Página de filosofía y discusión sobre el pensamiento contemporáneo

jueves, 11 de septiembre de 2008

A contracorriente.

Estos días podemos ser espectadores de una rara unanimidad entre políticos y periodistas a la hora de valorar la sentencia del Consejo General del Poder Judicial contra el juez Tirado. Ocurre que cuando todo el mundo apunta en la misma dirección, cuando las palabras de Zapatero y de Rajoy son idénticas, cuando todos se posicionan al lado del indignado padre de Mari Luz no podemos menos de pensar que se ha cometido una tremenda injusticia con la leve pena que se le ha impuesto al juez Tirado…¿o no?

La verdad es que se mire por donde se mire el caso apesta a demagogia.

Hace dos mil quinientos de años los ciudadanos atenienses también clamaban justicia indignados por la muerte de muchos de los suyos después de la batalla naval de Arginusas. La victoria fue de los atenienses (contra los espartanos) pero una fuerte tormenta causó el naufragio de varios trirremes y numerosos marinos perecieron ahogados. Se acusó a los generales atenienses de no haber ido a socorrer a los suyos cuando en realidad la tormenta era de tal calibre que hacía imposible una misión de rescate. Los políticos democráticos no fueron capaces de oponerse al clamor popular y los generales fueron ejecutados.

Evidentemente hay numerosas diferencias entre el caso de los generales de Arginusas y el del juez Tirado pero lo traigo a colación para destacar una semejanza crucial: cuando el pueblo, dolido e indignado, elige un culpable, los demócratas se apresuran a que “se haga justicia”.

El caso es de sobra conocido por todos así que ahorro de entrar en detalles: el juez Tirado no cumplió con su obligación de comprobar que las sentencias se ejecuten y como consecuencia de ello un pederasta asesina a la niña Mari Luz. El caso tiene todos los componentes para conmover al gran público: la muerte de una inocente niña, un pérfido pederasta, un incompetente funcionario…etc Cuando el CGPJ condena al juez a una ridícula multa de 1500€, la reacción no se ha hecho esperar. Pero conviene analizar desapasionadamente la cuestión ¿Por qué hemos de condenar al juez (o cualquier otra persona) por lo que hace o por las consecuencias de su acción? Al margen de nuestras preferencias éticas las leyes son claras en este aspecto, la pena es proporcional al delito cometido (no a las consecuencias que de él se derivan) Por ejemplo ¿Qué es más delito? ¿que un conductor se salte un ceda el paso y como consecuencia muera un peatón o que se salte un stop y como consecuencia una persona resulte herida? Es más grave saltarse un stop que un ceda, independientemente de las circunstancias y las consecuencias.

En este caso el juez ha cometido el error de no vigilar la ejecución de una sentencia. No estoy versado en los asuntos jurídicos pero sospecho que si echamos de la carrera judicial a todos los jueces que en alguna ocasión no han cumplido con este deber…temo que los juzgados quedaran vacíos. También considero que 1500€ es una sanción leve, pero “lo justo” … ¿qué sería?...la justicia popular produce escalofríos.

8 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo con el análisis Oscar; y eso que yo he sido de los que se me han puesto los ojos como platos cuando escuché la sentencia... pero claro, hay que entender que soy padre de dos niñas.
    Un psicólogo como Piaget, (o su discípulo Kohlberg) nos trataría a todos los españoles de infantiles, por situarnos en un estadio de la moralidad poco propio de un adulto responsable. Y es que es verdad que los niños valoran la moralidad de las acciones no respecto de la intencionalidad de los agentes sino de las consecuencias de sus acciones. Kohlberg también propone dilemas morales que apuntan en esta línea.
    De esto que dices podríamos llegar a la triste conclusión de que, al final, después de dosmilquinientos años, estamos como al principio, como en incidente de Arginusas, como si Kant nunca hubiera existido.

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  3. Hombre, centrándonos en el caso que comentas, creo que habría que distinguir varias cuestiones:

    a)la sentencia NO debería valorar si existen más o menos jueces que no vigilan la ejecución de las sentencias.

    b)la sentencia NO debería tener en cuenta su "impacto social" (si tiene que haber un cambio legistivo, debe producirse en el parlamento, no en los juzgados) ni la "opinión de la calle" muy cercana, a esa justicia popular que, con criterio, desconfía Oscar. Simplemente debería dictar la sentencia conforme a derecho.

    Dicho lo cual, la sentencia me parece in-justa, esto es, no se ajusta al delito cometido, no es proporcional. Más justa, hubiera sido la explusión del juez de la carrera judicial, además de una fuerte multa.

    Sobre lo que comenta Eduardo, la irresponsable demagogia con que se está cubriendo este asunto, creo que tiene toda la razón. Otro tema sería saber las causas de tal comportamiento.

    ... y muchos saludos a todos.
    Espero que hayáis tenido unas buenas vacaciones....

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  4. La desazón que produce este caso es que nos recuerda aquello de "¿quién vigila a los vigilantes?" en este caso: ¿quién juzga a los jueces? y la mejor respuesta posible es que han de ser otros jueces (con el consabido peligro de corporativismo que comporta).

    De cualquier otra solución podríamos decir aquello de que es "peor el remedio que la enfermedad" porque supondría poner coto a la independencia del poder judicial.

    En el spuesto de que la hubiera, claro, hablo "del mejor de los mundos posibles"

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  5. Independientemente de la mayor o menor proporción que tenga esta sentencia respecto de la responsabilidad debida al juez, nos encontramos ante un nuevo capítulo, el enésimo, de la corrupción e impresentabilidad de la oligarquia que nos gobierna.

    Tiene razón Oscar cuando nos trae el mágnífico ejemplo de las consecuencias del desastre naval de Arginusas. Ante el Skándalon, y la escalada de indignación (mimética) colectiva el poder cederá ante la demanda de culpables.

    En este caso nos encontramos ante la explosiva indignación ante el atroz crimen del que fue objeto una inocente niña "los pueblos no inventan a sus dioses; divinizan a sus victimas". De nuevo tenemos al pueblo indefenso ante el monstruo y a todos nuestros hijos en peligro.

    Todos somos victimas inocentes, solo el monstruo es culpable. En este caso además, se podria haber evitado si satán no hubiese campado entre nosotros debido a la negligencia de un juez.

    La primera indignación, los primeros ecos apuntan en todas direcciones buscando culpables: El sistema judicial en su totalidad, jueces, colapso , presupuesto para desatascarlo, benevolencia de las penas, el juego de permisos, posibilidad de reinserción de determinados sujetos, etc, etc, etc.

    Pero esto no puede ser, como admitir que la justicia y esto que llaman democracia es incompatible, como adimitir que no se protege al ciudadano sino que se encubre al poder, que el ciudadano no es sujeto de derechos y obligaciones sino simple comparsa y cobaya de vaya usted a saber que experimentos, necesitamos reconcentrar toda la basura que nos rodea en un punto, una alfombra bajo la que esconder toda lo miserable que nos lega cada día la casta política, necesitamos un "chivo expiatorio" que canalice la cerril indignación. Pues el tal Tirado.

    Que conmovedor cierre de filas frente a la multa impuesta a este desgraciado, ahora si se manifiestan con nitidez frente a una resolución judicial, que arrestos, viva la separación de poderes, y el pueblo los seguirá en procesión hasta que en plaza pública se linche del todo al ninot.

    No me dan menos asco que el monstruo ni pienso que sean más reinsertables.

    Alonso y Saez de Santamaria anunciando que van a resolver el conflicto de CGPJ proponiendo "abogados de oficio" que salgan al quite de sus trapacerias cuando sea menester, donde esta el padre de "Mari Luz" de turno que denuncie el golpe de estado, donde ese pueblo indignado ante la imagen terrible de la niña asesinada.

    Haciendo el simil con Solbes, habrá que esperar a que la democracia toque fondo, si puede hacerlo más, para esperar que los muchos abran los ojos.

    Os dejo, me voy a poner el traje de penitente y a prepararme para la ejecución.

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  6. Óscar: Yo también siento un escalofrío ante la justicia popular, y también ante esa acepción ahora extendida de "justicia democrática". Cada vez que un ministro anuncia una democratización de la justicia me pongo a tempblar.
    Sin embargo, no estoy de acuerdo con que la ley no juzgue las consecuencias de los actos; es más, precisamente es lo que juzga. Me refiero a la ley que juzga al común de los mortales, porque lo inaceptable es que en el caso de los jueces se obvien las consecuencias y se trate todo como un mero error administrativo. En este caso particular, sinceramente, no tengo una opinión formada ni conocimiento. Lo que sí ocurre es que la ley contempla ante todo el aspecto externo de los actos, sus consecuencias, y no es lo mismo saltarse un stop sin consecuencias que saltarse un ceda el paso y matar a tres personas. En el segundo caso se juzgan también las consecuencias y la pena es consecuentemente mucho mayor.
    Saludos a todos y feliz inauguración delñ curso 2008-2009. ¡A ver si hablamos un día, Settembrini, que te llamé y no lo cogiste!

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  7. No estoy muy seguro de lo siguiente (el derecho no es lo mío) pero creo que la ley efectivamente juzga “el aspecto externo de los actos” pero este no se puede identificar sin más con las consecuencias.

    Entiendo que con las consecuencias pasa lo mismo que con las intenciones: que funcionan como agravantes o atenuantes pero por sí solas no pueden caracterizar lo que es un delito. Si conduces correctamente y unos peatones invaden la calzada y los matas no es un delito, si te saltas un stop sin consecuencias es una falta, si te saltas un stop y matas a alguien es más que una falta, si además tienes la intención de matar a tu vecino y aprovechas que confiado cruza un paso de cebra, eso sí es un delito. (si no me equivoco la diferencia entre homicidio y asesinato radica en la intención.)

    En toda conducta podemos distinguir la intención, el acto en sí y las consecuencias. Pues bien en un juicio todos los aspectos son analizados, pero el determinante es el acto en sí, considerado al margen de intenciones y consecuencias.

    (la verdad es que todo lo anterior son conjeturas. Es un tema que me interesa, si alguien puede aportar algo más concreto, gracias de antemano)

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  8. Seguramente tengas razón, Óscar, y creo que lo que dices es más o menos lo que yo intenté decir sin mucho éxito; a lo que me refería es a que las consecuencias también son parte de la acción y, por lo tanto, parte del asunto juzgado, aunque no es lo único que comprende la acción, que a su vez está integrada por otros aspectos como los que revelas.

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