación a este carácter lógico-ontológico de las contradicciones históricas tiene sentido la introducción por parte de Marx de la violencia como motor de la historia y auténtica fuerza política, así como del pensamiento como ímpetu destructivo y crítico.

Pero todos ellos recurren al poder del Estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad, para fomentar como en un invernadero el proceso de transformación del modo de producción feudal en modo de producción capitalista y para abreviar las transiciones. La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica
El capital, I
En el seno de un mundo perdido para sí, pero en el que se oculta la aspiración a la unidad, también el pensamiento toma la sola consistencia de lo negativo, así como la acción humana significativa ha de ser la destrucción violenta de lo establecido. Esto ha de ser así no por motivos circunstanciales, morales o de conveniencia, sino por imperativo lógico estricto. El pensamiento de la realidad y la historia como procesos lógicos exigen contemplar la solidificación de cualquier estado de cosas –una institución, un régimen económico o político, un conjunto de costumbres y tradiciones- como un límite artificioso que encierra e inmoviliza el transcurso de lo real y la racionalidad que ese transcurso realiza y manifiesta en su incesante movimiento. Cualquier cosa o conjunto de cosas no ha de ser percibido más que como un producto transitorio del proceso en el que todo momento está destinado a desaparecer. La realidad es la producción inacabable de la realidad, y un producto que se presentara como acabado sólo puede significar una contradicción ante el flujo continuo en el que emerge. Como consecuencia de esto, la acción violenta y destructora –revolución en la materia y crítica de todo sistema filosófico anterior en el pensamiento- posee la función lógica de demoler lo aparentemente constituido para hacer manifiesta la racionalidad dinámica inmanente.

Feuerbach aspira, pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe.
La ideología alemana
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.
Tesis sobre Feuerbach, 11
El tiempo, pues, describe para Marx un itinerario prescrito, un recorrido que inevitablemente conduce del extravío y la dispersión a la reunión definitiva de los hombres con su realidad efectiva. El hombre mismo es el portador del instrumental preciso para la realización del tiempo profético, él mismo es ese instrumento cuya negatividad –cuya acción destructora de todo lo que contiene y paraliza el desarrollo de lo real- culmina en una positividad reencontrada.

El haber descubierto que el centro del mundo es un proceder lógico –descubrimiento debido a Hegel en su forma filosófica más lograda, pero extendido por Marx a sus últimas y exhaustivas consecuencias materiales y prácticas-; que el devenir obedece a un programa conceptual y que sólo la resolución lógica de las contradicciones supone una resolución real; el haber mostrado que el trabajo humano posee significación ontológica y efectiva en el desarrollo necesario de lo real; el haber señalado la racionalidad invisible que esconde la aparente anarquía de los fenómenos mundanos, y cómo la emergencia de contradicciones contiene ya su cancelación venidera; y, en fin, el haber llevado a la dialéctica a su extremo de coherencia haciéndola capaz no sólo de explicar lo pasado, sino de predecir lo venidero –lo que en Hegel era dudoso, dado que la lechuza de Minerva emprende el vuelo al atardecer y la filosofía siempre llega tarde-; todos son galardones que Marx ofrece como prueba de que es capaz de augurar el itinerario del tiempo profético. De este modo, Marx se dedica con esmero a demostrar cómo la sociedad capitalista atesora el máximo de contradicciones lógicas, para mostrar también cómo es inminente el momento en que se han de cancelar definitivamente: porque en el capitalismo los productores son desposeídos de lo que producen, porque la lucha de clases se intensifica y purifica conceptualmente al reducirse finalmente al enfrentamiento entre dos principios irreconciliables –proletario y burgués-; porque la realización de la racionalidad organizativa dada en el trabajo industrial se yuxtapone al desorden imperante en el mercado; porque la libertad formalmente reconocida se aplasta contra la esclavitud efectiva del que nada posee; porque las relaciones burguesas de producción aprisionan y asfixian a las descomunales fuerzas productivas; porque la miseria del proletariado se contrapone a una riqueza sin precedentes; porque las relaciones entre personas aparecen como relaciones entre cosas y las de las cosas como relaciones entre personas…… El capitalismo, según esto, será destruido por la insoportable acumulación de contradicciones lógicas que apuntan a una resolución dialéctica llevada adelante por la figura épica del proletariado, ya que en la clase trabajadora nos encontramos ante

(…) la pérdida completa del hombre y, por lo tanto, sólo pueda reconquistarse a sí misma mediante la recuperación completa del hombre (negrita mía)
Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel

2 comentarios:

  1. Alfredo Ferreiro López21/5/11, 23:32

    Los de Sol echamos de menos Fecios.

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  2. Los feacios -yo por lo menos- echamos de menos tener el sol tan cerca...

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