Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

martes, 10 de julio de 2007

IZQUIERDA IZQUIERDA, DERECHA DERECHA....
Borja Lucena


Las tardes del estío - mientras el sol desciende lento hasta ocultarse tras los montes azules, mientras el tiempo se arrastra aturdido por el calor y la desidia – parecen pensadas para no pensar. Llega el momento de la inactividad y la sombra. Aún así, antes de abandonarme al bendito ocio, me gustaría referirme a lo que también en verano es constante, a esa condenada obsesión por pensar la política desde la oposición Izquierda-Derecha. Y es que, oyendo a algunos - más que enterarme de lo que pasa en política - recuerdo con nostalgia el baile de la “Yenka” que en mi niñez oía.

Hay distinciones propias de realidades ya caducas, como quien sueña pertenecer a una época en la que existían dragones que matar y princesas que rescatar del mal para siempre. Tiempos pasados que, por interés o por nostalgia, se pretende mantener en la vida artificial de las quimeras. Los periodistas, los opinadores profesionales, los mejoradores de la humanidad, los ascetas del ideal… todos miran el mundo y ven a la humanidad dividida en dos bandos irreconciliables; la mayoría habla de “izquierdas” y “derechas”, o de “progresistas” y “reaccionarios”. El mundo, la naturaleza indefensa bajo el sol inclemente de julio, el espíritu que tantas cosas habita, permanecen mientras tanto indiferentes ante esas polaridades absurdas. Nada dicen sobre lo real. Aparte de a una relativa disposición espacial, el opinador no apela con sus palabras prefabricadas a la consistencia de las cosas. Señala, más bien, su incapacidad para advertir la acrisolada complejidad de la realidad; su discurso es pura autorreferencialidad y cuenta, sobre todo, la historia de la torpeza del pensamiento para contemplar la equivocidad fantástica del mundo y las obras humanas.

¿Qué dice actualmente de algo o de alguien tildarlo de “derechas” o de “izquierdas”? ¿Qué dice de una novela? ¿Qué añade a la intelección de un acto criminal o una acción generosa? ¿Qué dice de un estado o un gobierno? La cuestión que hace valedera una distinción es: ¿sirve realmente para aprehender algo existente? En caso contrario, y a lo sumo, nos hallamos ante una mera distinción de razón. En el caso aquí considerado, incluso habríamos de hablar de una mera distinción de deseo, a saber, un axioma introducido con el fin de crear una ficción más adecuada que la nuda realidad al anhelo de simplificación propio del pensamiento más chato. La actualidad de estas dicotomías de anticuario satisface perfectamente el ansia de claridad de la masa moderna, pero en nada a la realidad siempre inquieta. Es preciso abandonar los ajados esquemas del siglo XX y atreverse a pensar sobre la cosa misma. Es necesario inventar de nuevo el modo de pensar en política y mandar a retiro el repertorio conceptual ya inservible. ¿O pretendemos seguir viviendo - una, mil veces más - el infierno político que fue el siglo XX?

Hitler exterminó a más de seis millones de judíos; Stalin, según los cálculos más benévolos, a veinte millones de rusos, ucranianos, polacos…. Ambos construyeron sobre la tierra lo que en el imaginario de épocas pasadas pertenecía únicamente al más allá: el infierno. Persiguieron, tiranizaron, torturaron, asesinaron con escarnio a todo aquel que reservara para sí cualquier hálito de pensamiento o acción libres. ¿Qué distinción real existe entre ellos para caracterizarlos esencialmente como “de izquierdas“ o “de derechas”? ¿Qué diferencia sus actos, su pretensión de dominio, su poder inabarcable? La información así proporcionada es mínima y, con respecto a lo sustancial, accesoria. ¿Qué capacidad tiene la dicotomía para interpelar a la realidad y acercarnos el conocimiento de lo que realmente es? Pretendemos comprender, pero nos sirven clichés y distinciones de razón incapaces de dar cuenta de lo que en verdad pasa. Las diferencias reales pesan sobre los hombres que respiran, que salen a comprar el pan, que trabajan y aman, que hablan entre sí. Pero sobre lo real y concreto de la vida nada nos dice aquel que contempla el mundo circundante desde la dicotomía. Si no, ¿qué distinción real nos puede empujar a elegir vivir en una sociedad o bajo un gobierno definidos como como “de izquierdas” o “de derechas”? ¿Acaso tiene algo que ver el laborismo inglés con el comunismo estalinista? ¿Tiene parecido alguno el Partido Conservador de Churchill con el nacionalsocialismo? Nada refiere aquella catalogación, y, de hecho, existe gran semejanza recíproca, precisamente, entre los primeros y segundos términos de ambas series, aunque sean generalmente cifrados como antagónicos en el seno de la separación entre “izquierda” y “derecha”. Ante semejantes refutaciones fácticas, el buen observador se ve empujado a admitir que la separación entre “izquierda” y “derecha” sencillamente no funciona al volcarse sobre el mundo, y que, más bien, parece provenir del imperativo narcisista y pueril de demostrar que uno pertenece a la sección de “los buenos”.

Los notables parecidos de familia que encontramos entre el nacionalsocialismo y el estalinismo nos hablan de una unidad artificiosamente rota por el empleo de conceptos inadecuados. Sabemos de la grandísima confianza que Hitler inspiraba a Stalin al firmar el pacto germano-soviético de 1939. Sabemos también de halagadores comentarios del alemán hacia el movimiento comunista. En verdad, ambos eran incompatibles – mas no por pretender fines contradictorios - sino porque querían lo mismo: el dominio absoluto. También aborrecían solidariamente a los sistemas políticos occidentales. He ahí la distinción real, la existente entre sociedades organizadas en torno a la idea occidental de libertad y garantía jurídica frente a las reunidas en torno a una ideología omnímoda, sea ésta la de las leyes raciales o la de las leyes económicas y la lucha de clases. Frente a esta realidad apabullante nada dice la distinción izquierda/derecha. Yo, decididamente, soy en principio indiferente a que gobierne lo que llaman “la izquierda” o “la derecha”, pero, eso no, no ante la introducción del absoluto en política, no ante las fuerzas políticas que asumen la libertad individual o aquellas que pretenden superarla, no ante la posibilidad de vivir en un estado liberal occidental o hacerlo en la Alemania nazi, o la Rusia comunista, o la comunidad árabe de los creyentes.

7 comentarios:

  1. "El ser derechista como el ser izquierdista supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir. En algunos casos es expulsarlo todo y sustituirlo por una caricatura de la mitad"
    Jose Antonio Primo de Rivera

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  2. Totalmente de acuerdo. Eso sí, luego te techarán de derechas por no querer encasillarte de ninguna manera. La izquierda y la derecha así como los conceptos que las acompañan están ya muy pasados de fecha. El ciudadano común, el que tiene dos dedos de frente quiere un gobierno que gobierne y que lo haga bien, dándole lo mismo si es de derechas o izquierdas.

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  3. Ser, ser, ser, sólo soy del madrid porque entro en júbilo si gana la liga en el último minuto de penalti injusto!!!...el problema de este pais es que se elige bando politico como se elige equipo de futbol: o por tradición familiar o por llevarle la contraria a papi, y mientras tanto ellos, los que se llevan la pana, se parten de risa y se frotan las manos con codicia

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  4. He publicado una entrada en mi blog "Diario de un burgense", en la que aparece el articulo del Heraldo de Soria del pasado dia 5 de julio de 2007, y de la que estoy seguro que te sentiras muy orgulloso/a.

    Recibe un cordial saludo.

    Diario de un burgense

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  5. Estamos de enhorabuena en Feacios; por primera vez nos vemos en el papale impreso. Esperemos que esta publicidad anime a otros a venirse aquí, con nosotros, a conversar.
    Respecto del artículo del amigo Borja, estoy en parte de acuerdo y en parte no.
    Cierto es, sin duda, que la distincción entre izquierda y derecha ya no puede tomarse en el mismo sentido que se hacía a principios de siglo; en España, por ejemplo, la izquierda ya no se abraza a la utopía comunista, y la derecha no reclama la vuelta de los fueros y el rey. La pretensión de seguir utilizando el mismo léxico de oposiciones radicales entre bandos, por parte fundamental de la izquierda, no es más que un intento de crear una diferencia artificial, no en los modos de hacer política, sino en las disposiciones afectivas y morales de los ciudadanos. En esto, como en otras cosas, la izquierda es una víctima heredera del franquismo: al fin y al cabo, para los sentimientos y reconocimientos de los ciudadanos, es más admisible, después de cuarenta años de dictadura y veintinco de recuerdos, identificarse ccon el "No pasarán" que con el "Dios, Patria y rey". Esto no ocurre en paises que no tienen una historia como la nuestras, como pueda ser Inglaterra, por ejemplo... escuchen sino el himno (Dios salve a la reina).En España sigue siendo rentable, políticamente hablando, usar el léxico revolucionario de la izquierda, no porque se prometa una utopía marxista, sino porque convierte al oponente en un demonio con piel de cordero.
    Pero todo esto no significa que no existan diferencias entre la izquierda y la derecha o que no sigan sirviendo, no para identificar modelos y criterios de hacer política, pero si para establecer tendencias.
    En las democracias sigue existiendo suficiente margen para políticas de muchos pelajes; de forma exagerada, a modo de parodia, la izquierda democrática sería la pretensión de que la política tenga un centro de gravedad: el bien común. El estado sería el garante de que este bien común exista y vaya ganando terreno. El problema de este modelo de hacer política es que necesita establecer previamente un programa en el cual lo que sea el "bien común" debe quedar establecido, y en eso cabe mucha discusión. El estado, visto sí, corre el riesgo de pasar por encima de los ciudadanos con la pretensión de "lo que es bueno para el estado" y el ciudadano corre el riesgo de quedar demasiado supeditado a los intereses del estado.
    La derecha, también a modo de prodia, sería ese modo de hacer política que primaría frente a cualquier otra consideración la libertad y el respeto del ámbito privado de decisión del ciudadano. Es este sentido el estado se erige como una institución que vela porque los "ámbitos comunes" de los individuos se respeten. Aqúí no se trataría de embarcar a los ciudadanos en un proyecto común, sino dejar que sean los ciudadanos mismos los que puedan decidir y establecer sus proyectos personales. Este modelo de estado, corre el riesgo de crear una sociedad poco cohesionada que amenace su estabilidad y que, finalmente lo que ocurra es que la sociedad se sustente en unas relaciones económicas de desigualdad. Para evitar esto, la derecha, ya que es incapaz de vincular al ciudadano al estado a través del "proyecto común", lo hace a través del nacionalismo, es decir, la vinculación del ciudadano a la comunidad mediante elementos sentimentales (historia, símbolos, banderas, mitos...)
    Sé que es algo burdo lo que acabo de describir, y que hay muchas más cosas de las que se podría hablar, pero como punto de partida para el debate no me parece mal.

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  6. Creo que el encasillamiento de izquierda-derecha favorece el bipartidismo y la política tradicional y en nada ayuda al ciudadano pues solo protege intereses partidistas. De un tiempo a esta parte muchos conservadores se quieren despojar del término de derecha a secas y la izquierda no se baja del carro y suele dentro de sus filas atribuirse el mito de redentora irrenunciable para la humanidad.

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  7. Qué miedo me dan los "redentores de la humanidad" de izquierdas, y los "Salvapatrias" de derechas.

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