Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

miércoles, 30 de octubre de 2013

Una conversación sobre el separatismo.
Borja Lucena

A raíz de la anterior entrada de Óscar, Feacios se ha visto mezclada en los sucios arenales de la política española (valga el oxímoron). A su artículo sobre la secesión, quiero añadir este pequeño intercambio de pareceres acerca del 12 de octubre como "fiesta de la hispanidad" y la efervescencia nacionalista. Quizás ayude a oscurecer un poco más las cosas...

Joaquín Riquelme:
Para mí el 12 de Octubre sólo se puede entender de una manera: como una posibilidad de salir del terruño particular al que, parece ser, nos encanta abandonarnos de Pirineos para abajo. Que bonitas las raíces de cada uno, pero ¿no estaría de más arrancárnoslas, de vez en cuando, para hacer un rico caldo que nos caliente el ánimo (y es que, además, fuera hace mucho frío)? Quizá la llegada de los europeos a América pueda verse –sin olvidar nunca todo lo que de malo existió en ello- una posibilidad, entre un lado y otro del Atlántico, de trascender “la cosa propia” ya sea mediante unos ideales, una lengua, unas ideas UNIVERSALES, más o menos compartidas, capaces de elevarnos por encima de toda visceralidad tribal. Y ya digo, una posibilidad. Nada de imposiciones. Nada de aprovecharse para aplastar al vecino, o como palanca para formar identidades que oponer las unas a las otras. Ahí está: puede ser (o no). Una vía de salida para los hombres libres. Todo lo demás no me interesa.

Borja Lucena:
Estoy de acuerdo, Rick, pero me parece una postura, digamos, ética, que no política; creo que es importante distinguir ambos planos. No sé, es una posición ilustrada que cuenta con que en política los criterios de validez son exclusivamente racionales, cuando no es así. Además: tampoco creo que sea deseable que lo sean, aunque eso entrañe, cómo no, incertidumbre. Si me apuras: ¡pareces socialdemócrata. Hace poco, Gregorio Luri citaba a Leo Strauss, que, desde una perspectiva de realismo crudo, venía a decir que lo político responde a un acto de fe, y se resuelve en la creencia en los dioses propios. No creo que sea toda la verdad, pero cuando miramos el panorama, funciona bastante bien. 
Por exponer yo algo de lo que pienso: la política se concentra en la cuestión del poder, y el poder tiene la importante capacidad de generar mitos. Cuando se es impotente, los mitos se desinflan, no se los cree nadie, y nadie está dispuesto a dar un duro por ellos. Lo desolador actual es que esos reaccionarios nacionalismos de la "kultur" son más poderosos, por ahora; es decir, el problema español no es tanto el nacionalismo -que al fin y al cabo ocupa un vacío dejado por "lo español"- como la impotencia generalizada en que se alimenta la política española. España vive presa de una radical falta de poder, y nadie se cree los mitos ni está dispuesto a dar nada por ellos, de puro cascarón que parecen ser. Hay una pasión que se genera en el poder, y eso ha desaparecido hace mucho del solar patrio. SIn esa pasión, una comunidad es inviable.

JR:
 Oh! Me has llamado socialdemócrata!
… bien, antes de empezar me gustaría diciendo que este es un textito de circunstancias. O si quieres un calentón ante la cantidad de “inexactitudes”, que en torno a 1492 he visto “por ahí”. Ese es el trasfondo. Ahora bien, veo que no me explicado bien.
¿Y qué quiero decir? Pues algo muy sencillo: que –y eso se ve muy claro “fuera”- que el gran mito –y realidad- sobre lo se asienta la trascendencia que puede tener históricamente “lo español” y, desde mi punto de vista, la alternativa real a los nacionalismos (¡también el español!) que pululan “a ambos lados del charco” es 1492, lo queramos o no. Y digo “lo queramos o no” porque el primero que se sorprende se esa realidad es al español que, como yo, sale de su país y se encuentra, de frente, con la potencia cultural de un idioma que nos trasciende como españoles. Y no hay, repito, tal trascendencia, tal universalidad, sin ese año.
Y, además, fíjate Borja, que habría ocurrido entonces que todos, absolutamente todos los nacionalismos que, a un lado y otro, se desarrollan desde esa idea de kultur que nombras, aborrecen “eso”. De los indigenismos a Sabino Arana, pasando, por el franquismo. Y sí, digo el franquismo, desde el mismo momento en que -como nacionalismo que, esencialmente, era- pasa de puntillas sobre aquello que, para mi gusto es lo realmente importante, la vocación universalista que tiene esa fecha… ¿Recuerdas en “La derrota del pensamiento” la diferencia que Finkielkraut establecía entre “Civilización” y “Volkgeist”? Pues por ahí quiero llegar; 1492 con abusos, con sus crímenes (y no es un error hablar de crímenes desde el mismo momento que fueron varios teólogos de la Escuela de Salamanca quienes desarrollaron, en aquellos años, como bien sabes, el derecho natural, en dirección a una defensa jurídica de los indígenas) podría verse como el principio de una “Civilización”.
Y aquí enlazo con lo que me comentas. ¿Ese vacío dejado por ”lo español”, no es, al fin y al cabo, el vacío dejado por un nacionalismo, en este caso, “español”? Pero, ¿No puede “lo español” liberarse, presentarse –ser- una civilización y no un patético Volkgeist? Yo creo que si, y que, además, ese debería ser muestro, como dices, “mito”. Hemos podido convertirnos –junto, y gracias, a América y a los americanos- durante un tiempo, en una civilización que trasciende, repito, a España.
Para terminar tengo que darte la razón en una cosa: no veo a grupo político, o poder, alguno capaz de asumir esto que te digo. Pero, en cierto sentido, no importa. La realidad se va a imponer. Que el país de origen de la civilización española/hispana haya decidido suicidarse, después de llevar varios siglos mirándose al ombligo de sus males, riñas y manías, no creo que pare a este “mito”, mucho más poderoso que esta España. Al final caeremos en cuenta, y la realidad se nos va a imponer; pero como sujetos políticos pasivos. La civilización hispana cada vez necesita menos de España. A ver si despabilamos todos.
 Firmado. Don Cógito.

BL:
 Tienes razón, Rick, lo primero, admite mis disculpas: llamar a un amigo "socialdemócrata" es imperdonable. Aparte de mentar a la madre, no se me ocurre ofensa más grave...
 Veo que no estás exento de optimismo, pero yo no sé si todavía lo político puede ser decisivo. Porque una lengua es, sin duda, un hecho político. ¿No te han escupido a la cara esa idiota manía de hacer a todos los colegios españoles "bilingües"? Parece que cualquier "salvación!" de la educación en España pasa por sustiruir el español por el inglés, más adecuado al mundo moderno... La vergüenza por la lengua española, o castellana o como quiera que sea, es un hecho político de inmensa trascendecia. Lo cierto es que mientras la consigna sea "eficacia", "competitividad económica" o la boba ideología del "emprendimiento"; mientras lo político sea sustituido por las idiotas ilusiones de la sobreabundancia material y las "ventajas empresariales"; mientras esto sea así, no hay poder político real, es decir, capacidad de hacer cosas juntos, y esto seguirá chapoteando en la inmundicia. Siento ser tan optimista. Me gustaría compartir tu visión de un socorro salvífico desde el otro lado del atlántico, pero, no sé si cabe esperarlo. 

5 comentarios:

  1. Muy interesante vuestra conversación, Borja. Por mi parte no puedo más que simpatizar con la posición ilustrada de Joaquín (y de Finkelkraut), a pesar de que comparto el pesimismo de Borja. De nuevo recuerdo el verso de Ángel González, “sin esperanza, con convencimiento” y lo hago mío. La única acción política decente ha de estar orientada por los valores ilustrados, el resto es tribalismo del malo. Ahora bien no cabe llamarse a engaño: La Ilustración está perdiendo está partida y no hay nada en el horizonte que nos augure un cambio de rumbo. El mismo Finkelkraut era muy consciente de ello cuando escribió, en 1987, La derrota del pensamiento: en Alsacia, finalmente, los partidarios de la “civilización” tuvieron que hacer suyas las palabras y las estrategias de los partidarios del Volkgeist. Los nacionalistas parten de una consideración más acertada de la naturaleza humana, en cambio los ilustrados apuntan no a lo que es el Hombre, sino más bien a lo que podría ser. El resultado es que la acción política que propugnan es más ingenua y menos efectiva que la del nacionalismo. A pesar de ello, son los valores ilustrados los únicos que pueden universalizarse y los más dignos de ser defendidos, el resto es barbarie.

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  2. No soy cercano a los planteamientos ilustrados, Óscar, como sabes. En ellos veo algo que tú apuntas, y es la indiferencia ante la condición humana, que no se aviene con un deber ser, sino con el dominio inesquivable del ser. La política ilustrada está marcada, precisamente, por una concepción de la naturaleza determinada por su condición de ser blando material al servicio de las construcciones de la razón, lo que, en cierto sentido, elimina la condición mundana del hombre para elevarlo a la posición de demiurgo creador. Todo es manejable o manipulable a voluntad, y la técnica se apodera de todo acercamiento al mundo. La pregunta entonces sería: ¿es universalizable algo que no responda a la voluntad técnica de nivelación? No sé. Hay planteamientos que, de naturaleza universal, me parecen responder mejor a lo humano, como por ejemplo, frente a la homologación racional, l apertura del amor dada en el cristianismo. Me resulta más simpática la noción de una humanidad comprendida por lazos de amor -que admite la condición fáctica de pluralidad de lo humano- que por los lazos de la racionalidad instrumental, que universaliza igualando en la misma condición de herramienta para la reforma del mundo y el átomo desligado de vínculos que no sean los racionales del beneficio. Está claro para mí que el ideal ilustrado carece de una concepción de comunidad, sustituyéndolo por una razón que, como decía Hobbes, consiste en calcular consecuencias.SIn embargo, tampoco creo que el planteamiento nacionalista sea más propicio a la condición humana, ya que la misma noción de nación, irremediablemente unida a la del Estado, supone una concepción técnica y semi-ilustarda del beneficio mutuo, reducida a los "nacionales". En realidad, tanto en uno como en otro caso desaparece la idea de una comunidad, y es el Estado el que ejerce de sustituto simbólico. No creo que, en realidad, sean nociones completamente contrapuestas, sino que el nacionalismo proviene de la misma idea ilustrada de dominio y dominación que excluye las diferencias individuales. Es sintomático cómo el nacionalismo, en ningún caso, renuncia a la técnica ilustrada, sino que, más bien, pretende emanciparla de sus límites para convertrla en desnuda voluntad de poder.
    Quizás me confieso más cercano a eso ilustrado que mencionas porque el nacionalismo es una degeneración de lo ilustrado, pero, entonces, surge la pregunta: ¿no es el planteamiento ilustrado, precisamente, el que genera el movimiento nacionalista?

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  3. En este tema discrepamos, Borja.
    Apuntas de manera certera al centro mismo de la cuestión cuando te preguntas qué es susceptible de universalizarse en la humanidad. Yo no encuentro alternativa mejor a los valores ilustrados. El amor cristiano no es susceptible de ser universalizado sino es por mediación del dogma de fe. No hay nada en nuestra naturaleza, como demuestran los etólogos, que nos empuje hacia el amor universal, más bien al contrario. Los sentimientos de empatía con el prójimo sólo son naturales si se ejercen en el entorno más próximo, pero sólo pueden abarcar a la humanidad entera por mediación de un dogma de fe (porque así lo manda Dios) o por una reflexión de corte ilustrado, en la línea de Kant, que nos conduce si no al amor, al menos al respeto.
    ¿Por qué debo compadecerme de la suerte de los emigrantes recientemente muertos en el Sahara? Solo veo dos respuestas consistentes: porque todos somos hijos de Dios o porque “ellos” son como “nosotros” y solo puedo precisar lo que tenemos en común en términos ilustrados: igualdad, dignidad, derechos humanos etc.
    Los problemas, que señalas a menudo, de la técnica, la masificación, la uniformidad, la alienación etc proceden, es verdad, de la hegemonía de los valores ilustrados, pero no hay una tradición con más capacidad de autocrítica y de regeneración que esta.
    El problema, entiendo, es más sencillo de lo que aparenta: si renegamos de los valores ilustrados...¿cuáles adoptamos? No hay tantos códigos como pudiera parecer: cristianismo, islam u otra religión, valores arcaizantes en la línea de Nietzsche, romanticismo... o quizá rendirse al relativismo. Vale aquello de que es peor el remedio que la enfermedad.
    Solo veo soluciones políticas para España, Europa y el Mundo en clave ilustrada, lo que no quiere decir que sea optimista en absoluto: no vamos por ahí, vamos a peor. Pero, desde mi punto de vista, la mejor forma de articular la convivencia es guiándose por valores cómo la racionalidad, la igualdad, la libertad, la justicia etc. No encuentro otros mejores
    Saludos

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Estoy pensando que en este tema pudiera ocurrir algo similar a lo que me pasó en la entrada de Otoño árabe. Me explico: no es fácil precisar lo que entiendo por “valores ilustrados” del mismo modo que tampoco lo era explicar la noción de “demócratas laicos”. Quizá lo mejor sea utilizando ejemplos. Cuando digo que las soluciones a los problemas políticos pasan por los valores ilustrados quiero decir que mis referencias éticas y políticas son personas como Vasili Grossman, Walter Benjamin, Theodor Adorno, Thomas Mann, George Orwell, Albert Camus, Primo Levi o Chaves Nogales que, para mi, encarnan lo mejor de la tradición ilustrada.

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